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27-may.-2025, martes de la 6.ª semana de Pascua

Por obra del Espíritu sabemos que creer es vivir en la certeza de que el enemigo ha sido vencido por tu Sangre, ha sido juzgado y condenado.

Es bueno dar gracias a tu nombre por siempre, Señor, por todo lo que nos concedes, por el camino que hoy nos iluminarás y por tu palabra que nos guiará. 

Nos llenas de confianza al decir a tus discípulos —y hoy a nosotros— que conviene que Tú te vayas. Nos conviene que te vayas porque a partir de ahora, por obra del Espíritu, nuestra fe será más verdadera, más plena. A partir de ahora es más claro que lo decisivo en el encuentro contigo es creer en Ti y esperar en Ti. Y para ello viene en nuestra ayuda la iluminación del Espíritu Santo que te hace presente en nosotros. Es necesario que nos envíes tu Espíritu para aceptarlo y a amarlo. Por la acción del Espíritu comprenderemos la justicia de que Tú vuelvas al Padre. Comprenderemos y gozaremos con la alegría del Padre por tu glorificación, en el cual también somos ya glorificados nosotros. Y que por esta glorificación nos haces partícipes de tu Espíritu. Por obra del Espíritu sabemos que creer es vivir en la certeza de que el enemigo ha sido vencido por tu Sangre, ha sido juzgado y condenado. Es saber que la presencia del Espíritu en nosotros, nos libera y también nos da la sabiduría y valor necesarios para ser tus testigos. Ayúdanos a comprender la grandeza de tu amor y la sencillez de nuestros corazones para cumplir tu voluntad. San Felipe Neri a quien conmemoramos hoy, nos ayude con su fe y testimonio a saber cumplir tu voluntad. Amén. 

Un muy feliz y santo martes para todos y vivido en Alegría de servicio. 

Meditación del Papa

La historia de la salvación, que culmina en la encarnación de Jesús y tiene su pleno cumplimiento en el misterio pascual, es una revelación conmovedora de la misericordia de Dios. En el Hijo se hace visible el «Padre de las misericordias» (2 Co 1,3) que, siempre fiel a su paternidad, «es capaz de inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y singularmente hacia toda miseria moral o pecado» (Juan Pablo II, Dives in misericordia, 6). La misericordia divina no consiste sólo en la remisión de nuestros pecados; consiste también en que Dios, nuestro Padre, a veces con dolor, tristeza o miedo por nuestra parte, nos devuelve al camino de la verdad y de la luz, porque no quiere que nos perdamos (cf. Mt 18,14; Jn 3,16). Esta doble manifestación de la misericordia de Dios muestra lo fiel que es Dios a la alianza sellada con todo cristiano en el bautismo. Al releer la historia personal de cada uno y la de la evangelización de nuestros países, podemos decir con el salmista: «Cantaré eternamente las misericordias del Señor» (Sal 88,2) (Benedicto XVI, 18 de noviembre de 2011).

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.