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Procesión a la Basílica de Nuestra Señora de Lourdes

No todos los días una ciudad asiste a la peregrinación de centenares de obispos, cardenales, religiosos, laicos y sacerdotes. Al paso de los participantes en el Jubileo…

Era una extensa fila de hermanos y hermanas, Pueblo de Dios en camino, a lo largo de la carrera 13, entre las calles 74 y 63, cantando con alegría, rezando el rosario a paso cansino, portando la cruz, una pancarta con la imagen de la Virgen de Guadalupe –patrona de América– y otras más, alusivas a las obras de misericordia, comunicando una “Buena Nueva”: la hora de la misericordia ha llegado y está presente en la ciudad.

“La gente busca, todos buscan, puede haber alguna burla, pero hay siempre una búsqueda. Son gritos que encierran una necesidad de serenidad, de paz, de amor, de amistad”, explicaba uno de los peregrinos, ante los rostros que lo observaban.

La cruz presidió la peregrinación por más de 10 cuadras. “Llevar la cruz es llevar la alegría del Evangelio con sencillez, con humildad, desde nuestras miserias, pero con la alegría de saber que hay un tesoro que responde la pregunta más importante de nuestra vida: la vida es un don hermoso que tiene sentido. ¡Es un tesoro, es eterno, y ya empezó!”, exclamó otro peregrino.

Y es que, como señalaba un sacerdote, “en ciudades tan grandes como Bogotá, donde los seres humanos pueden quedar diluidos, donde pueden convertirse en un número más, donde de pronto no cuentan, donde quedan descartados en las periferias existenciales de la vida, una peregrinación como esta nos hace pensar. Es un llamado, un mensaje a remover las conciencias de los sistemas de vida de las ciudades para que no se nos olvide que el otro es  mi hermano”.

Así, peregrinando, de pronto llegamos a la plaza de Lourdes y quedamos frente a la Puerta Santa de la Misericordia, en la Basílica Menor. Oramos y atravesamos el umbral de la misericordia para celebrar el don de la Reconciliación, mediante la liturgia penitencial –presidida por el cardenal José Luis Lacunza– y el misterio eucarístico, este último presidido por el cardenal Marc Oulette. 

Concluidos los actos penitenciales y eucarísticos entre abrazos y en plenitud de alegría, los participantes del Jubileo renovaron su compromiso como misioneros de la misericordia donde la vida clama: los enfermos, los desnudos, los encarcelados, los hambrientos…

Los invitamos a ver el video: