Darte gracias ya es motivo de vida, porque hemos despertado y contemplamos un nuevo amanecer.
Hoy las palabras de Esteban nos cuestionan: «ustedes siempre resisten al Espíritu Santo». Nos cuesta abrir la mente y el corazón a tu novedad como Resucitado, preferimos mantenernos encerrados en nuestro yo. Pero hoy nos pides la fortaleza de Esteban.
Nos desconcierta un poco que hoy, al día siguiente de la multiplicación de los panes, te digan: ¿qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿qué obra realizas? Así sucedía con los judíos: sumergidos en una visión negativa, pretendían que alguien les alimentara y solucionara sus problemas, pero no querían creer; eso era todo lo que les interesaba de Ti. No puede ser esta nuestra perspectiva, la de una religión cómoda, hecha a medida y sin compromiso. Ayúdanos a recordar tus palabras: «el que quiera seguirme tome su cruz y sígame». Comprendemos perfectamente que creer en Ti no es buscar nuestras comodidades, sino hacer las cosas según tu voluntad.
«Señor, danos siempre de este pan». Que estas palabras sean dichas por nosotros con la sinceridad que nos proporciona la fe; que expresen de verdad un deseo de alimentarnos con tu Cuerpo y de vivir unidos a Ti para siempre. Tú eres el Pan de la esperanza, la fe, la caridad, el servicio y el amor. Sácianos con tu presencia. Bendícenos, guárdanos y protégenos en cada momento de nuestras vidas. Amén.
Un muy feliz y santo martes, vivido en sinceridad y alimentados el amor y la bondad del Señor.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Él, verdadero «pan de la vida» (v. 35), quiere saciar no solamente los cuerpos sino también las almas, dando el alimento espiritual que puede satisfacer el hambre profunda. Por esto invita a la multitud a procurarse no la comida que no dura, sino esa que permanece para la vida eterna (cf. v. 27). Se trata de un alimento que Jesús nos dona cada día: su Palabra, su Cuerpo, su Sangre. (…) El Señor nos invita a no olvidar que, si es necesario preocuparse por el pan, todavía más importante es cultivar la relación con Él, reforzar nuestra fe en Él que es el «pan de la vida», venido para saciar nuestra hambre de verdad, nuestra hambre de justicia, nuestra hambre de amor. Que la Virgen María (…) nos sostenga en nuestro camino de fe y nos ayude a abandonarnos con alegría al diseño de Dios sobre nuestra vida. (Ángelus, 5 de agosto de 2018)