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18-sep.-2025, jueves de la 24.ª semana del T. O.

El trinar de las aves —que es de felicidad— nos anuncia que está naciendo un nuevo día, que es hora de despertar, para darte gracias e iniciar nuestra

El trinar de las aves —que es de felicidad— nos anuncia que está naciendo un nuevo día, que es hora de despertar, para darte gracias e iniciar nuestras labores, colocados en tus manos. 

Gracias por la palabra que nos diriges hoy.  Una mujer de mala reputación, aparentemente merecida, se te acerca y muestra de forma bien extravagante que algo en ella clama por una clase de amor más puro del que había experimentado hasta ahora en su vida. Su encuentro contigo en fe y amor la llevó al perdón, para escándalo de los judíos religiosos. Para nosotros también, el encuentro contigo con es siempre un encuentro de perdón y de reconciliación. Tú viniste para sanar lo que está roto y herido. Con tu bondad tocas nuestros corazones. 

Perdona, Padre, nuestras culpas y debilidades. Que tu Santo Espíritu continúe en nosotros el trabajo de nuestra conversión; haznos pacientes y comprensivos, tanto con los que nos quieren como con los que nos fallan o rechazan. No permitas, Señor, que juzguemos con nuestra mirada, que es acusadora; danos la gracia de mirar con la tuya, que es misericordiosa y de perdón. Permite que nuestras lágrimas de arrepentimiento caigan en los pies de nuestros hermanos a los que hemos juzgado en más de una ocasión. Bendícenos y bendice las obras de nuestras manos, para que, al caer de la tarde, sintamos y experimentemos que todo lo realizado, ha sido para gloria tuya. Amén. 

Un muy feliz y reconciliador jueves vocacional. 

PALABRAS DE LOS PAPAS

A Simón, refiriéndose a la mujer pecadora, Jesús le dice: «¡Sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho!»; y a la mujer: «¡Tu fe te ha salvado; vete en paz!». Jesús afirma con autoridad divina el perdón de los pecados. Exige al mismo tiempo arrepentimiento y un cambio de vida. Queridos, mantengamos siempre viva en nosotros la confianza en la bondad y la misericordia de Dios. No hay pecado que Dios no quiera perdonar, cuando uno está arrepentido y decidido a no pecar más. El arrepentimiento de María Magdalena y la parábola que Jesús contó a Simón son muy significativos en este sentido. La condena del mal debe ser ciertamente decisiva, pero se requiere comprensión y paciencia con quienes pecan. La liturgia nos invita, pues, a ser mensajeros de verdad y misericordia, de perdón y alegría. (San Juan Pablo II - Misa en la Gruta de Lourdes en los Jardines Vaticanos, 18 de junio de 1995)

Reflexión escrita por P. Luis Alberto Tirado Becerril, misionero del Espíritu Santo.

Hoy en el Evangelio el Señor interactúa con dos grandes pecadores, pero con una diferencia, la mujer lo reconoce, mientras que el fariseo cree que puede esconderlo incluso de sí mismo. Ella tuvo el coraje de ir a los pies de Cristo, a pesar del dolor y vergüenza, y ha recibido el perdón y la salvación de Dios; él, al no poder reconocer su pecado, mantuvo su fe inmóvil, su amor atrofiado y su esperanza apocada. 

También nosotros podemos estar frente a Cristo como el fariseo y no recibir la salvación que Él quiere darnos por puro amor. Entonces estamos ciegos a veces, a pesar de la luz que Él nos ofrece. Muchas veces consideramos que el pecado que cometemos en realidad no lo es, pero te tengo una noticia que me digo hoy también a mí mismo: no eres tú la medida de la verdad, ni son tus criterios los que determinan qué tan pecaminosa es una acción o elección, sino la misma revelación.

¡Ánimo!, no tengas miedo de hacer constantemente tu examen de conciencia para que, como la pecadora, sientas la necesidad de Dios, de su amor y su perdón; te atrevas a ir a los pies de Cristo mediante el Sacramento de la Reconciliación para ser salvado, y así, con la certeza de tu pequeñez y de su grandeza, puedas levantarte fortalecido para volver a empezar, con esperanza, la aventura del amor verdadero.  

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.