TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B (NOVIEMBRE 14 DE 2021)
El Señor en este domingo nos invita, a través de la escucha de su palabra y la celebración de la Eucaristía, para que con alegría experimentemos su presencia entre nosotros. Pues la idea de dejar todas las preocupaciones y entrar en su presencia, debe ser el compromiso que como cristianos estamos llamados a vivir. Por eso dispongamos nuestra mente, nuestro corazón y todo nuestro ser a participar activamente, con fe y devoción.
MONICIÓN DE ENTRADA
La invitación que nos hace la palabra de Dios es ser vigilantes y atentos a la vista del Señor, pues fácilmente nos perdemos en las preocupaciones del mundo, y es por eso que tanto el profeta Daniel como Jesús, ponen de manifiesto que el final de los tiempos, será difícil si no nos preparamos dignamente. Por eso escuchemos con atención.
MONICION ÚNICA PARA TODAS LAS LECTURAS
Los textos de la primera lectura y del evangelio de hoy están marcados por la presencia de sendas viudas pobres. Una ayuda generosamente a un enviado de Dios, el profeta Elías. La otra se convierte en ejemplo de entrega total y desinteresada para los discípulos. En ambas se realiza la Palabra de Dios que, como dice el salmo, “sostiene a la viuda”. Con mucha atención Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Daniel (12,1-3)
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro.
Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua.
Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos (10,11-14.18):
Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a lo que van siendo consagrados.
Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,24-32)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte.
Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»
Palabra del Señor.
HOMILÍA
Encaramos el penúltimo domingo del año litúrgico.
El pueblo cristiano, peregrino hacia Dios, cree atisbar de cerca la meta que otros ya han conseguido (fiesta de Todos los Santos). ¿Cuándo y cómo será el final del recorrido? ¿Qué es lo que Dios nos tiene deparado? ¿Cómo es preciso preparase para acoger cristianamente acontecimiento tan significativo? Son algunas de las preguntas que se hacían los primeros cristianos y que afectan en el presente a los seguidores de Jesús.
La historia se transforma, no se aniquila.
El evangelio de hoy forma parte del discurso apocalíptico de Marcos con que se cierra la actividad de Jesús, antes de entrar en la pasión. Es propio de la liturgia con la que culmina el año litúrgico usar esos textos apocalípticos que plantean las cuestiones finales, escatológicas, del mundo y de la historia. Jesús no fue muy dado a hablar de esta forma, pero en la cultura de la época se planteaban estos asuntos. Por ello le preguntan sobre el día y la hora en que ha de terminar este mundo. Jesús –según Marcos-, no lo sabe, no lo dice, simplemente se recurre al lenguaje simbólico de los apocalípticos para hablar de la vigilancia, de estar alertas, y de mirar “los signos de los tiempos”. No podemos negar que aquí hay “palabras” de Jesús, pero hoy se reconoce que la comunidad primitiva, algunos círculos de profetas-apocalípticos, cultivaron estos dichos de Jesús y los acomodaron a su modo de vivir en una itinerancia constante y en la adversidad y el rechazo de su mensaje de Dios.
Tenemos que reconocer que Mc 13, lo que se llama el apocalipsis sinóptico, se presta a muchas interpretaciones de distinto perfil histórico, literario y teológico. Se reconoce que no es propiamente de Jesús, sino de los cristianos que, ante una crisis, de guerra, de persecución, escribieron este texto. Pusieron palabras de Jesús que se mantenían en la tradición para tratar de afrontar los problemas que se presentaban para judíos y cristianos. Es posible que la base del mismo pueda explicarse en la crisis de Calígula el 40 d. C., en tiempos de Petronio, legado de Siria, para llevar a cabo la orden de poner una estatua del emperador en el templo para ser adorado como dios. Esta es una hipótesis entre otras, pero razonable. No obstante, no todo el texto se explica en este momento. Posteriormente y separados ya judíos y cristianos, se vuelve sobre este texto ante nuevas dificultades. Las opiniones son muy diversas y, a veces, extravagantes. El cristianismo primitivo estuvo muy influenciado por la corriente apocalíptica. Esto no se niega. Pero la solución de la historia y de la vida de los hombres no debería tomarse al pie de la letra todo esto. Pero una cosa sí es cierta: ante la tiranía todos los hombres de cualquier clase y religión estamos llamados a resistir en nombre de Dios.
Los signos de los tiempos siempre han sido un criterio profético de discernimiento de cómo vivir y de qué esperar. ¿Por qué? Porque los profetas pensaban que Dios no había abandonado la historia a una suerte dualista donde la maldad podría imponerse sobre su proyecto de creación, de salvación o liberación. Pero los signos de los tiempos hay que saberlos interpretar. Es decir, hay que saber ver la mano de Dios en medio del mundo, en nuestra vida personal y en la de los demás. La historia se “transforma” así, no acaba ni tiene por qué acabar de buenas a primeras con una catástrofe mundial. Y Dios interviene en la historia “por nosotros” y nunca “contra nosotros”. De la misma manera que el anuncio del “reino de Dios” por parte de Jesús -su mensaje fundamental-, es una convicción de su providencia y de su fidelidad a los hombres que hacen la historia.
Cierto tipo de mentalidades siempre han creído y propagado que el final del mundo vendrá con una gran catástrofe en la que todo quedará aniquilado. Pero eso no nos obliga necesariamente a creer que eso será así. Dios tiene sus propios caminos y sus propias maneras de llevar hacia su consumación esta historia y nuestra vida. El discurso está construido sobre palabras de Daniel 7,13-14 en lo que se refiere a venida del Hijo del Hombre. Sin embargo, en los términos más auténticos de Jesús se nos invita a mirar los signos de los tiempos, como cuando la higuera echa sus brotes porque el verano se acerca; a descubrir un signo de lo que Dios pide en la historia. Dios tiene sus propios caminos para poner de manifiesto que en esta historia nada pasa desapercibido a su acción y de que debemos vivir con la espera y la esperanza del triunfo del bien sobre el mal; que no podemos divinizar a los tiranos ni deshumanizar a los hijos de Dios. Los tiranos no pueden ser dioses, porque todos los hombres son “divinos” como imagen de Dios. Así es como se transformará esta historia a imagen del “reinado de Dios” que Jesús predicó y a lo que dedicó su vida.
ORACIÓN UNIVERSAL
Padre santo, los afanes e incertidumbres del mundo en que vivimos a veces nos llevan a perder la esperanza y el horizonte, por eso te pedimos para que tu gracia y tu Espíritu nos guíen y nos conduzcan por el camino del bien. Unámonos diciendo:
SEÑOR, SE NUESTRA LUZ EN EL CAMINO
- Te pedimos padre santo, por toda la Iglesia, para que, en medio de la incertidumbre, del relativismo del mundo de hoy, sea luz y esperanza para los pueblos. Oremos.
- Te pedimos por todos los gobernantes, para que no reine sus intereses particulares, sino que su mente y su trabajo este orientando a la búsqueda de la paz y del bien común. Oremos.
- Te pedimos por los enfermos, los desplazados y todos los que sufren a causa de la injusticia y de la pobreza, para que tú Señor los fortalezcas y despiertes en nosotros el deseo de compartir nuestros bienes. Oremos.
- Te pedimos padre misericordioso, por todos nosotros que participamos en esta celebración, también por aquellos que no han podido participar, para que seamos vigilantes y estemos siempre atentos a tu llamada. Oremos.
EXHORTACIÓN FINAL
Padre te encomendamos estas intenciones y las que quedan en
nuestro corazón para que seas tú que nos concedas aquello
que necesitamos. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.