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¿Por qué un día del padre?

Lancémonos a revaluar la figura del padre. En esta sociedad de relaciones efímeras y sin compromiso es necesario dar una mirada seria, desde la fe, a la figura paterna

El católico reconoce la existencia del Padre del cielo y en ella basa la figura paterna terrenal. En la familia reposa la responsabilidad de educar a los hijos y de darles el amor y el ejemplo necesarios para conocer, vivir y disfrutar de esa figura. Sin embargo, aunque no es un fenómeno social nuevo, la ausencia de la figura paterna es una dolorosa realidad hoy. Miles de familias son monoparentales, en cabeza de una mujer, que puede  haber sido abandonada por irresponsabilidad del hombre, pero se encuentran muchos casos en que el papá ha sido obligado a ir a la guerra, es desplazado, asesinado por odios religiosos o se ha visto en la necesidad de dejar la familia y emigrar buscando un mejor futuro.

Vayamos a la Biblia y los sermones del Papa para conocer más de la figura paterna.

 En la Biblia, Antiguo Testamento: (1)

En los inicios del mundo bíblico, y en la mayor parte de las religiones del Antiguo Oriente desde el segundo o desde el tercer milenio antes de Cristo, se emplean los símbolos familiares para hablar de Dios. Así, lo presentan bien como madre, en línea matriarcal, para destacar los aspectos de cercanía vital y de cariño; o bien como padre, en línea patriarcal, para destacar en lo divino los rasgos de autoridad, de orden conseguido por la fuerza. Estamos pues ante un dato conocido: muchos pueblos han visto a Dios como padre pero, como nos indica Xabier Pikaza, hay que precisar esta afirmación. En este plano la imagen del padre y de la madre no están aún separadas. Esta visión de Dios muy bien pudiera verse como proyección de la experiencia familiar donde padre y madre constituyen los polos fundantes de la vida. Sin embargo, entre los siglos VII y V a.C. tanto la visión materna como la paterna de Dios entraron en crisis, afectando también al judaísmo.

En la Biblia la percepción de la paternidad evoluciona desde la sorprendente reserva del Antiguo Testamento (A.T.) -menos de 20 menciones en todo él-, hasta la afirmación definitiva en la riqueza excepcional del Abbá de Jesús.

a) Antiguo Testamento. - La teología del A.T. nos muestra cómo la imagen de Dios se va depurando y profundizando a lo largo de la experiencia de Israel. Depurando, porque a medida que avanza el relato veterotestamentario va surgiendo un Dios libre, personal y amoroso que no obra arbitrariamente, sino atendiendo a la conducta ética y a la intención libre del hombre. Profundizando, sobre todo por medio de la tradición profética que va poniendo al descubierto su bondad protectora, su amor gratuito, su perdón incondicional. A pesar de esto, la figura de Dios en Israel no se configura desde el símbolo del Padre.

Para el A.T. Dios no aparece como padre, sino como Yavé, el que es, el Señor: Soy el que Soy, el que Estoy con vosotros: Yavé (Ex 3, 14). Desde este momento Yavé será el nombre verdadero de Dios, un nombre que los hombres ni siquiera podrán pronunciar, sólo el sumo sacerdote podrá proclamarlo en la fiesta de la gran expiación. Desde el siglo 1 a.C. los judíos han sacralizado este nombre de tal forma que no lo escriben entero ni lo pronuncian, poniendo en su lugar equivalentes como Adonai, Kyrios o Señor.

El Dios del A.T. se presenta como voluntad liberadora que ha elegido un pueblo y le ha llamado a la existencia en el mar Rojo, experimentada en el éxodo; amigo que establece con el pueblo un pacto de amistad y que suscita una respuesta de confianza y cumplimiento hacia la ley, experimentada en la alianza; y llamada que convierte a los creyentes en peregrinos que buscan el reino de la auténtica existencia, experimentada en la promesa.

Como venimos diciendo, los pasajes que aluden a Dios como Padre en el A.T. son escasos:

- El tema aparece en un contexto profético, de elección divina y de respuesta humana: Os 11, 3-8; Jer 3; 4; 19; 31, 9 

- El tema forma parte de la teología del rey, normal entre los pueblos del Oriente. David, en un momento dado, aparece como rey sacral, de modo que su trono garantiza la presencia y protección de Dios sobre el conjunto de su pueblo. Los salmos reales destacan de manera especial esta unidad de Dios con el monarca, presentándola como paternidad adoptiva: Sal 2, 7; 68, 6; 89, 27.

