Nos levantamos en tu santo nombre y contemplamos las maravillas de tu amor en este tercer domingo del tiempo de adviento. Te damos gracias por todo lo recibido durante esta semana que estamos terminando por sentir la alegría en nuestros corazones, por todo lo realizado, por los momentos de alegría y momentos de dificultad, todo superado gracias a tu presencia y tu palabra de esperanza. En nuestro descanso, podemos meditar tu palabra y hacerla viva en cada uno de nosotros.
Hoy en tu palabra, Isaías nos abre las puertas a una nueva esperanza: «Fortalezcan las manos débiles, afiancen las rodillas vacilantes; digan a los inquietos: “Sean fuertes no teman! ¡He aquí su Dios!”» ¿Santiago nos invita a la paciencia y no quejarse los unos de los otros. Gracias, Señor, por darnos oportunidad de pensar: ¿Quién nos está llamando hoy a la conversión y abriendo nuestros corazones para que Tú vivas realmente en nosotros? Es el Espíritu Santo de fuego, que quiere que realicemos con gran celo y amor tu trabajo, para llevar el amor, la paz y la justicia de Dios a nuestros hermanos. ¿Le dejamos al Espíritu Santo encender este fuego en nosotros? Permítenos ser verdaderos discípulos de Esperanza, de fe y caridad, para que nuestros corazones y los de nuestros hermanos esperen ansiosamente tu venida. Que tengamos actitudes de apertura y dispongamos ese sitio de honor en nuestros corazones para recibirte alegremente. Danos la fortaleza y la generosidad del Juan el Bautista, para con nuestras obras y acciones mostrar que estamos alegres por tu nacimiento espiritual en cada uno de nosotros. Amén.
Bendícenos abundantemente. Un muy feliz y bendecido fin de semana.
PALABRA DEL PAPA
Al oír hablar de las obras de Jesús, a Juan le asalta la duda de si realmente es el Mesías o no. El texto subraya que Juan se encuentra en la cárcel, y esto, además del lugar físico, hace pensar en la situación interior que está viviendo: en la cárcel hay oscuridad, falta la posibilidad de ver claro y ver más allá. De hecho, el Bautista ya no logra reconocer Jesús como Mesías esperado. Está asaltado por la duda y envía a los discípulos a verificar: “Id a ver si es el Mesías o no”. Pero esto significa que también el creyente más grande atraviesa el túnel de la duda. Y esto no es un mal, es más, a veces es esencial para el crecimiento espiritual: nos ayuda a entender que Dios es siempre más grande de cómo lo imaginamos; las obras que realiza son sorprendentes respecto a nuestros cálculos; su acción es diferente, siempre, supera nuestras necesidades y nuestras expectativas; y por eso no debemos dejar nunca de buscarlo y de convertirnos a su verdadero rostro. Así hace el Bautista: ante la duda, lo busca una vez más, lo interroga, “discute” con Él y finalmente lo descubre. Juan, definido por Jesús el mayor entre los nacidos de mujer (cfr. Mt 11,11), nos enseña a no cerrar a Dios en nuestros esquemas. Este es siempre el peligro, la tentación: hacernos un Dios a nuestra medida, un Dios para usarlo. Y Dios es otra cosa. (Papa Francisco, Ángelus, 11 de diciembre de 2022)
ORACIÓN
Señor Jesús, al igual que Juan el Bautista, a veces nos encontramos en momentos de oscuridad o duda, preguntándonos si Tú eres verdaderamente el Mesías que esperábamos, o si debemos seguir esperando otra señal.
Te pedimos, Espíritu Santo, que nos concedas la claridad para ver Tus obras en nuestras vidas y en el mundo. Que no nos dejemos cegar por las apariencias, sino que reconozcamos Tu poder en los actos de misericordia, sanación y liberación que realizas hoy: en la fe de los que creen, en la esperanza de los que sufren y en el anuncio del Evangelio a los más necesitados. Amén
Reflexión del Evangelio escrita por Pbro. Ernesto María Caro
Ahora, en este domingo, la liturgia nos direcciona hacia el discernimiento. Es necesario, en medio de todo el folclor de la Navidad, descubrir el sentido profundo de ésta. Por ello, lo primero que debemos preguntarnos es ¿qué es lo que estoy celebrando o lo que voy a celebrar? Y esto porque es necesario reconocer que la Navidad celebra el hecho de que Jesús, que es el Mesías y el Salvador, mi Salvador, ha llegado y ha nacido entre nosotros.
Por ello, el Adviento es un tiempo para pulir nuestra mirada y no perder a Jesús entre luces, compras y ruido. Es, pues, necesario reconocer su paso entre nosotros, descubrir su presencia en lo pequeño, ya que, como decíamos, la Navidad se puede perder entre emociones, cenas y nostalgia. Sin embargo, la auténtica Navidad consiste en descubrir a Cristo presente hoy, actuando en el pobre que necesita algo, en la familia que también debe de sanar, en el perdón que tenemos pendiente de dar, en la oración que nos vuelve a unir a Dios y en los milagros pequeños de cada día.
Pregunta:
¿Qué dudas o inquietudes estoy llamado a presentar sinceramente ante Jesús en este Adviento?
Cita bíblica del día:.

