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SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO -  (NOVIEMBRE 21 DE 2021)

MONICIÓN DE ENTRADA

Queridos hermanos: la fiesta de Cristo Rey del Universo, con la que concluimos el año, antes se celebraba el último domingo de octubre, desde el año 1925 en que la instituyó el papa Pío XI. Pero en la reforma de Pablo VI, el 1969, se trasladó, de muy buen acuerdo, al último domingo del año cristiano, el domingo 34 del Tiempo Ordinario.

Nuestra mirada a Jesús como Rey del Universo, ahora con un tono claramente escatológico, mirando al futuro de la historia, debe guiarse sobre todo por los textos de lecturas, oraciones y cantos, que nos ayudan a entrar en el misterio de esta fiesta y ver nuestra historia como un proceso del Reino que se está gestando y madurando hasta el final de los tiempos.

Celebremos a Cristo Rey del Universo con la alegría que una fiesta tan grande merece. De pie, cantemos.

 

MONICION ÚNICA PARA TODAS LAS LECTURAS

La realeza de Jesucristo es el tema central en las lecturas de este domingo. El profeta Daniel, tras asistir a la caída de los imperios, observa que Dios entrega el poder universal a un personaje divino y humano al mismo tiempo al que denomina Hijo de hombre. La comunidad jónica reconoce en este personaje a Jesús, el “soberano de los reyes de la tierra”, el “testigo fidedigno”, que confiesa su realeza ante Pilato.

 

PRIMERA LECTURA

Lectura de la profecía de Daniel (7,13-14)

Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

El Señor reina, vestido de majestad.

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.

El Señor reina, vestido de majestad.

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.

El Señor reina, vestido de majestad.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.

El Señor reina, vestido de majestad.
 

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura del libro del Apocalipsis (1,5-8)

Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan (18,33b-37)

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?»

Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»

Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»

Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»

Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»

Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

Palabra del Señor.

 

HOMILÍA

Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.

Un poco de historia.

La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de marzo de 1925.

El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.

Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.

Con la fiesta de Cristo Rey se concluye el año litúrgico.

Esta fiesta tiene un sentido escatológico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo.

Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía.

Si quieres conocer lo que Jesús nos anticipó de ese gran día, puedes leer el Evangelio de Mateo 25,31-46. En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos, y así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares, empresas y ambiente.

Jesús nos habla de las características de su Reino a través de varias parábolas en el capítulo 13 de Mateo:

“Es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”.

“También es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda”; “es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”.

“Es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”.

En ellas, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, pero eficaz.

La Iglesia tiene el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su predicación y extensión debe ser el centro de nuestra vida como miembros de la Iglesia. Se trata de lograr que Jesucristo reine en el corazón de los hombres, en el seno de los hogares, en las sociedades y en los pueblos. Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los hombres.

Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer lugar, debemos conocer a Cristo.

La lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y los sacramentos son medios para conocerlo y de los que se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor. Se trata de conocer a Cristo de una manera experiencial y no sólo teológica.

Acerquémonos a la Eucaristía, Dios mismo, para recibir de su abundancia. Oremos con profundidad escuchando a Cristo que nos habla.

Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, porque Él es toda bondad. Y cuando uno está enamorado se le nota.

El tercer paso es imitar a Jesucristo. El amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana. Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y amándolo, entonces podemos experimentar que el Reino de Cristo ha comenzado para nosotros.

Por último, vendrá el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de apostolado. No nos podremos detener. Nuestro amor comenzará a desbordarse.

Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer.

Pues Cristo nos premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas las circunstancias de la vida.

A lo largo de la historia hay innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas. Un ejemplo son los mártires de la guerra cristera en México en los años 20s, quienes, por defender su fe, fueron perseguidos y todos ellos murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”.

La fiesta de Cristo Rey, al finalizar el año litúrgico es una oportunidad de imitar a estos mártires promulgando públicamente que Cristo es el Rey de nuestras vidas, el Rey de reyes, el Principio y el Fin de todo el Universo.

 

ORACIÓN UNIVERSAL

Responderemos a cada petición:

"Venga a nosotros tu Reino, Señor"

  1. Por la Iglesia, para que en todo lugar tenga el coraje de anunciar y difundir el Reino de Dios a través del poder de la mansedumbre, de la misericordia y del amor. Oremos.
  2. Por los ministros del Evangelio, para que en su anuncio del Reino de los Cielos sepan dirigir los pasos del hombre hacia la patria futura. Oremos.
  3. Por la paz entre los pueblos y en nuestros corazones, para que el Señor nos abra a gestos concretos y cotidianos de paz, con los que podamos construir caminos de reconciliación. Oremos
  4. Por los que sufren, especialmente por los que han perdido todo a causa de las guerras, para que un reino nuevo comience a florecer y les traiga progreso y prosperidad. Oremos.
  5. Por nosotros, para que dirijamos nuestra mirada hacia el fin de los tiempos y nos preparemos con esperanza y fe para llegar un día a gozar de la patria futura. Oremos.

 

EXHORTACIÓN FINAL

Hoy te alabamos, Padre, porque en la resurrección

de tu Hijo, Cristo Jesús, lo constituiste Rey y Señor del universal

de todo lo creado con un poder y un reino eternos que no cesarán.

gracias también, porque, a su vez, Cristo ha hecho de nosotros,

los bautizados en él, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Haz, Señor, que venga tu reino al mundo de los hombres,

y danos la fuerza de tu Espíritu para mantener irrevocable

nuestra entrega personal a la construcción de tu reinado

en nuestro mundo: tu reino de verdad y de vida,

tu reino de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz.

Así mereceremos alcanzar de ti el reino eterno con Cristo.

Amén.