El domingo pasado eran las mujeres las que recibían la noticia, ahora son los hombres, un grupo de apóstoles y discípulos, los que tienen la experiencia de encontrarse contigo Resucitado. Estos encuentros fueron para confirmarlos en todo lo que habían vivido a lo largo del tiempo que te siguieron hasta tu muerte en la cruz. Nosotros no hemos tocado con nuestros dedos las señales de tus heridas; sin embargo, creemos en Ti. Otórganos una fe profunda, firme, duradera, para que tu Espíritu aliente esta nueva vida en nosotros y nos haga mirar con nuevos ojos a nuestros hermanos de manera que podamos llevarles tu paz, tu justicia y tu amor.
Que la gente que nos rodea vea por medio de nosotros que estás vivo. En este domingo llamado de la misericordia te pedimos, Señor, que tu Espíritu misericordioso transforme nuestras vidas y seamos ejemplo y testimonio de tu resurrección. Ayúdanos a ser misericordiosos con nuestros hermanos y, ante todo, Señor, «que tu misericordia venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti». Tus palabras nos alienten para practicar la misericordia como Tú nos has dicho: «SED MISERICORDIOSOS, COMO VUESTRO PADRE ES MISERICORDIOSO». Que santo Tomás nos ayude a reconocerte resucitado, a tener fe en Ti y exclamar: «Señor mío y Dios mío». Amén.
Un muy feliz y santo domingo llenos de tu amor y tu misericordia.
«DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO»
En memoria del papa Francisco
Nos ha dejado el papa Francisco. Un Papa cercano a la gente que ha abierto puertas y caminos. Damos gracias por su vida al servicio de la Iglesia y rezamos por él.
En este Segundo Domingo de Pascua, también llamado Domingo de la Divina Misericordia, contemplamos el inmenso amor de Dios reflejado en la incredulidad de Tomás. Su falta de fe lo lleva a un encuentro personal con el Cristo resucitado, a quien reconoce por las heridas de los clavos en sus manos. Finalmente, ante la evidencia de la resurrección, proclama con profunda fe: “¡Señor mío y Dios mío!”
La duda de Tomás nos invita a reflexionar sobre nuestra propia fe. Nos recuerda que sin un encuentro personal con el Resucitado nuestra fe puede vacilar. Ser creyente no es solo aceptar una enseñanza, sino vivir la experiencia interior de un Cristo vivo y presente en nuestra vida.
Jesús sigue resucitando hoy, haciéndose presente incluso en medio de la incredulidad y del corazón cerrado de muchos. No hay barrera que su misericordia no pueda atravesar, porque su deseo es que toda la humanidad experimente, desde ahora, la alegría y la certeza de su presencia en el mundo.
Meditación del Papa
Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo continúa en el espacio y en el tiempo, atraviesa los siglos y los continentes. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres en sentido material y espiritual. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a Él como el cuerpo a la cabeza. "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Así dice el Resucitado a los discípulos, y soplando sobre ellos, añade: "Recibid el Espíritu Santo". Dios por medio de Jesucristo es el principal artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos, aquel mismo Espíritu que se posó sobre él y permaneció en él durante toda su vida terrena, dándole la fuerza de "proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista"; de "poner en libertad a los oprimidos" y de "proclamar el año de gracia del Señor". (Benedicto XVI, 11 de octubre de 2012).