Te saludamos y damos gracias por todo lo que nos regalas y haces por nosotros.
Nuestra vida es una continua búsqueda, muchas veces nos encontramos junto a un sepulcro. Anhelamos muchas cosas, pero nos encontramos con la muerte, con la fría y desnuda roca. A veces, como la Magdalena te seguimos hasta el sepulcro; allí llevamos todo lo que somos y todo lo que late en nuestro interior. Pero ¡no estás entre los muertos! y recordamos que nuestra vida no es una vida muertos, sino de plenitud. Es en la debilidad más terrible donde te haces presente y vienes a resucitarnos, a llamarnos por nuestro nombre, “...........”, para que sintamos tu cercanía con nosotros en nuestro sufrir y en nuestras alegrías.
Te reconocemos como nuestro Señor y Salvador. Haz que te escuchemos cuando nos anuncias tu mensaje de vida, la Buena Nueva de salvación. Que nosotros también sepamos oír tu voz cuando clamas a nosotros en nuestros hermanos necesitados o cuando nos hablas sencillamente en los que nos comunican sus alegrías y esperanzas, su fe y su amor. Danos la fuerza de tu Espíritu para seguir anunciando tu Resurrección y comprender dos hermosas palabras que dirigiste a la Magdalena: ¿por qué lloras? y ¡María! Que hoy sepamos contestarte y abrir nuestros oídos a tu llamado. Amén.
Feliz y bendecido martes.
+ Oremos por nuestro Papa Francisco
Meditación del Papa Francisco
A veces la oscuridad de la noche parece penetrar en el alma; a veces pensamos: “ya no hay nada que hacer”, y el corazón no encuentra la fuerza para amar.
Pero precisamente en esa oscuridad Cristo enciende el fuego del amor de Dios: un resplandor rompe la oscuridad y anuncia un nuevo inicio. Algo comienza. En la oscuridad más profunda. Sabemos que la noche es más noche, y es más oscura poco antes de que empiece el día. Pero precisamente en esa oscuridad es Cristo quien vence y quien enciende el fuego del amor. La piedra del dolor se ha volcado dejando espacio a la esperanza. ¡Este es el gran misterio de la Pascua! En esta noche santa la Iglesia nos entrega la luz del Resucitado, para que en nosotros no haya el arrepentimiento de quien dice “vaya...”, sino la esperanza de quien se abre a un presente lleno de futuro: Cristo ha vencido y nosotros con Él. Nuestra vida no termina delante de la piedra de un sepulcro. Nuestra vida va más allá, con la esperanza de Cristo que ha resucitado, precisamente en ese sepulcro. Como cristianos somos llamados a ser centinelas de la mañana, que saben ver los signos del Resucitado, como han hecho las mujeres y los discípulos que acudieron al sepulcro al alba del primer día de la semana. (Audiencia general, 1 de abril de 2015).