FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA
SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA (CICLO B) ABRIL 11 DE 2021
FIESTA
Monición de entrada:
Buenas noches (días) hermanos en Cristo resucitado. Hoy en las lecturas bíblicas se concluye una idea básica: la Comunidad cristiana como signo de Cristo resucitado. La Iglesia que surge de la Resurrección del Señor y nace del bautismo en el Espíritu es comunidad que vive unida en el amor y atestigua con su vida la victoria de la fe sobre el mal del mundo. Empecemos esta celebración con mucho entusiasmo, cantando con alegría, de pie, por favor.
MONICIÓN PRIMERA LECTURA: Hechos de los Apóstoles 4, 32-35
(Vivían todos unidos y lo tenían todo en común)
La primera lectura nos da una descripción de la primera comunidad cristiana. Ellos dieron testimonio de la resurrección y vivieron juntos en comunidad. Todos pensaban y sentían lo mismo. Escuchemos atentamente.
PIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (4,32-35):
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
MONICIÓN SEGUNDA LECTURA: Primera carta de San Juan 5, 1-6
(Dios nos ha hecho renacer a una esperanza viva)
En esta primera carta de San Juan, el apóstol nos dice que creer en Cristo es: ser hijo de Dios, amar a Dios, vencer al mundo y obedecer los mandamientos. Es el Espíritu quien garantiza la verdad y la eficacia salvadora de la fe.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (5,1-6):
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Palabra de Dios.
MONICIÓN AL EVANGELIO: Evangelio de San Juan 20, 19-31
(A los ocho días llegó Jesús de nuevo)
En la aparición a los discípulos, Cristo les da su paz y también los envía a continuar su misión. La segunda escena es la visita de Cristo a Tomás y la confesión de fe de éste. En preparación para escuchar esta Buena Nueva, nos ponemos de pie y cantamos jubilosamente el Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor.
HOMILIA
Si usted examina un objeto de plata verá que tiene unas marcas grabadas por el fabricante. Estas marcas nos revelan dos cosas. La primera es que ese objeto es lo que parece ser, es decir, está hecho de plata y no está mezclado con otros materiales menos nobles.
La segunda cosa que nos revela es el lugar donde fue fabricado.
Dicen que esta práctica se remonta al año 1300, en Inglaterra y desde entonces continúa hasta hoy de una manera u otra.
El evangelio de hoy nos presenta a Tomás, el incrédulo. Tomás se había perdido la primera visita de Jesús después de su resurrección. Y cuando sus amigos le contaron la aparición de Jesús, Tomás no les creyó. Tomás quería pruebas, quería ver las marcas de la verdad y la calidad.
"Si no meto mi mano…"
Tomás se negaba a creer hasta ver las marcas de Jesús.
Verdad que ustedes y yo, como Tomás, vivimos en el planeta de show me, enséñame, muéstrame la prueba. Es muy bonito decir, dichosos los que creen sin haber visto, pero todos queremos ver las marcas y leer las etiquetas primero.
Tomás, el incrédulo, una semana más tarde tuvo la oportunidad de su vida. Jesús se hizo presente y después de saludarles con su saludo habitual: Shalom, la paz sea con vosotros, Jesús se dirigió a Tomás y le dijo: "Pon tu dedo aquí. Mira mis manos. Pon tu mano en mi costado. No seas incrédulo sino creyente".
Tomás vio, creyó y exclamó: “Señor mío y Dios mío".
Cuenta una hermosa leyenda que Tomás fue a predicar el evangelio a la India. Y un rey le dio dinero para que le edificara un palacio. Pero Tomás distribuía el dinero entre los pobres y les anunciaba la muerte y resurrección de Jesús. Y muchos se hicieron cristianos.
"¿Cómo va mi palacio?", le preguntaba el rey. "Va muy bien" y el rey le daba más dinero. Al cabo de un tiempo, la ciudad toda era ya cristiana.
Un día el rey le dijo a Tomás: "¿Cuándo podré ver mi palacio?" "Majestad, pronto lo verá terminado", le contestó.
"¿Por qué no puedo verlo hoy? Llévame a verlo ahora mismo", le dijo el rey.
Tomás paseó al rey Vecius por la ciudad y le señalaba a la gente y le explicaba cómo sus vidas habían cambiado para bien.
¿Dónde está mi palacio?, preguntaba el rey.
"Está a su alrededor y es un hermoso palacio. Qué pena que no pueda verlo. Espero pueda verlo un día", le decía Tomás.
"¿Qué has hecho con mi dinero, ladrón?"
