ALGUNAS CELEBRACIONES RELIGIOSAS - SEPTIEMBRE 2025

La natividad de la bienaventurada Virgen María – septiembre 8
El Nacimiento de la Virgen o Natividad de María es una de las trece fiestas marianas del calendario romano general de la Iglesia católica. Se celebra el 8 de septiembre, nueve meses después de la dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen que se celebra el 8 de diciembre. El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.
La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.
San Pedro Claver, Presbítero – septiembre 9
Fue un misionero y sacerdote jesuita español, su nombre era Pere Claver Corberó que pasó a la posteridad por su entrega a aliviar el sufrimiento de los esclavos del puerto negrero de Cartagena de Indias donde vivió la mayor parte de su vida. Se apodó a sí mismo el «esclavo de los negros», célebre en ese entonces por haberse convertido en el centro negrero más grande del Nuevo Mundo. El 9 de septiembre, celebramos a un santo con un poderoso mensaje en favor del auténtico trato humanitario y la dignidad entendida en su plenitud, algo que solo es posible con ayuda del Evangelio: San Pedro Claver SJ (1580-1654), defensor de los desposeídos, un hombre cuyos ojos supieron ver a Cristo en cada persona.
Pedro nació en Verdú (España) el 26 de junio de 1580. A los 19 años fue aceptado en la Compañía de Jesús. Con los estudios y la formación avanzada, fue enviado como misionero a Nueva Granada (hoy Colombia) y ordenado sacerdote en Cartagena en 1616.
Allí se opuso a las injusticias de la esclavitud institucionalizada, por la que se vendía esclavos para todo tipo de trabajo forzado. Rechazó las teorías que no reconocían la humanidad de los negros traídos del Africa y condenó toda forma de maltrato hacia los “etíopes” (nombre genérico con el que se denominaba a los africanos). También tomó parte en defensa de los indígenas, a quienes evangelizó.
Mientras los esclavos se encontraban retenidos en Cartagena esperando ser vendidos y trasladados, Claver atendía a los que llegaban enfermos, hambrientos o maltratados. Incluso se organizaba previamente a la llegada de las embarcaciones de esclavos almacenando las provisiones que él mismo recaudaba. En medio de esas circunstancias, San Pedro instruía a los esclavos en la fe y los bautizaba. Así ganó muchísimas almas para Cristo.
Pedro quiso hacerse “esclavo de los esclavos”, lo que le acarreó muchos problemas. Se ganó enemistades entre las autoridades y, evidentemente, entre los comerciantes de esclavos. Al mismo tiempo, no fueron pocos los fieles que cuestionaron su conducta, o pocas las incomprensiones entre sus superiores y hermanos jesuitas.
A pesar de todo, el Santo continuó su obra apostólica, convirtiéndose en un gran profeta del amor evangélico, un servidor que enseñó y vivió el amor de Cristo por los más sencillos, los olvidados, los marginados. Por eso su testimonio es invalorable. Cargó su propia cruz y ayudó a muchos a cargar la suya. Se compadeció de los más indefensos y les sirvió como al mismo Dios; sin que el odio, el rechazo o la enfermedad pudieran detenerlo. En tiempos donde se aceptaban prácticas inhumanas, San Pedro Claver puso humanidad y santidad.
Partió a la Casa del Padre el 9 de septiembre de 1654. Ese día, la población de Cartagena salió a las calles para encontrarse con su santo por última vez y rendirle los honores debidos a quien se santificó como su auténtico servidor.
San Juan Pablo II, quien visitó la tumba de este Santo en Cartagena en 1986, dijo, en aquella ocasión, en alusión al Santo y las nuevas esclavitudes del mundo contemporáneo: “hoy, como en el siglo XVII en que vivió Pedro Claver, la ambición del dinero se enseñorea del corazón de muchas personas y las convierte, mediante el comercio de la droga, en traficantes de la libertad de sus hermanos a quienes esclavizan con una esclavitud más temible, a veces, que la de los esclavos negros… Como hombres libres a quienes Cristo ha llamado a vivir en libertad debemos luchar decididamente contra esa nueva forma de esclavitud que a tantos subyuga en tantas partes del mundo, especialmente entre la juventud, a la que es necesario prevenir a toda costa, y ayudar a las víctimas de la droga a liberarse de ella”.
Nuestra Señora de los Dolores – septiembre 15
La Virgen de los Dolores es una advocación de la Virgen María. También es conocida como Virgen de la Amargura, Virgen de la Piedad, Virgen de las Angustias o La Dolorosa. Su fiesta es el 15 de septiembre; su vestidura por lo normal es negra o morada.
Por dos veces durante el año, la Iglesia conmemora los dolores de la Santísima Virgen que es el de la Semana de la Pasión y también el 15 de setiembre.
La primera de estas conmemoraciones es la más antigua, puesto que se instituyó en Colonia y en otras partes de Europa en el siglo XV y cuando la festividad se extendió por toda la Iglesia, en 1727, con el nombre de los Siete Dolores, se mantuvo la referencia original de la Misa y del oficio de la Crucifixión del Señor.
