Al despertar y sentir el calor de tu cariño, te damos gracias y nos levantamos con alegría para iniciar una nueva jornada y hacerlo para glorificarte.
Te damos gracias por tu palabra que nos inspira. Con frecuencia sentimos hambre de poder cuando no lo tenemos; cuando lo poseemos, pedimos y anhelamos más poder todavía; y entonces no sabemos cómo usarlo correctamente. Ayúdanos a aceptar siempre nuestros talentos, cualidades y el poder de nuestra influencia como dones que vienen de tus manos; enséñanos a usarlos para el bien de nuestros hermanos, para curar y perdonar, para llevar vida a otros y para edificar como Tú lo hiciste. Regálanos la fe de la mujer hemorroisa o la fe de Jairo para saber que todo está en tus manos y tener la seguridad en tu palabra: «no temas, basta que tengas fe».
Llénanos de alegría y optimismo, levántanos —cuando el agobio y el cansancio nos dominen— para seguir nuestro caminar y danos la humildad y sencillez para compartir con nuestros hermanos. Amén.
Un muy bendecido martes. Hoy, toquemos a Jesús y dejemos que Jesús nos toque.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Aprendamos esto: frente a los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, frente a las heridas del alma, frente a las situaciones que nos abaten e incluso frente al pecado, Dios no nos mantiene a distancia, Dios no se avergüenza de nosotros, Dios no nos juzga; al contrario, Él se acerca para dejarse tocar y para tocarnos y siempre nos levanta de la muerte. Siempre nos toma de la mano para decirnos: ¡Hija, hijo, levántate! (cf. Mc 5,41), ¡Camina, ve hacia delante! “Señor, soy un pecador” – “¡Sigue adelante, yo me hice pecado por ti, para salvarte!” – Pero tú, Señor, no eres un pecador” – “No, pero yo sufrí todas las consecuencias del pecado para salvarte”. ¡Es hermoso esto! Fijemos en el corazón esta imagen que Jesús nos entrega: Dios es el que te toma de la mano y te levanta, el que se deja tocar por tu dolor y te toca para curarte y darte de nuevo la vida. (Ángelus, 30 de junio de 2024)