Hermoso amanecer en el que nos levantamos y nuestro primer pensamiento es para darte gracias. Danos en este día la gracia de comprender tu palabra y lo que esperas de cada uno de nosotros. Al inicio de nuestra jornada laboral te pedimos que bendigas nuestras obras y acciones y nos inspires palabras de fe y optimismo. Danos la ocasión de reflexionar y pensar en tus sabias palabras. Tú te haces cercano a nosotros cuando nos extraviamos, tú nos buscas hasta encontrarnos. Atráenos de nuevo a ti; enséñanos tu camino hacia ti y nuestros hermanos, porque tú eres el camino, la verdad y la vida.
Señor, somos la oveja perdida, que sentimos miedo en la soledad y el extravío, sentimos sed y queremos ser saciados. A veces desobedientes, pero queremos tener la seguridad de que nos encontrarás y nos cargarás sobre tus hombros.
Hoy Isaías llena nuestro corazón de esperanza e ilusiones con el grito que nos dirige: «Mirad, el Señor Dios llega con poder y con su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho». Gracias, Señor. Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos. Amén.
Un muy esperanzador martes colmado de felicidad y bendiciones.
PALABRA DEL PAPA
La humanidad –todos nosotros– es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios no consiente que ocurra esto; no puede abandonar la humanidad a una situación tan miserable. Se alza en pie, abandona la gloria del cielo, para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz. La pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el buen pastor, que ofrece su vida por las ovejas. (…) La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor: no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores. (…) La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud. (Beneidcto XVI, Misa inicio pontificado del 24 de abril de 2005)
ORACIÓN
Padre bueno y clemente, que en Jesús nos das toda clase de bendiciones y nos confortas en nuestros sufrimientos, ayúdanos a imitarlo a él, buen samaritano, y con tu gracia haz que socorramos a nuestros hermanos que sufren para que comuniquemos a todos el consuelo que viene de ti.
cf, Reflexión del Evangelio escrita por Juan Lara, miembro de Vivir en Cristo.
El pasaje del Evangelio que escuchamos hoy nos recuerda el valor que tenemos para Dios. Su lógica es muy distinta a la nuestra. Seguramente si hubiéramos sido nosotros ese pastor, hubiéramos preferido quedarnos cómodamente esperando a que esa oveja regresara por sí sola, por no querer arriesgarnos al peligro o que se nos perdiera otra de las noventa y nueve que quedaban.
El Buen Pastor es diferente. Él tiene interés particular por cada uno de nosotros y hace hasta lo imposible por rescatarnos. Dios toma la iniciativa, sabe que la oveja perdida está asustada y que no sabe cómo regresar. El Buen Pastor toma el riesgo y hace el esfuerzo por encontrarnos.
Este tiempo de Navidad es un tiempo propicio en donde, a pesar de todas las distracciones del consumismo, Jesús, el Buen Pastor, sale en búsqueda de las ovejas perdidas, las extraviadas, las que se han desviado del camino y nos llama por medio de sutiles mensajes de amor, luces, señales que nos hacen ver su cuidado y amor incondicional.
La Navidad es, en esencia, la celebración de este pasaje: Jesús, el Buen Pastor, descendiendo a la tierra para buscar a la humanidad perdida. Nos busca para sanarnos, para curar nuestras heridas de abandono y de tristeza, nos recuerda que ha venido a salvarnos y rescatarnos del peligro y se alegra por recuperar a aquellos que se dejan encontrar.
Nos invita también a ser el pastor de alguien más, a salir a buscar, dejar nuestra comodidad y encontrarnos no solo con los noventa y nueve que nos quieren y que nos hacen regalos, sino con aquellos que no tienen recursos, que no tienen algo para darnos de intercambio. A salir a la calle por la oveja perdida, asustada, abandonada, hambrienta y no solo de comida sino de amor.
A veces nosotros mismos podemos ser esa oveja perdida, a pesar de las fiestas y eventos de la temporada, nos sentimos vacíos. La alegría pasa desapercibida porque no nos damos cuenta de que el motivo de la celebración es Dios. Si es así, déjate encontrar por el Buen Pastor, detente y busca una iglesia o en tu propia casa, ahí, junto al nacimiento que pusiste de adorno, adora a ese pequeño Niño Dios que se hizo hombre y reconócelo. Ten por seguro que escucharás su voz que te invita a regresar al redil de las ovejas, te sanará, te llevará en sus hombros y se alegrará contigo, porque te ha encontrado y te ama.
Pregunta:
¿En qué áreas de mi vida me siento como una oveja perdida que necesita ser encontrada por Dios?
Cita bíblica del día.
«Yo mismo buscaré a mis ovejas y las cuidaré» (Ez 34,11)

