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VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C (OCTUBRE 16 DE 2022)

MONICIÓN DE ENTRADA

Queridos hermanos, llegamos ya al vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario, y nos llena de mucho regocijo reunirnos para la celebración de la santa Misa dominical. Sean todos bienvenidos.

La Palabra de Dios nos anima hoy a la oración perseverante e insistente. Lo hará de modo especial por medio de la parábola de la viuda.

Conscientes del poder que tiene nuestra oración, comencemos esta celebración de pie, cantando juntos el canto de entrada…

 

MONICIÓN PARA TODAS LAS LECTURAS

Las lecturas de este domingo son un estímulo en nuestra vida de oración. “Para mostrarles la necesidad de orar siempre sin desanimarse”, Jesús cuenta a sus discípulos una parábola con el relato de una viuda que clama justicia al juez. Otro testimonio sobre la oración constante lo encontramos en Moisés, en el pasaje del libro del Éxodo. En el trasfondo de ambos textos está la confianza en el Dios cercano, que, como dice el salmo, guarda la vida de sus elegidos. Escuchemos con mucha atención.

 

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo (17,8-13)

En aquellos días, Amalec vino y atacó a Israel en Refidín. Moises dijo a Josue:

«Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón de Dios en la mano».

Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; entretanto, Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte.

Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec. Y, como le pesaban los brazos, sus compañeros tomaron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado.

Así resistieron en alto sus brazos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su pueblo, a filo de espada.

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

 

Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

 

Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

 

Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
 

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (3,14–4,2)

Querido hermano:

Permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.

Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena.

Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina.

Palabra de Dios

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8)

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

“Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:

“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió:

«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Palabra del Señor.

 

HOMILIA

Hoy es el vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario. Como Moisés, quien levantó su brazo en una oración incesante de intercesión a Dios para su pueblo, los brazos de Cristo están constantemente abiertos en oraciones en la cruz en intercesión por nosotros, los miembros de su nueva alianza. Por lo tanto, la Santa Madre Iglesia nos llama a unirse con Cristo en esta oración incesante sin desmayar.

En la primera lectura, Dios demostró a los israelitas que Él es responsable para su vida, historia y circunstancias. Por supuesto, su éxito dependía totalmente de Él. Moisés el gran profeta e intercesor hizo lo que sabía hacer mejor, interceder incesantemente por su pueblo. A través de su acción e intercesión, se dio credibilidad a este dicho popular que: “La oración es la clave para el éxito”.

Por lo tanto, mientras las manos de Moisés estaban levantadas a Dios en oración, los soldados israelitas eran victoriosos en batalla. Esta lectura nos recuerda que nuestra victoria en la vida depende de Dios. También, nos recuerda que la solución a nuestras batallas y luchas diarias tiene su dimensión física y espiritual.

Por lo tanto, si olvidamos a Dios en nuestras luchas diarias y confiamos sólo en el brazo de nuestra carne, no lograremos nada. Así que, debemos ser firme en la oración. Además, debemos hacer lo que tenemos que hacer. En otras palabras, rezar y actuar. En todas las circunstancias de la vida, debemos estar constantemente en la presencia de Dios con nuestras mentes y corazones levantados a Él en oración. Como Moisés y el salmista, si seguimos levantando nuestras manos y ojos a Dios en oración: “Nuestro auxilio vendrá del Señor, que hizo el cielo y la tierra.” Esto es porque, Él nunca falla.

En la segunda lectura, Pablo nos recuerda la importancia de las escrituras en nuestro camino cristiano de fe. Como la palabra de Dios inspirada, las Escrituras deben ser los principios rectores de nuestra vida cotidiana y por supuesto, nuestra vida de oración. Por lo tanto, debemos permanecer fiel a Dios en oración continua. También, debemos aprender a meditar en su palabra.

 

ORACIÓN DE LOS FIELES

Hermanos, sabiendo que para Dios todo es posible, acudamos a Él con fe y esperanza, presentándole nuestras necesidades y anhelos. Digamos todos:

Padre misericordioso, escúchanos.

  1. Por la Santa Iglesia, para que, asistida siempre por el Espíritu Santo, pueda conducir a sus hijos hacia los tesoros perennes e imperecederos de el Reino de Dios. Oremos.
  2. Por los responsables del diseño de la economía mundial, para que trabajen por una distribución justa de los bienes que Dios nos ha dado y todos tengamos una vida digna. Oremos.
  3. Por los que padecen enfermos incurables y en fase terminal, para que nunca les falte la solidaridad, el consuelo y la compañía de una mano amiga. Oremos.
  4. Por todos nosotros, para que aprendamos la lección que Jesús nos ha enseñado hoy, y sepamos ser insistentes y perseverantes en la oración. Oremos.

 

EXHORTACIÓN FINAL

Es justo bendecirte, Dios Padre, Dios fiel a tus promesas,

porque Cristo nos mostró la eficacia de la fe suplicante,

enseñándonos así que la fe y la oración deben ir unidas.

Tú eres, Padre, el interlocutor con quien hablamos como hijos,

y tú, Jesús, nuestro modelo acabado de oración cristiana.

Reconocemos, Señor, que no sabemos orar en profundidad.

Danos tu Espíritu, que venga en ayuda de nuestra debilidad,

para que sepamos pedirte lo que nos conviene, con plena

disponibilidad a tu voluntad. Cuando el desánimo nos ronde

concédenos, Señor, tu verdad y tu alegría, tu luz y tu fuerza,

Para mantenernos como fieles discípulos de Cristo.

Amén.