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Guía para una buena confesión

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Por medio de este sacramento el Padre Celestial, por los méritos de Jesucristo, acoge de nuevo a los hijos que vuelven arrepentidos, perdona los pecados.

Para recibir fructuosamente este sacramento se necesitan:

• Examen de conciencia
• Arrepentimiento sincero por haber ofendido a Dios.
• Propósito firme de hcer esfuerzos para una verdadera conversión.
• Manifestación sincera al Sacerdote de los pecados.
• Cumplimiento de la penitencia y obras que muestren la conversión y el arrepentimiento.


ORACIÓN PARA ANTES DE LA CONFESIÓN.

Dios mío, aquí me tienes con el ánimo de recibir el sacramento de la penitencia. Bajo tu mirada voy a examinar mi conciencia. Dame tu luz para que ver mis pecados, y tu gracia para que me acerque con toda confianza al sacerdote que es tu representante.

Ayúdame a reconocer mis pecados y a encontrar su causa. Dame tu gracia para no volver a caer en ellos.

Virgen María, concédeme ser sincero en mi confesión y renacer a la gracia de una manera generosa y alegre.
AMEN

EXAMEN DE CONCIENCIA.

• ¿Voy al sacramento de la penitencia con sincero deseo de renovación de la vida y amistad más profunda con Dios?

• ¿En mi pasada confesión no reconocí algún pecado grave?

• ¿Cumplí la penitencia que me impuso el confesor?

• ¿Reparé las injusticias que cometí? ¿Me esforcé por cumplir los propósitos de cambiar mi vida según el Evangelio?


Sobre el amor a Dios: “Amarás a tu Dios con todo el corazón” (Mt. 22, 37)

• ¿Tiende mi corazón a Dios a Dios como Padre, de manera que de verdad lo ame sobre todas las cosas por medio del cumplimiento fiel de sus mandamientos, como ama un hijo a un padre?, ¿obro en mis cosas con recta intención, de acuerdo con la verdad?

• ¿Es firme mi fe en Dios Padre, que me habló por medio de su Hijo Jesucristo a quien debo seguir con amor?, ¿sigo la doctrina de la Iglesia?, ¿me preocupo por ilustrar mi fe escuchando y reflexionando la palabra de Dios y evitando lo que puede poner en peligro mi fe?, ¿he profesado con valentía y sin miedo mi fe en Dios?, ¿he dado testimonio de mi fe en la vida pública y privada?

• ¿Mi oración es una auténtica comunicación con Dios? ¿He ofrecido a Dios mis trabajos, dolores y alegrías? ¿Acudo a Él cuando tengo tentaciones? ¿Hago oración diariamente?

• ¿Respeto el nombre de Dios o lo pongo por testigo en falso o sin necesidad? ¿Me he portado con reverencia hacía la Virgen María y los Santos?

• ¿Guardo los domingos y días de fiesta de la Iglesia participando activa, atenta y devotamente en la Santa Misa? ¿He cumplido el precepto anual de la confesión y comunión con ocasión de la Pascua?

• ¿Tengo otros “dioses”, es decir, cosas por las que me preocupo y en las que confío más que en Dios, como son las riquezas, la superstición, el espiritismo o cualquier forma de magia?


Sobre el amor al prójimo: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 13, 34).

• ¿Tengo un auténtico amor al prójimo. O abuso de mis hermanos usándolos para mis fines o portándome con ellos como no quisiera que ellos se portarán conmigo? ¿Los he escandalizado gravemente con palabras o con obras?

• ¿He contribuido, en el seno de mi familia al bien y a la alegría de los demás con mi paciencia y verdadero amor? ¿He obedecido a mis padres y les he prestado ayuda en sus necesidades espirituales y corporales? Si soy padre o madre de familia ¿me preocupo por educar cristianamente a mis hijos, por medio de la palabra y mi ejemplo, con autoridad verdaderamente paternal? ¿Cómo esposos somos fieles de corazón y en las acciones?

• ¿Comparto mis bienes con los que son más pobres que yo? En lo que de mí depende ¿defiendo a los oprimidos. Ayudo a los desvalidos, socorro a los pobres, o he despreciado a mi prójimo, sobre todo al pobre, al débil, al anciano, al forastero o al de otra raza?

• Mi vida ¿es testimonio de la misión que recibí en el bautismo? ¿Participo en las obras de apostolado y de caridad de la Iglesia y en la vida de la parroquia? ¿He orado por la Iglesia y el mundo, por la evangelización de los pueblos, por la paz y la justicia?

• ¿Cuido del bien y de la prosperidad de la comunidad humana en la que vivo o vivo preocupado por mi mismo? ¿Participo, según mis fuerzas, en promover la justicia, la honestidad de costumbres, la concordia y la caridad en el medio en el que vivo? ¿he cumplido con mis deberes de ciudadano?

