Las buenas maneras son la expresión de lo mejor que hay en nosotros para darnos a los demás, como una muestra de respeto y atención, ubicándonos ambas partes en el mismo nivel y dándole a entender al otro que es tan valioso como lo soy yo. Además, expresan el nivel de conciencia que tenemos hacia la dignidad de los otros.
¿Y qué pasa con la sociedad moderna?
El no cumplimiento de la normas de tránsito; la impuntualidad; el comportamiento inadecuado en las aulas; la ausencia de palabras como “buenos días”, “gracias”, “hasta luego”; la manera de comer de los niños y jóvenes; el mal uso del móvil en reuniones, aulas, teatros, iglesias; la ausencia de urbanidad en los buses con ancianos o mujeres embarazas; la falta de cortesía entre vecinos, compañeros de trabajo, de estudio… Son muestras de falta de educación del día a día que cada vez se hacen más presentes, todo da a entender que ya no existe la conciencia suficiente de su importancia, como sí lo era hace algunas décadas. Basta con recordar la insistencia permanente que hacían los padres y abuelos en la adecuada conducta social.
Adicional a esto, también hay que darle cabida al hecho de que los padres están fuera de los hogares la mayor parte del tiempo, cuando sabemos que algunos de los factores determinantes en el aprendizaje de estas conductas son la observación y el ejemplo, y si los padres están ausentes… ¿de quién aprenderán? Tampoco olvidemos la pérdida de la tradicional cena familiar, pues es común observar que ahora cada quien come en su habitación o en el horario que más se le acomode, dejando de lado la mejor ocasión para enseñar buenos modales a los hijos.
La invitación entonces, es a preservar los espacios existentes y crear nuevos, en donde los padres interactúen con sus hijos y no deleguen la enseñanza de los buenos modales a nada ni nadie –incluido el colegio-. Igualmente es crucial el buen ejemplo que reciban de los adultos cercanos, pues de qué vale reclamarles a los hijos que no hablen mientras coman, escuchen a quien les habla, saluden, apaguen el celular en la misa; si los padres salen en el auto y no dan paso al peatón o al subir al ascensor no dan una sonrisa amable a los demás. Hay que tener presente que los hijos siempre están en permanente observación de sus principales modelos: los padres.
Tips de cortesía y buena crianza
La puntualidad es cultura y por consiguiente ser impuntuales crea malestar, además del abuso del tiempo del otro. Hay que sembrar en los hijos este buen hábito desde que son pequeños; claro está que en las primeras edades, la tarea será exclusiva de los padres, ya que los niños no tienen la autonomía necesaria y serán los adultos quienes deban llevarlos a tiempo al colegio, clases extra escolares, citas médicas, cumpleaños de amigos, etc.
El saludo debe convertirse en un hábito de la vida diaria y debe aplicarse a todas las personas con la que nos topamos a diario (cónyuge, hijos, empleada, portero, jefe, compañeros de estudio o trabajo, desconocidos, etc.)
Los gritos y las malas palabras, además de una falta de respeto, denotan desequilibrio emocional y falta de autocontrol.
Saber comportarse al tomar los alimentos, es una expresión básica que merece toda la atención del caso. Las comidas diarias de toda familia, son la mejor oportunidad para educar a los hijos en la buena conducta en la mesa. Asimismo, se le debe hacer igual acento tanto a las cenas en restaurantes o casas ajenas, como en las del propio hogar.
Las personas mayores, con discapacidades físicas, familias con niños o mujeres embarazadas, tienen prelación en los puntos de pago, estacionamientos, ubicación en sitios públicos, entre otros. Un muy buen gesto de urbanismo es cederle el asiento a estas personas o dejarlas adelantar en las filas de espera.
Mirar a los ojos a quien nos habla, denota que se le está prestando toda la atención, como también es un indicio de autoconfianza y autoestima.
El sonido de un celular en medio de una clase, conferencia, reunión, cita, película, misa… desconcentra a quien está hablando y causa desagrado en los demás.
Buen gusto en el vestir, de acuerdo a la ocasión, de tal manera que la presentación personal sea expresión de la valía personal y del respeto a los demás.
La postura corporal es un lenguaje no verbal de gran impacto y debe ir acorde al contexto en el que se esté presente.
Una sonrisa siempre será un gesto amable y de buen gusto.
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