- El tema aparece finalmente en un contexto de piedad judeo-helenista. Hay un grupo de textos que presentan a Dios como padre de los creyentes, tomados ya en sentido individual: Si 23, 1-4; Sab 14, 3.

 En el Nuevo Testamento:

Dios es la gran cuestión para el hombre en general, cristiano o no cristiano. Tanto uno como otro no pueden dejar de hablar de Dios, aunque lo hagan con una finalidad bien diferente: el uno para afirmar; el otro para negar. El hombre, como ser humano que se interroga, no puede dejar de hablar de Dios, aunque sepa que Dios es siempre más de lo que pueda llegar a decir, que siempre es eso y mucho más; incluso que Dios es sobre todo lo que no somos capaces de decir y expresar. Ahora bien, entre humanos hemos de entendernos y sólo podemos hacerlo acudiendo al lenguaje para hablar de las realidades, incluso de las que sabemos poco o casi nada. En este caso hemos de hacerlo siempre con mucha prudencia y cautela, sirviéndonos de palabras fácilmente comprensibles para todos; palabras del lenguaje cotidiano; palabras que tienen tras de sí un contenido que todos captamos fácilmente. Eso es lo que hacemos cuando con el término Padre pretendemos acercarnos al misterio insondable de Dios.

Sin perder nunca de vista esta perspectiva, hablaremos de Dios como Padre, pero siendo conscientes también que el término empleado, y que nos parece uno de los más adecuados, encierra una injusticia, ya que con idéntica razón podríamos hablar de Él como Madre. Es más, acaso fuera muy interesante hacerlo para restañar el largo silencio histórico que aplicada a Dios ha sufrido esta acepción. Lo ideal sería disponer de una palabra que conjugase ambos significados, paternidad-maternidad, pero como esto no es posible hemos de dejar constancia que esta limitación del lenguaje no impide que donde digamos Padre pueda leerse también Madre.

Dicho esto, pretendemos desde estas páginas acercarnos al verdadero rostro de Dios, y creemos que una palabra como la de Padre, convertida en todo un símbolo, puede ayudarnos a hacerlo mejor que ninguna otra.

En la Biblia la percepción de la paternidad evoluciona desde la sorprendente reserva del Antiguo Testamento (A.T.) -menos de 20 menciones en todo él-, hasta la afirmación definitiva en la riqueza excepcional del Abbá de Jesús.

b) Nuevo Testamento. - Jesús nos revela, y de una vez por todas, el verdadero rostro de Dios. El es la Palabra definitiva de Dios sobre Sí mismo, aquel en el cual Dios mismo ha querido desvelar su rostro a los hombres. De tal forma esto es así, que los cristianos no tomamos el rostro de Dios de la experiencia de la naturaleza, como sucede en las religiones naturales; ni tampoco de la especulación racional o filosófica, como sucedía entre los antiguos griegos o entre los más modernos deístas. Nuestra imagen de Dios se ha manifestado en la persona y en la vida de Jesús de Nazaret. Lo que tantos hombres durante tantos siglos buscaron a tientas; lo que tantos hombre de hoy no buscan o sin más rechazan, se dió a conocer en Él abiertamente.

- Dios es el "Abbá" de Jesús. La traducción literal de esta expresión sería, como muy bien expuso J. Jeremías, Dios es el "papá" o el "papaíto" de Jesús. Algo osado, radical, inaudito y blasfemo como forma de dirigirse a Dios en medio del mundo judío que ni siquiera se atrevía a pronunciar el nombre de Dios, como hemos visto. Jesús osa dirigirse a Dios como un hijo a su padre. Esta expresión en la lengua hablada por Jesús desde la infancia es el apelativo con el que los niños, y también los mayores en la intimidad familiar, se dirigían a Dios. Desde el principio en su relación con Dios, como después en otros aspectos de su vida y de su mensaje, queda marcada la radical novedad de su presencia.

-       Jesús revelador del Padre. Así se afirma de manera expresa en Jn 1, 18: "A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer". De esta forma Jesús aparece como el que nos revela al Padre. Ha descubierto a Dios y quiere hacernos partícipes de ese descubrimiento. Jesús vive, ama, se entrega y actúa desde un Dios cercano a quien invoca con el nombre de Padre, de tal forma que se atreve a presentarlo como Padre suyo en especial, siendo a la vez Padre de todos los humanos. En su papel de revelador sólo El es el que manifiesta el verdadero rostro de la última y misteriosa realidad que llamamos Dios.

