Bendito y glorificado día lleno de amor, optimismo y deseos de servir con corazón agradecido a nuestros hermanos. Gracias por el don de la vida y la salud.
Hoy te pedimos que nos guardes en fidelidad a nuestra misión de anunciar vida y esperanza. Ayúdanos a proclamar tu misericordia y danos la valentía de ser testigos de tu amor y lealtad. Fortalécenos en tu bondad ya que pretendemos ser fuertes, pero no somos más que vasijas de barro, quebradizos y vulnerables. Danos tu Espíritu, para que, cuando no veamos respuesta a nuestros problemas, nunca nos desesperemos; para que, cuando seamos derribados, nos levantemos de nuevo ayudados por tu misericordia y tu bondad. Ayúdanos para que nuestro pensamiento pueda ser como el tuyo, para amar y servir a nuestros hermanos y danos la claridad para comprender que tus caminos y pensamientos son para nuestro bien. Que nuestras fuerzas no las tomemos como venidas de nosotros, sino como dice hoy Pablo: «una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros». «Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios”.
Ahora es el momento de tener en cuenta otras palabras de Pablo que hacen que nuestro corazón se llene de optimismo de fortaleza y de esperanza: «Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo». Amén.
Un muy lindo y anhelado viernes. Bendiciones abundantes en este día.
Meditación del Papa Benedicto XVI
Es importante recordar que «el amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos»(Catecismo de la Iglesia católica, n. 1644). De hecho, Jesús dijo claramente: «Lo que Dios unió, no lo separe el hombre» y añadió: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio». Con toda la comprensión que la Iglesia puede sentir ante tales situaciones, no existen casados de segunda unión, como los hay de primera; esa es una situación irregular y peligrosa, que es necesario resolver con fidelidad a Cristo, encontrando con la ayuda de un sacerdote un camino posible para poner a salvo a cuantos están implicados en ella.
Para ayudar a las familias, os exhorto a proponerles con convicción las virtudes de la Sagrada Familia: la oración, piedra angular de todo hogar fiel a su identidad y a su misión; la laboriosidad, eje de todo matrimonio maduro y responsable; y el silencio, fundamento de toda actividad libre y eficaz. (Benedicto XVI, 25 de septiembre de 2009).