• ¿Soy justo y responsable en mi trabajo? ¿Pago justamente el trabajo remunerado y respeto sus derechos? ¿He cumplido las promesas y contratos?

• ¿He prestado obediencia y reverencia debida a las legítimas autoridades?

• ¿Si tengo algún cargo lo ejerzo con responsabilidad o abuso de él en mi provecho personal?

• ¿He obrado conforme a la verdad y la fidelidad o he hecho mal a los demás con palabras falsas, calumnias, juicios temerarios o violación de secretos?

• ¿He atentado contra la vida propia o de otras personas, el honor o bienes de los demás? ¿Les he hecho algún daño? ¿He aconsejado o procurado algún aborto? ¿Gualdo en mi corazón odios, resentimientos, rencores, sentimientos de venganza? ¿Olvidé culpablemente dar testimonio de la inocencia del prójimo?

• ¿Si recibo alguna injuria ¿estuve dispuesto a conceder la paz y el perdón, por amor a Cristo?

• ¿He robado, he deseado injusta o desordenadamente o he producido daño? ¿He restituido lo ajeno y ge reparado los daños que he causado?



A veces, por detenernos en las nimiedades, no Virtudes cristianas: “Sed perfectos como el Padre es perfecto” (Mt. 5, 48)

• ¿Cual es el sentido fundamental de mi vida? ¿me anima la esperanza de la vida eterna? ¿He procurado avanzar en la vida espiritual por medio de la oración, la lectura y meditación de la Palabra de Dios, la participación de los sacramentos y el espíritu de sacrificio y de caridad? ¿Me he esforzado por desarraigar los vicios, mis inclinaciones y pasiones malas como la envidia, la droga, la gula, la embriaguez? Llevado de la soberbia y el orgullo ¿me he exaltado delante de Dios y he despreciado a los demás juzgándome superior a ellos? ¿Impongo mi voluntad, olvidando la libertad y los derechos de mis prójimos?

• ¿Cómo aprovecho del tiempo, los dones que he recibido de Dios, los “talentos” del Evangelio? ¿Utilizo todo ello para ser y servir mejor? ¿He sido ociosos y perezoso?

• ¿He soportado con serenidad y paciencia los dones y contrariedades de la vida? ¿He guardado la ley del ayuno y la abstinencia dándole verdadero sentido cristiano?

• ¿He conservado la pureza y castidad en pensamiento, deseos y acciones tendiendo en cuenta que soy templo del Espíritu Santo? ¿He condescendido a mis placeres? ¿Mantengo conversaciones, hago lecturas, veo o asisto a espectáculos o diversiones contrarios a la dignidad humana y cristiana? ¿Con mis palabras y acciones he incitado a otros al pecado?

• ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia por miedo o por hipocresía?

• ¿He tratado de actuar siempre dentro de la verdadera libertad de los hijos de Dios, según la ley del Espíritu, o soy esclavo de mis pasiones?



ORACIÓN PARA PEDIR ARREPENTIMIENTO.

Señor Padre misericordioso: abre mis ojos para que descubra el mal que he hecho; toca mi corazón para que con sinceridad me arrepienta de mis pecados; dame la luz del Espíritu Santo para que ilumine el camino de mi vida, como seguimiento de Jesucristo tu Hijo y mi Salvador, quien con su pasión, muerte y resurrección me ha redimido para llevar una vida nueva en el amor y me ha dado la esperanza de la vida eterna.

AMEN


NOTA: Después del examen de conciencia y de haber pedido a Dios su perdón, el penitente se acerca al sacerdote y con humildad y sinceridad le dice los pecados, escucha sus consejos y la penitencia que le imponga.


ACTO DE CONTRICIÓN.
Al finalizar la confesión al sacerdote se recita con fervor:

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendo a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. AMEN


ORACIÓN PARA DESPUÉS DE LA CONFESIÓN.

¡Qué grande es tu misericordia, Señor! Tu me has abrazado como a tu hijo y me has llenado de tu amor.
Te agradezco, Señor, y te prometo que, con la ayuda de tu gracia, te voy a amar mucho más y no volveré a separarme de ti.

Jesús bondadoso, concédeme que me mantenga fiel hasta el final. Haz que yo siempre desee y busque lo que a Ti te agrada. Que siempre haga tu voluntad.

Virgen Santísima: ayúdame. Tú eres ejemplo de perseverancia y de esperanza. Intercede por mí. Guárdame en el amor de Dios mi Padre, para estar en paz y feliz como estoy en estos momentos. Cuida mis sentidos, mi mente, mi corazón para que yo pueda ser fiel a tu Hijo hasta la muerte.

AMEN

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Autor:
ACIPRENSA