 El Papa: (2)

En su catequesis de la  audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa Francisco prosiguió sus reflexiones sobre la familia, deteniéndose, el último miércoles de enero de 2015, en la palabra padre, “palabra universal” – dijo – conocida por todos, que indica una relación fundamental cuya realidad es tan antigua como la historia del hombre.

El Obispo de Roma recordó que se trata de la palabra con la que Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios, dándole un nuevo y profundo sentido, revelándonos así, el misterio de la intimidad de Dios.   También destacó que en nuestros días se ha llegado a hablar de una “sociedad sin padres”. Y explicó que con la ausencia de esta figura se pretende pensar en una especie de liberación, sobre todo cuando se percibe al padre como la autoridad cruel que coarta la libertad de sus hijos.

El Pontífice destacó que tanto las comunidades cristianas como las civiles deben estar atentas a esta situación creada “de orfandad”, en los niños y jóvenes de hoy, que viven desorientados sin el buen ejemplo o la guía prudente de un padre; porque esta “ausencia” deja lagunas y heridas en la educación de los jóvenes, que carecen de guías y corren el riesgo de caer en los ídolos que les roben el corazón, la ilusión y las auténticas riquezas.

Al saludar a los fieles y peregrinos procedentes de América Latina y de España, el Papa Bergoglio invitó a no olvidar que Jesús nos prometió no dejarnos huérfanos, por lo que debemos vivir con la esperanza puesta en Él, sabiendo que el amor puede vencer al odio y que es posible un futuro de fraternidad y de paz para todos. En el vídeo se visualiza y escucha toda la catequesis y el resumen que el Papa ha hecho en español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Retomemos el camino de catequesis sobre la familia. Hoy nos dejamos guiar por la palabra “padre”. Una palabra más querida que cualquier otra por nosotros cristianos, porque es el nombre con el cual Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios: Padre. El sentido de este nombre ha recibido una nueva profundidad precisamente a partir del modo en el cual Jesús lo usaba para dirigirse a Dios y manifestar su especial relación con Él. El misterio bendito de la intimidad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu, rebelado por Jesús, es el corazón de nuestra fe cristiana.

“Padre” es una palabra conocida a todos, una palabra universal. Ella indica una relación fundamental cuya realidad es antigua cuánto la historia del hombre. No obstante, hoy se ha llegado a afirmar que nuestra sociedad sería una “sociedad sin padres”. En otros términos, en particular en la cultura occidental, la figura del padre estaría simbólicamente ausente, desvanecida, removida. En un primer momento, la cosa fue percibida como una liberación: liberación del padre-padrón, del padre como representante de la ley que se impone desde el exterior, del padre como censor de la felicidad de los hijos y obstáculo a la emancipación y a la autonomía de los jóvenes. En efecto, en el pasado algunas veces en nuestras casas reinaba el autoritarismo, en ciertos casos incluso el atropello: padres que trataban a los hijos como siervos, no respetando las exigencias personales de su crecimiento; padres que no los ayudaban a emprender su camino con libertad – pero no es fácil educar a un hijo en libertad – padres que no los ayudaban a asumir las propias responsabilidades para construir su futuro y aquel de la sociedad. Esto ciertamente es una actitud no buena.

Pero como frecuentemente sucede, se pasa de un extremo al otro. El problema de nuestros días no parece ser más tanto la presencia invasiva de nuestros padres, sino más bien su ausencia, su contumacia. Los padres están a veces tan concentrados en sí mismos y en su propio trabajo y a veces sobre su propia realización individual, al punto de olvidar también la familia. Y dejan solos a los niños y a los jóvenes. Ya como obispo de Buenos Aires advertía el sentido de orfandad que viven hoy los chicos. Y a menudo les preguntaba a los papás si jugaban con sus hijos, si tenían el coraje y el amor de perder tiempo con los hijos. Y la respuesta era fea. En la mayoría de los casos era: “no puedo porque tengo tanto trabajo”. El padre estaba ausente con ese hijo que crecía y no jugaba con él, no perdía tiempo con él.  Ahora, en este camino común de reflexión sobre la familia, quisiera decir a todas las comunidades cristianas que debemos estar  más atentos: la ausencia de la figura paterna en la vida de los pequeños y de los jóvenes produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves.  Y en efecto, las desviaciones de los niños y de los adolescentes en buena parte se pueden atribuir a esta falta, a la carencia de ejemplos y de guías competentes en su vida de todos los días, a la carencia de cercanía, a la carencia de amor de parte de los padres. El sentido de orfandad que viven tantos jóvenes es más profundo de lo que pensamos.

