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16-nov.-2024, sábado de la 32.ª semana del Tiempo Ordinario

Que seamos como la viuda, que se acoge en oración constante para pedir justicia antes que bienes materiales

Comienza un nuevo día para alabarte, bendecirte y darte gracias, por el don de la vida. Porque sabemos que Tú esperas mucho de nosotros y queremos hacer las cosas que te agradan. Señor, sabemos que eres nuestro hermano, que nos llamas, nos esperas y estás atento a nosotros en cada momento de nuestras vidas. Nuestra oración llegue a ti como un aliento de esperanza y un grito de confianza que brotan de la pobreza de nuestros corazones. Y si alguna vez tienes que negarnos cuando te pedimos cosas inconvenientes o inútiles, danos lo que realmente necesitamos y guarda viva nuestra confianza de que tú eres bueno y cariñoso con nosotros, nos amas y nos das sólo lo que nos conviene. Perdona las ocasiones en que desesperamos porque no recibimos lo que pedimos y nos disgustamos y caemos en debilidades espirituales. Que seamos como la viuda, que se acoge en oración constante para pedir justicia antes que bienes materiales. Para esto necesitamos de una fe grande y viva, ya que el Padre escucha siempre al que clama en humildad y sencillez. 

Concédenos un fin de semana en el que nuestro descanso sea reparador de fuerzas y gocemos de la felicidad y alegría compartidos en nuestros hogares. Permítenos que en nuestros sentimientos podamos decir con el salmo “DICHOSO QUIEN TEME AL SEÑOR”. Gracias, Señor, por tu bondad y misericordia. Confiamos en tu generosidad y a Ti nos acogemos. A Ti clamamos y a tu amor confiamos. Amén.

En este día celebramos a santa Isabel de Hungría la patrona en nuestra Arquidiócesis pidamos que ella nos ayude a que perseveremos y seamos constantes y que no desfallezcamos para confiar plenamente en que el Padre Celestial nos hará justicia. Un muy feliz y santo fin de semana. 

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Dios nos invita a orar con insistencia no porque no sabe lo que necesitamos, o porque no nos escucha. Al contrario, Él escucha siempre y conoce todo sobre nosotros, con amor. En nuestro camino cotidiano, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado; nosotros luchamos con Él a nuestro lado, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia, también su ayuda. Pero la lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia y resistencia —como Moisés, que debía tener los brazos levantados para que su pueblo pudiera vencer (cf. Ex 17, 8-13). Es así: hay una lucha que conducir cada día; pero Dios es nuestro aliado, la fe en Él es nuestra fuerza, y la oración es la expresión de esta fe. Por ello Jesús nos asegura la victoria, pero al final se pregunta: «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» (Lc 18, 8). Si se apaga la fe, se apaga la oración, y nosotros caminamos en la oscuridad, nos extraviamos en el camino de la vida.  (Ángelus, 20 de octubre de 2013)