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26-abr.-2025, sábado de la Octava de Pascua

¿Quién es digno de ser discípulo de Cristo y mensajero de la Buena Nueva? ¿Quién es el predilecto de Jesús? El consentido de Jesús y su mensajero es cada uno.

“Buenos días”, es un saludo y un agradecimiento. Buenos días para decir “gracias, Señor, por el don de la vida”, para decir “hoy deseo que sea un día importante”, para ti que puedes realizar lo que el Señor tiene destinado para cumplir durante este día.

Hoy en tu palabra muestras extrañeza por la falta de fe de tus discípulos, quizá por el miedo o el temor, pero Tú dijiste a la Magdalena: “Soy Yo, no temáis”. A los discípulos de Emaús les abriste los ojos en la fracción del pan. Danos la alegría de confiar en tu palabra y que las nuestras sean confiables para nuestros hermanos. Que sigamos teniendo la fuerza necesaria para mostrarte verdaderamente como el Resucitado. Gracias por esta semana que bondadosamente nos has concedido y en la que hemos encontrado momentos de alegría, felicidad y algunos obstáculos que han sido superados gracias a tu bondad y misericordia. Ahora que tomamos un descanso de fin de semana, repara nuestras fuerzas y concédenos la gracia de seguir siendo discípulos anunciadores de esperanza. Bendícenos en tu Santo nombre. Amén. 

Feliz y bendecido fin de semana. 

MEDITACIÓN DEL PAPA

Lo que Dios te dice en el Evangelio.

¿Quién es digno de ser discípulo de Cristo y mensajero de la Buena Nueva? ¿Quién es el predilecto de Jesús? El consentido de Jesús y su mensajero es cada uno. Todos estamos llamados a dejarnos amar por Jesús, pues Él quiere tocar nuestra miseria y nuestra debilidad para que nos demos cuenta de que para Él eso no es importante. No importa el pecado que podamos llevar con nosotros, no importan las tristezas que nos puedan abatir. Lo importante es dejar que Cristo las sane, pues es Él el médico que viene a demostrarnos que no hay nada imposible para Él. 

En el Evangelio de hoy vemos algo que sin duda nos puede llenar de esperanza. A la primera persona a la que Jesús se aparece resucitado es a María Magdalena de la que había sacado siete demonios. Y es a ella a quien manda en primer lugar para anunciar su resurrección, para llevar su alegría y su testimonio a los que lloraban. Pero no le creyeron porque su tristeza era profunda y pensaban que no había salida, que todo había acabado. Y tuvo que venir otro mensajero y después otro, pero sólo hasta que Jesús se les apareció creyeron y su tristeza se convirtió en gozo. 

¿Qué no dice a nosotros esto? Dos cosas. La primera es la necesidad de encontrarnos con Cristo, de dejar que entre en nuestros corazones y nos transforme porque sólo así podremos ser sus apóstoles y llevar la alegría al mundo de hoy, que tanto necesita de un mensaje de esperanza. La segunda cosa es que nosotros somos esos mensajeros que preparamos el camino, no somos los que convertimos a las personas o quienes damos alegría. Somos una chispa, en medio de la oscuridad, que prepara los corazones para el encuentro con Cristo. Somos los que dejamos desconcertados y demostramos que un cambio es posible, pero sólo Cristo, en el encuentro personal, es capaz de dar a los corazones lo que necesitan. 

Nosotros anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos más oscuros de nuestra existencia y podemos compartirla con los otros; cuando sabemos sonreír con quien sonríe y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y corre el riesgo de perder la esperanza; cuando contamos nuestra experiencia de fe a quien está buscando el sentido y la felicidad. Con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida, decimos: ¡Jesús ha resucitado! Lo decimos con toda el alma.(Homilía de S.S. Francisco, 7 de abril de 2015).

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.