Los abuelos, siempre han sido una figura importante en todas las culturas. Su imagen nos habla de historia, de sabiduría, de tradición y de valores. Ellos nos recuerdan quienes somos y de dónde venimos. Es innegable que quien haya tenido a sus abuelos presentes a lo largo de su vida posee un concepto de identidad familiar fuerte para bien o para mal.
Hoy en día, con la incorporación de la mujer al trabajo, el rol de los abuelos ha cobrado mayor protagonismo. Su papel no solo se limita a ser figura entrañable para los nietos sino que se convierte en un educador primordial. Por eso el diálogo entre padres y abuelos es importantísimo, ya que si los hijos quedan a cargo del cuidado de los abuelos durante gran parte del día, es bueno tratar de guardar el mismo discurso y procurar que no haya incongruencias entre el estilo de crianza de uno y de otro. Los abuelos serán los grandes aliados de sus propios hijos en la educación de sus nietos, sin olvidar que los primeros responsables de ésta son los padres.
Si bien hoy los abuelos pueden ser los cuidadores de los nietos, no hay que olvidar ni su edad ni su jerarquía. Es frecuente que un abuelo se sienta incómodo con sigo mismo y con la realidad que vive. Su cuerpo cambia y sus capacidades también. Debe ser muy difícil pasar de ser la cabeza de una familia a ser el que necesite cuidados especiales. No solo es un cambio en el cuerpo, que ya bastante dramático es, sino también un cambio en sus costumbres, en su tiempo, en velocidad e incluso en aprendizaje. Entender y cuidar a los abuelos es retribuir un poco de todo lo que ellos nos dieron y nos siguen dando.
Los años al lado de mi abuela, son el tesoro más grande que guardo sobre mi infancia, fue una etapa que marcó mi vida para siempre. Me cuidaba mientras mi mamá iba a la universidad, las tardes a su lado eran verdaderas aventuras. Recuerdo que fue ella quién me enseñó desde a poner la mesa y utilizar los cubiertos, hasta rezarle al Niño Jesusito en las noches antes de acostarme. No pocas veces la oí quejarse, sentirse “un estorbo” en lugar de una ayuda por todas las cosas que ya no podía hacer. En esos momentos mi mamá, con la paciencia de santo y un amor que la desbordaba se acercaba a mi abuela y le recordaba, así como en el video, todo lo que sin ella no podríamos ser.
Cuando mi abuela se deterioró gravemente, los cuidados que sus hijos y nietos tuvimos con ella fue la enseñanza de amor más grande que toda la familia haya tenido. Creo que a cada uno nos quedó claro que el sacrificio, la incomodidad y el dolor mismo son parte inevitable del amor, es más son la parte que hace que el verdadero amor salga a la luz. Al ser una familia numerosa, todos tuvimos la oportunidad de cuidarla aunque sea un minuto. De decirle que la amábamos aunque ella ni siquiera pudiera reconocer a quién tenía al frente. Fue ella la que nos mantuvo unidos, y aún su recuerdo lo hace.
Con la rapidez del mundo actual y en una cultura que nos empuja a “pasarlo siempre bien”, con la disminución de los hijos por familia, el cuidado de los abuelos tristemente pasa a ser muchas veces un estorbo y otras tantas casi imposible de realizar. Su cuidado se delega a otros y lamentablemente muchos quedan abandonados en una soledad casi incompresible. Algún día, si la vida nos sonríe y tenemos la suerte de ver a nuestros hijos y a nuestros nietos crecer, también seremos ancianos y necesitaremos de cuidados, que bien podría hacer un tercero, pero que nunca lo hará mejor que la compañía de los nuestros, a quienes desde nuestra propia fragilidad seguiremos enseñando sobre el amor y el sentido de la vida familiar.
«La calidad de una sociedad, quisiera decir de una civilización, se juzga también por cómo se trata a los ancianos y por el lugar que se les reserva en la vida en común» (S.S Benedicto XVI).
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