Son huérfanos pero ‘en familia’, porque los padres a menudo están ausentes, incluso físicamente, de casa, pero sobre todo porque, cuando están, no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen con su tarea educativa, no dan a los niños con su ejemplo acompañado de las palabras, aquellos principios, aquellos valores, esas reglas de vida, de las que necesitan como el pan. La calidad educativa de la presencia paterna es mucho más necesaria cuanto más el papá se ve obligado por trabajo a estar lejos de casa. A veces pareciera que los papás no supieran bien qué lugar ocupar en la familia y cómo educar a los hijos. Y entonces, ante la duda, se abstienen, se retiran y descuidan sus responsabilidades, tal vez, refugiándose en una relación improbable “a la par” con los hijos. Es verdad que debes ser compañero de tu hijo, pero sin olvidar que tú eres el padre ¿eh? Si solamente te comportas como un compañero ‘a la par’ de tu hijo, esto no le hará bien al muchacho.

Pero esto también lo vemos en la comunidad civil. La comunidad civil con sus instituciones, tiene una cierta responsabilidad, podemos decir, paterna hacia los jóvenes. Una responsabilidad que a veces descuida o ejerce mal. También ella a menudo los deja huérfanos y no les propone una verdad de perspectiva. Los jóvenes quedan, así, huérfanos de caminos seguros a recorrer, huérfanos de maestros en los cuales confiarse, huérfanos de ideales que inflamen el corazón, huérfanos de valores y esperanzas que los sostengan cotidianamente. Son llenados, tal vez, de ídolos, pero se les roba el corazón; son empujados a soñar diversiones y placeres, pero no se les da trabajo; son ilusionados con el dios dinero, y se les niegan las verdaderas riquezas.

Entonces hará bien a todos, a los padres y a los hijos, volver a escuchar la promesa que Jesús hizo a sus discípulos: “No los dejo huérfanos” (Jn 14:18). Es Él, de hecho, el camino a recorrer, el Maestro al que escuchar, la Esperanza de que el mundo puede cambiar, que el amor vence al odio, que puede haber un futuro de fraternidad y de paz para todos.

Alguno de ustedes podría decirme: “padre, usted hoy ha sido demasiado negativo; ha hablado sólo de la ausencia de los padres, y de lo que sucede cuando los padres no están cerca de los hijos”. Es verdad, he querido subrayar esto porque el próximo miércoles seguiré con esta catequesis, poniendo a la luz la belleza de la paternidad. Por esto he elegido comenzar de la oscuridad para llegar a la luz.  Que el Señor nos ayude a comprender bien estas cosas. Gracias

En nuestra reflexión sobre la familia, hoy nos centramos sobre la palabra padre. Padre es una palabra universal, conocida por todos, que indica una relación fundamental cuya realidad es tan antigua como la historia del hombre. Es la palabra con la que Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios, dándole un nuevo y profundo sentido, revelándonos, así, el misterio de la intimidad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que es el centro de nuestra fe cristiana.

En nuestros días, se ha llegado a hablar de una “sociedad sin padres”. La ausencia de la figura paterna es entendida como una liberación, a veces, sobre todo cuando el padre es percibido como la autoridad cruel que coarta la libertad de los hijos, o cuando éstos se sienten desatendidos por unos padres centrados únicamente en sus problemas, en su trabajo o realización personal, o caracterizados por su marcada ausencia del hogar.

 Todo esto crea una situación de orfandad en los niños y jóvenes de hoy, que viven desorientados sin el buen ejemplo o la guía prudente de un padre. Todas las comunidades cristianas y la comunidad civil deben estar atentas a la ausencia de la figura paterna, pues ésta deja lagunas y heridas en la educación de los jóvenes.

Sin guías de los que fiarse, los jóvenes pueden llenarse de ídolos que terminan robándoles el corazón, robándoles la ilusión, robándoles las auténticas riquezas, robándoles la esperanza.

 

Notas:

1: mercaba.org

2. vatican.va, 2015

 

(imagen: archivo particular)