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18-ene.-2025, sábado de la 1.ª semana del T. O.

Jesús no tenía miedo de dialogar con los pecadores, los publicanos, las prostitutas... llama a personas débiles y pecadoras para ser instrumentos de salvación

Buenos días, Señor, te decimos para alabarte y bendecirte, inspirados en la acción de gracias que te ofrecemos y porque sentimos nuevamente tu llamado para reafirmarnos como tus discípulos. 

Sabemos que Tú llamas a personas débiles y pecadoras para ser instrumentos de salvación, para ir dando forma a tus sueños sobre todos nosotros.

Danos confianza, no en nuestras propias fuerzas, sino en el poder de tu amor, que puede hacer, por medio de nosotros y con nosotros, lo que somos incapaces de hacer. Te damos gracias por llamarnos a salir de nuestra fragilidad y muchas veces nuestro temor a responderte. 

Danos la fortaleza para emprender nuestro camino de este día con la seguridad de que nos has dicho “Sígueme.” Que, como Mateo, nos levantemos enseguida y te sigamos, para escucharte y poder realizar tus obras según tu querer. Gracias por este fin de semana que generosamente nos das. Permite que lo vivamos en armonía y unidad sobre todo compartiendo con los que amamos y debemos amar más. Nuestra Madre la Virgencita sea nuestro auxilio y nuestra intercesora. Amén. 

Un muy feliz y descansado fin de semana. 

PALABRAS DEL SANTO PADRE

«No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal» (v. 12). ¡Jesús se presenta como un buen médico! Él anuncia el Reino de Dios, y los signos de su venida son evidentes: Él cura de las enfermedades, libera del miedo, de la muerte y del demonio. Frente a Jesús ningún pecador es excluido —ningún pecador es excluido— porque el poder sanador de Dios no conoce enfermedades que no puedan ser curadas; y esto nos debe dar confianza y abrir nuestro corazón al Señor para que venga y nos sane. Llamando a los pecadores a su mesa, Él los cura restableciéndolos en aquella vocación que ellos creían perdida y que los fariseos han olvidado: la de los invitados al banquete de Dios. (…) Si los fariseos ven en los invitados sólo pecadores y rechazan sentarse con ellos, Jesús por el contrario les recuerda que también ellos son comensales de Dios. De este modo, sentarse en la mesa con Jesús significa ser transformados y salvados por Él. (…) Jesús no tenía miedo de dialogar con los pecadores, los publicanos, las prostitutas... ¡Él no tenía miedo: amaba a todos! Su Palabra penetra en nosotros y, como un bisturí, actúa en profundidad para liberarnos del mal que se anida en nuestra vida. A veces esta Palabra es dolorosa porque incide sobre hipocresías, desenmascara las falsas excusas, pone al descubierto las verdades escondidas; pero al mismo tiempo ilumina y purifica, da fuerza y esperanza, es un reconstituyente valioso en nuestro camino de fe.  (Audiencia general, 13 de abril de 2016)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.