La mañana estuvo marcada por la reflexión sobre los Siete Dolores de la Santísima Virgen María. A través de la meditación y el rezo del Santo Rosario, nos unimos al sufrimiento de nuestra Madre, quien esperó con fe firme la promesa del Padre.

La noche se iluminó con la celebración solemne de la Vigilia Pascual, la "madre de todas las vigilias". Este año, tuvimos la alegría de celebrar dos misas de la Vigilia, una a las 5 presidida por Monseñor Ricardo Pulido y otra a las 8, presidida por el Padre Luis Mendoza, ambas concelebradas con nuestro párroco, marcando la transición de la oscuridad del sepulcro a la luz gloriosa de la Resurrección. Durante el Gloria pudimos presenciar cómo se "corría la piedra del sepulcro" y la imagen del Resucitado salía, un momento que llenó de alegría a los fieles.

La Vigilia Pascual, con sus símbolos, sus lecturas y sus ritos, nos preparó para recibir la plenitud de la Pascua. Pasamos de la oscuridad a la luz, de la tristeza a la alegría, de la muerte a la vida. La Resurrección de Jesucristo es la Buena Nueva que transforma nuestras vidas y nos abre a un futuro de esperanza eterna.
Que la luz del Resucitado ilumine siempre nuestros caminos y que la alegría de la Pascua permanezca en nuestros corazones.