Naturalmente que cada materia tiene su propia autonomía - sana autonomía -, debiendo ser desarrollada según sus principios específicos. Pero al mismo tiempo ha de contribuir a la cosmovisión cristiana. Las diversas materias no sólo no son antiéticas con la cosmovisión cristiana, sino que, respecto de ellas, constituyen una suerte de" preparación evangélica", como decían los Padres de la Iglesia refiriéndose a los aportes más nobles del mundo pre - cristiano, una preparación evangélica ya que el auténtico desarrollo de la naturaleza es una especie de preparación a la gracia.
Más aún, las materias profanas reciben iluminación y complemento de la cosmovisión cristiana; el puro saber profano tiene algo de indigencia; la cosmovisión cristiana ensancha sus horizontes para una mejor comprensión de la ciencia, del hombre y de la historia. Porque el verdadero saber sobre el hombre y el mundo sólo se alcanzan cuando se reconoce la realidad total del hombre y de su historia de salvación, es decir cuando se reconoce en el Verbo de Dios encarnado, recapitulador de todo, la luz verdadera que ilumina a todo hombre ya todas las cosas del hombre.
Tratemos ahora de concretar más esta aspiración de la Iglesia recorriéndolas diversas asignaturas, aunque sin intentar cubrirlas en su totalidad.
1. La catequesis.
Esta materia -porque es necesario que sea también una materia y no sólo una" vivencia", como algunos pretenden- implica la comunicación de contenidos, a saber, la Revelación divina, explicitada por la doctrina del magisterio. Gracias a ella, el adolescente aprenderá a distinguir lo que se puede conocer por la luz natural y lo que solo se le ofrece por la Revelación. Tres son los conocimientos catequéticos indispensables: lo que hay que creer(el Credo) , lo que hay que esperar (el Pater), lo que hay que amar (el doble precepto de la claridad y los Mandamientos). Ver el Catecismo de la IglesiaCatólica. Pero no basta con aprender, es menester entrañar lo aprendido, asimilarlo, convertirlo en algo propio, hacerlo no sólo conocimiento sino bandera, militancia. La catequesis no puede ser en todo una materia como las demás.
2. La filosofía.
A diferencia de la catequesis, la filosofía no parte de la Revelación sino que es un conocimiento racional del mundo, del hombre y de Dios, a la luz de la razón natural, buscando siempre las últimas causas de la realidad. En esta materia hay que evitar a toda costa que los adolescentes sean formados en el eclecticismo, contentándose el profesor con la exposición de los diversos sistemas filosóficos: hay que enseñarles a discernir, con espíritu crítico, el error de la verdad. El joven debe salir del colegio católico con una posición clara ante la vida, que le permita detectar los errores que pululan en el ambiente y lo capacite para saber refutarlos convenientemente. Una meta sólida no se forma con cuestiones disputadas, con dudas. Hay que ir a la filosofía perenne, a la de los clásicos, sobre todo a Santo Tomás. Sin obviar, naturalmente, el conocimiento de otras filosofías, pero juzgadas a partir de la filosofía perenne, única anclada en la realidad.
3. Las ciencias.
La enseñanza de las llamadas "ciencias" físico - químicas debe comunicar al joven el conocimiento de la materia y de sus leyes. En las ciencias se aprenden las leyes de la naturaleza. A algunos este conocimiento los ha, de hecho, conducido al ateísmo: la naturaleza, absolutizada, acaba por convertirse en un sucedáneo de Dios. Para el marxista, por ejemplo, la ciencia es lo único, reemplaza a la religión. En nuestros colegios debemos enseñar la física y la química con visión científica, sin duda, pero con un telón de fondo religioso. Dios es el comienzo y el fin de toda ley física, de toda propiedad química; Creador tanto del electrón, como de la estrella. Por eso el universo canta la gloria del Creador. Este mundo, con sus leyes admirables, es una palabra o una obra de arte literaria, "al modo de un gran poema de un modulador inefable", decía San Agustín. El docente deberá realizar su propia síntesis entre ciencia y fe, señalando como corresponde, la presencia de Dios en su creación. La observación de los hechos se convierte así en un trampolín hacia Dios. La misma Sagrada Escritura, en cada una de sus páginas, suscita la admiración por el orden, belleza y sabiduría que resplandece en la creación. Será preciso despertar en los alumnos el sentido de la admiración ante la grandeza de la obra divina, admiración que es de las mejores introducciones a la oración.
4. Las matemáticas y la geometría.
Estas materias ayudan a crear en el alumno el hábito de la exactitud, al tiempo que le permite tener experiencia de la "medida" de las cosas. Naturalmente, no hay diferencia entre un manual de matemáticas compuesto por un autor cristiano, y otro compuesto por un ateo. Sin embargo, si el profesor posee sabiduría cristiana, sabrá despertar en sus alumnos el culto de la verdad desinteresada, les inspirará el sentido del rigor intelectual. Las matemáticas exigen una suerte de ascética no ciertamente extraña al orden cristiano. Esta ascética está tejida de atención a la realidad dada, de método, de humildad, de perseverancia, de anhelo de precisión. El alumno advertirá que más adelante, en la vida postescolar, se podrá encontrar con esfuerzos semejantes cuando tenga que tratar de modelar, por medio de la reflexión, su vida y la ciudad terrestre en conformidad con la fe católica. Además, la belleza y elegancia de ciertas demostraciones, lo conducirán a veces al silencio interior. Esta contemplación admirativa, ese contacto con un valor que linda con lo absoluto, provoca una dilatación interior, una sublimación, una purificación que no carece de analogía y afinidad con la plegaria. Sólo habrá que cuidar que el "espritde géometrie" no extinga el "esprit finesse", según la conocida expresión de Pascal.
