Pasar al contenido principal

7-may.-2025, miércoles de la 3.ª semana de Pascua

«El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás… y yo lo resucitaré en el último día»

Iniciamos un nuevo día y lo hacemos en tu nombre. Gracias por la vida, la salud, la familia y nuestro trabajo. Por todo lo que nos das y esperamos de Ti. Ante todo, gracias por nuestro alimento espiritual que es tu presencia en nuestras vidas y que nos fortalece, porque es la vida nueva que nos comunicas, el pan que sacia nuestra hambre y sed más profunda. 

Hoy queremos sentir la alegría de dejarte en el centro nuestro corazón. Porque tenerte tiene que significar que pensamos como Tú, amamos como Tú, vemos como Tú y caminamos contigo. Saciados de tu amor emprendemos nuestra jornada sintiéndonos llenos de tu amor, de ilusiones y esperanzas, sabiendo que todo es bendecido, porque vas a nuestro lado y porque confiamos en tu palabra: «El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás… y yo lo resucitaré en el último día». 

Un muy feliz y santo miércoles llenos de la presencia de Dios. 

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Jesús nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él. Y este encuentro ilumina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en este gran don, los pequeños dones de la vida, también los sufrimientos, las preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (v. 35). Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo. Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de vida», da significado y esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. Pero este «pan de vida» nos ha sido dado con un cometido, esto es, para que podamos a su vez saciar el hambre espiritual y material de nuestros hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes. Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria hacia el prójimo, hagamos presente a Cristo y su amor en medio de los hombres. Que la Virgen santa nos sostenga en la búsqueda y en el seguimiento de su Hijo Jesús, el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura para la vida eterna. (Ángelus, 2 de agosto de 2015)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.