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Misa de clausura WACOM III

Para finalizar el Congreso Apostólico Mundial de la Misericordia, que se llevó a cabo del 15 al 19 de agosto en el Colegio Agustiniano en Bogotá, el cardenal Rubén…

A continuación compartimos algunos apartes y al final el audio completo.

“El perdonar, el compadecerse para cuidar y sanar al hermano, lo que es o parece imposible para el ser humano es posible para Dios”.

Nuestro corazón es incapaz de amar y es egoísta, de ahí la necesidad de seguimiento a Jesús, el cardenal en su homilía retoma el evangelio del joven que se le acerca a Jesús y le pregunta, ¿qué debo hacer para ganar la vida eterna? Y Él le responde: “Déjalo todo y sígueme”, por ello nos hizo la pregunta: ¿Qué significa seguir al Señor?, seguirlo implica ser sus discípulos, seguir la vida del Señor a través de su Palabra que ilumine nuestra mente y corazón.

Su eminencia expresó “Que toda nuestra vida sea tomada y transformada por El, citó a San Pablo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí, y si estoy crucificado con Cristo es la posibilidad de amar como El”.

También resaltó que el Señor está realizando su obra de salvación, que a pesar de las guerras y enfrentamientos, Dios está presente salvando, transformando nuestros corazones; por lo que invitó a los participantes de WACOM III “Al concluir este Congreso Apostólico Mundial de la Misericordia, levantemos nuestro corazón a Dios para que nos elimine nuestra incapacidad de amar”.

Exhortó a ser conscientes de nuestro corazón endurecido por el odio, la mentira, el egoísmo, para que conscientes de nuestra miseria podamos abrir nuestro corazón miserable al Amor de Dios, a su Amor Misericordioso, para que construyamos un mundo de justicia, de fraternidad y de paz.

Al terminar su homilía en esta clausura del Congreso Apostólico Mundial de la Misericordia se dirigió una vez más a los asistentes diciéndoles: “Discípulos de Cristo tenemos una tarea impostergable ser los Testigos del Señor, así fue el mensaje en Aparecida discípulos-misioneros al mismo tiempo Testigos del Señor, que El permita que toda nuestra vida nos haga auténticos misioneros, instrumentos para trabajar por la justicia, la verdad y la paz. En la Eucaristía, hacemos memoria de Cristo muerto y resucitado, que Él venga y more en nosotros para transformar nuestra vida, a ser Testigos de su Amor”.

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