5. La historia.
La importancia de esta asignatura para la evangelización es enormes solamente la memoria del pasado puede calibrar con exactitud cualquier análisis del presente o cualquier prospectiva. Aquello de la historia "magistral vitae" tiene acá plena vigencia. Será preciso que el profesor no se limite a la mera narración de los hechos. En su mente debe tener bien estructurado lo que se hadado en llamar "filosofía de la historia", aunque más bien habría que decir "teología de la historia". El libro clave para esta formación de fondo será el inmortal "De Civitate Dei" de San Agustín, donde el Santo Doctor desarrolla el curso de la historia a la luz del conflicto teológico entre dos ciudades, la Ciudad de Dios y la Ciudad del Mundo, montadas ambas sobre el amor: el amor de Dios hasta el reconocimiento del carácter dependiente y creatural del hombre, la Ciudad de Dios; el amor de hombre hasta el menosprecio de Dios, la Ciudad de la Tierra.
Todos los hechos, épocas e instituciones, deberán ser estudiados en sí, con la autonomía legítima que tal estudio requiere, pero luego integrados en aquella grandiosa visión crítica y teológica. Así el alumno sabrá valorar adecuadamente las diversas épocas y acontecimientos de la historia e incluso aprenderá a leer el diario con inteligencia.
6. La geografía.
Esta materia constituye una apertura al medio próximo de vida, el cual a su vez es puente para pasar al orbe mayor. La geografía permite captar mejor al hombre, sus diversas razas, sus tradiciones; la del propio país, el paisaje de la patria chica y de la Patria grande, ayudará a aceptar el amor a la Patria. La geografía física contribuirá al conocimiento del Dios Creador, bello, poderoso, inagotable. La geografía humana permitirá conocer mejor al hombre, cooperador del Creador.
7. La literatura.
El objetivo propio de esta asignatura es el acercamiento a la realidad común conocimiento distinto al meramente racional. El contacto con los grandes autores, especialmente los clásicos universales y de lengua española, es de veras enriquecedor. En un poema elevado hay siempre algo de la inefabilidad de Dios. Particularmente el conocimiento cabal de nuestra lengua, en una época en que cada vez se le habla y se le escribe peor, permitirá al cristiano expresar su fe en el marco y el genio propio del idioma, el nuestro tan rico y tan preñado de catolicidad, de un pueblo que al decir de Rubén Darío, "aún reza a Jesucristo y aún habla en español".
8. La música.
La música - la buena música - no sólo es expresión de alegría y de amistad, sino también medio de elevación de los sentimientos humanos. La admiración por lo bello está muy unida con la adhesión a la verdad y la aspiración a lo que es bueno. Ya los antiguos atribuían capital importancia a la formación musical. Porque la música forma al hombre. Los diversos tipos de música hacen losdiversos tipos de hombre: el hombre sensual, el hombre materialista, el hombre superficial, el hombre erótico, el hombre virtuoso.
Es necesario que el colegio católico eduque en el sentido de lo estético, del buen gusto, de la música noble, especialmente la música clásica. Máxime en nuestro tiempo en que la música parece rendir culto a la fealdad, al ruido ensordecedor que hace prácticamente imposible todo contacto con la vida interior. El verdadero arte -musical o visual- no sólo transmite el sentido de las armonías sensibles, sino también el sentido de las verdades profundas, sobre todo las que dicen relación con el misterio. El auténtico papel del arte consiste en irradiar, a través de lo sensible, el esplendor de la verdad, el esplendor de las formas.
9. La educación física.
La valoración del papel que tiene el cuerpo en el desarrollo integral de la personalidad es una de las principales metas de la educación católica. Deseque el Verbo se hizo carne, lo corporal ha adquirido una gran elevación, porque se ha adherido a la divinidad de Cristo con unión indisoluble. Si cuando estamos en gracia nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, es menester cuidarlo, respetarlo, fortalecerlo. El profesor de gimnasia debe estar imbuido de este sentido católico - no hedonista - del cuerpo humano.
Así, pues, todas las materias, cuyo elenco no hemos recorrido en su totalidad, deben contribuir a forjar el hombre integral, ese hombre integral que, precisamente por ser tal, es cristiano y católico. Todas las materias deberán reflejar a Cristo, la única y definitiva Opción, reflejar la Realeza de cristo, en el ámbito de la cultura. Filosofía, ciencias, matemáticas, geometría, historia, geografía, literatura, música, educación física, tantas maneras de evangelizar, de reflejar a Cristo verdad, a Cristo exactitud, a Cristo medida, a Cristo Señor de la historia, a Cristo Verbo encarnado en nuestro espacio humano, a Cristo el más bello de los hijos de los hombres. En una palabra: evangelizar es formar a Cristo en el alumno, hacer de él otro cristo.
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