En la Edad Media había una devoción popular por los cinco gozos de la Virgen Madre, y por la misma época se complementó esa devoción con otra fiesta en honor a sus cinco dolores durante la Pasión. Más adelante, las penas de la Virgen María aumentaron a siete, y no sólo comprendieron su marcha hacia el Calvario, sino su vida entera. A los frailes servitas, que desde su fundación tuvieron particular devoción por los sufrimientos de María, se les autorizó para que celebraran una festividad en memoria de los Siete Dolores, el tercer domingo de setiembre de todos los años.
San Vicente de Paul, Presbítero – septiembre 27
Vivió entregado en París, Francia, al servicio de los pobres, viendo el rostro del Señor en cada persona doliente. Fundó la Congregación de la Misión (Paúles), al modo de la primitiva Iglesia, para formar santamente al clero y subvenir a los necesitados, y con la cooperación de santa Luisa de Marillac fundó también la Congregación de Hijas de la Caridad.
Nació en Dax, muy cerca de la frontera española, en la región de las Landas. Sus padres eran muy pobres. Trabajó de pequeño en el campo como pastor. Alguien que vio sus buenas cualidades, lo envió a estudiar a Zaragoza y a Toulouse. Tal fue su aprovechamiento que a los 19 años lo ordenaron de sacerdote. Una edad temprana para este ministerio.
Todo el mundo se le abría ante sus ojos como una forma de transformar la sociedad en la que vivía. Se entregó a los pobres de manera completa. En este ingente trabajo le ayudaba María Luisa de Marillac, también santa. Con esta mujer, dotada de cualidades y de grandes virtudes, fundó la Sociedad de las Hijas de la Caridad (1632). Juntamente con esta Sociedad fundó otra para que se encargara de misionar a los habitantes del campo. Serían los “Sacerdotes de la Misión”(1625). Por eso tuvo una gran preocupación por la formación de los apóstoles del Evangelio. Con este fin creó seminarios.
Vicente mantenía su calma en todo. Solía decir: "Estamos convencidos de que en todo y por todo somos un deshecho y de lo más apremiante, a causa de la oposición que ofrecemos de nuestra parte a la santidad y perfecciones de Dios". Con esta actitud no tenía dificultades en ser amigo de los pobres y hasta del mismo rey Luis XIII.
Fue amigo y confidente de san Francisco de Sales del que aprendió – como D. Bosco – la dulzura en el trato con la gente. Murió diciendo estas palabras: ”¡Confianza! ¡Jesús!. Era el año 1660.
Santos Miguel, Gabriel y Rafael – septiembre 29
El 29 de septiembre la Iglesia celebra a los Santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel. Sus nombres han quedado grabados para siempre en el alma de los cristianos gracias a que aparecen en la Sagrada Escritura, cada uno de ellos, llevando a cabo misiones importantísimas encomendadas por Dios.
“Miguel” en hebreo significa “¡Quién como Dios!”, expresión que evoca la grandeza de Dios, su amor y su justicia infinitas. San Miguel es quien está al mando de los ejércitos celestiales. Su nombre es el grito de guerra en la batalla librada en el Cielo contra el Adversario, Satanás, y su corte de ángeles caídos. Miguel aparece en defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos.
“Rafael” quiere decir “Medicina de Dios” o “Dios ha obrado la salud”. San Rafael es el arcángel amigo de los caminantes y médico de los enfermos. Rafael acompañó al joven Tobías cuando cumplía un difícil encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su esposa.
“Gabriel” significa “Fortaleza de Dios”. A San Gabriel se le encomendó la misión de anunciarle a la Virgen María que sería la Madre del Salvador.
En el siglo IV, el arte religioso representó a los ángeles con forma de figura humana. En el siglo V, se le añadieron las alas, como símbolo de su prontitud en realizar la Voluntad divina y en trasladarse de un lugar a otro sin la menor dificultad.
En la Biblia encontramos algunos motivos para que los ángeles sean representados como seres brillantes, de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un "ser que parecía varón" -se refería al arcángel Gabriel- volando rápidamente, vino a él (Daniel 8, 15-16; 9,21). Y, en el libro del Apocalipsis, son frecuente las apariciones de ángeles que claman, tocan las trompetas, llevan mensajes o son portadores de copas e incensarios; otros que suben, bajan o vuelan; otros que están de pie en cada uno de los cuatro puntos cardinales de la tierra o junto al trono del Cordero, Cristo.
La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser mensajeros y cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, cantando y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Se puede decir que son mediadores, custodios, guardianes, protectores y ministros de la justicia divina.
La presencia y la acción de los ángeles aparece a lo largo del Antiguo Testamento, en muchos de sus libros sagrados. Aparece frecuentemente, también, en la vida y enseñanzas de Nuestro Señor, Jesucristo, en la Carta de san Pablo, en los Hechos de los Apóstoles y, principalmente, en el Apocalipsis.
Con la lectura de estos textos, podemos descubrir algo más acerca de los ángeles: nos protegen, nos defienden físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal. luchan con todo su poder por y con nosotros. Como ejemplo, está la milagrosa liberación de San Pedro que pudo huir de la prisión ayudado por un ángel (Hechos 12, 7 y siguientes). También, aparece un ángel deteniendo el brazo de Abraham, para que no sacrificara a su hijo, Isaac.
El 29 de septiembre de 2017, el Papa Francisco afirmó: «Hoy celebramos el día de tres de estos arcángeles porque han tenido un papel importante en la historia de la salvación. Y conmemoramos a estos tres porque también tienen un papel importante en nuestro camino hacia la salvación».