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La Visitación: Un encuentro, dos mujeres, un solo Amor

El encuentro entre María e Isabel nos invita a redescubrir nuestra capacidad de asombro bastante escasa en estos días. "Mira, también tu parienta Isabel ha concebido en…

Las palabras anteriores son del Arcángel Gabriel a La Santa Virgen María el día de la Anunciación. Le expresa, sin decirlo directamente, que el Misterio de su maternidad está ligado a Isabel y a su hijo Juan.

Por eso ella se apresura a visitarlos. Ellos vivían en un pueblo de Judea con Zacarías, padre y esposo devoto. Isabel era de edad avanzada, sesenta años.

Sería esta la primera ocasión que nuestro Amado Jesús y Juan el Bautista estarían muy cerca. Esta vez en el vientre de sus santas madres.

En el encuentro entre la joven María y la anciana Isabel hay que identificar la suprema presencia del Espíritu Santo, pues el saludo de Isabel y la respuesta de la Virgen demostraban que estaban llenas de Él, como nos lo cuenta también el Evangelista San Lucas.

Así le dijo Isabel a María: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”

Y María eleva aquel canto majestuoso al que llamamos el Magnificat. Recordemos las palabras de nuestra Madre del Cielo:

“Mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu festeja a Dios mi salvador, porque se ha fijado en la humillación de su esclava y en adelante me felicitarán todas las generaciones”. Como vemos, en tono profético María anuncia cuál es su papel protagónico en todos los tiempos. En la historia de la Salvación.

El valor de la humildad y la misericordia.

Este encuentro también deja claro que sin humildad  y entrega sincera es imposible agradar a Dios. Ella, la llena de Gracia, es realmente un referente al momento de aceptar cada uno de nosotros la misión que Dios nos preparó desde siempre. Es necesaria la total disponibilidad para que el Señor tenga piedad y haga de nosotros un instrumento fiel y valioso para su Santo Corazón.

María es entonces la Madre de Dios. Jesús hace de ella un Templo Inmaculado. Hay que destacar que quien busca a Isabel es María, como lo hace ahora con nosotros, pues ella clama para que busquemos la Misericordia de nuestro Creador ahora que es posible. Para que transitemos por el Camino que conduce al Cielo. Y ahora que nuestro amado Papa Francisco ha dedicado este año a la ternura de Dios: su infinita Misericordia, es  un gran momento para decir Sí a nuestro Padre como lo hace María. Como lo pone en práctica Isabel.

En cuanto a Juan el Bautista y su misión, en el seno de Santa Isabel al momento del saludo entre las dos mujeres, dejemos que sea nuestro Papa Emérito Benedicto XVI quien nos cuente la trascendencia de “la voz que clama en el desierto”. Encontramos esta frase en el libro Jesús de Nazaret de su autoría:

“Con la predicación del Bautista se hicieron realidad todas estas antiguas palabras: se anunciaba algo realmente grande”.

Juan llama a enderezar los caminos. Anuncia la llegada del Mesías, del Hijo de Dios. Y bautiza a Jesús con agua para que se sigan cumpliendo todas las profesías. Juan es muy importante en la Historia de la Salvación. Y tiene el honor de ser un mártir. Como lo es en el monte Calvario Cristo.

Quisiéramos destacar que María en este episodio de la Visitación no llega donde su pariente Isabel a que ella le sirva. Viene a servir. Sabe que en el servicio está la clave de la felicidad. Que el dar y el darse llena nuestro corazón de todas las alegrías.

¿En qué lugar exacto de la tierra se encontraron María e Isabel?

Nos parece interesante e importante saber en qué lugar de la tierra con exactitud se encontraron María e Isabel. En el libro de las Escuelas radiofónicas Marianas, texto fundamental de las enseñanzas sobre la Virgen en Radio María de Colombia, encontramos la respuesta. Así dice:

“Entre las diversas localidades propuestas como lugar de la Visitación de María a Isabel y del nacimiento del Precursor, una sola presenta cierta aceptabilidad y está apoyada por la tradición: Ain Karim, una pequeña ciudad a siete kilómetros al occidente de Jerusalén, sobre una colina  enmarcada por el verde intenso de los pinos y los cipreses, y dominando un hermoso valle donde se cultiva la vid y árboles frutales”.

Cada uno de nosotros debe lo antes posible escuchar el llamado que Dios a todos nos hace y actuar. Ser sarmiento de la Vid, que es Jesucristo. Debemos evitar llegar a convertirnos en la cizaña que irá al fuego que nunca se apaga. Depende de nosotros ser como María y decir sí a nuestro Padre Dios. Pero un sí de verdad, que provenga de lo profundo del ser.

Depende de nosotros valorar el inmenso Amor de Dios, quien le dio un hijo a Isabel, una mujer anciana que le creyó al Señor y se dispuso. El poder de Dios es infinito y maravilloso.

¿Estás listo para empezar o seguir transitando estos territorios misteriosos del Creador? ¿No quieres que te visite siempre y te indique el Camino? Abramos nuestro corazón al llamado y veremos grandes cosas. Pongamos en práctica el Evangelio del Amor y nuestra vida será otra. O sino pregúntenselo a María y a Isabel.