"Tu palacio está hecho de personas, tu palacio es tu gente. Ya no son pobres y ahora creen en Jesús. Tus gentes son las torres de tu palacio. Dios vive en ellos. Tu palacio es un magnífico palacio."
Tomás fue encarcelado. Pero el rey vio poco a poco el cambio de la gente y cómo por el poder de la resurrección de Jesús, éste vivía en el corazón de las gentes. El último en convertirse fue el rey y éste liberó a Tomás. Y su palacio no fue una obra de piedras sino de corazones vivos y creyentes.
Hermanos, nosotros que también dudamos y queremos ver las marcas de autenticidad de la resurrección y los miles de personas que viven en el planeta de show me, ¿qué podemos hacer para probar lo que ocurrió hace dos mil años?
Nos es mucho consuelo decirnos y decirles: "Dichosos los que no han visto y han creído".
En el evangelio de hoy una cosa está clara, Jesús, en su aparición, les enseña a los discípulos las marcas de su amor. Marcas auténticas, marcas puras, no mezcladas con los metales baratos del egoísmo, el interés, el protagonismo, marcas de sangre de un gran amor. Marcas registradas no desde el año 1300 como la plata, sino del año 0, desde la nueva creación.
Hoy, las marcas de su amor no las vemos en el cuerpo físico de Jesús, pero sí tenemos que verlas en el cuerpo de Cristo que somos nosotros, su iglesia.
Hoy, las marcas del amor de Jesús tenemos que verlas en las vidas cristianas de los que le imitan, los que se dejan criticar por dar testimonio del resucitado, los que viven desapegados de la vacuidad y se abrazan a la cruz.
Hay muchas marcas falsas. Lo mismo ocurre en este cuerpo de Cristo que somos nosotros. Pero nosotros venimos aquí para ver las marcas auténticas del amor y para dejarnos transformar por el poder de la resurrección y para dejar de ser mezcla de metales baratos y convertirnos en plata pura de amor y servicio a los hermanos.
Nuestra Pascua es distinta de la de Tomás.
No hemos visto pero creemos en el milagro de la resurrección. Nuestra Pascua no es ver sino creer en el amor de Dios. Nuestra Pascua no es tocar sino experimentar la paz de Cristo Resucitado. Nuestra Pascua es aceptar el testimonio de los que vieron un día, porque estamos llamados a ver también un día.
Nuestra Pascua es toda nuestra vida.
Todos los días llamados a proclamar con Tomás: "Señor mío y Dios mío". Abramos las puertas del corazón al Cristo Resucitado, al que lleva grabadas para siempre las cinco marcas del verdadero amor.
Amén
ORACIÓN UNIVERSAL
A cada invocación oremos diciendo:
POR LA RESURRECCIÓN DE TU HIJO, ESCÚCHANOS PADRE.
- Por todo el pueblo cristiano, convocado en el día del Señor, Pascua de la semana: para que manifieste la presencia de Cristo resucitado con la alegría de vivir en un mismo lugar y con el mismo corazón. Roguemos al Señor
- Por nuestra comunidad: para que crezca, junto a los recién bautizados, como una verdadera familia de Dios, asidua en la escucha de la Palabra, perseverante en la oración, testigo en la caridad fraterna. Roguemos al Señor.
- Por todos los que viven la experiencia del dolor: para que no se dejen vencer por el desánimo, sino que, por la fuerza de la fe y la solidaridad de los hermanos, sientan que el Señor está cerca de cada uno de ellos. Roguemos al Señor.
- Por el cristiano que duda, por el incrédulo que quisiera creer y por todos los que buscan con amor la verdad: para que, iluminados por la gracia pascual, reconozcan que no hay otro, fuera de Cristo que pueda salvarnos. Roguemos al Señor.
- Por todos los aquí presentes: para que nos dejemos evangelizar con un corazón dócil y seamos resonancia viva de la Palabra que nos salva. Roguemos al Señor.
EXHORTACIÓN FINAL
Señor Jesús, aunque no te vemos con estos ojos de carne, nuestra ardiente profesión de fe es hoy la del apóstol Tomás,
primeramente, incrédulo y después creyente ejemplar:
¡Creemos en ti, Señor nuestro y Dios nuestro!
Vamos buscando razones, pruebas y seguridad absoluta para creer y aceptar a Dios en nuestra vida personal y social.
Pero tú nos dices: ¡Dichosos los que crean sin haber visto!
Tú eres, Señor, la razón de nuestra fe, esperanza y amor.
Ábrenos, Señor Jesús, a los demás, a sus penas y alegrías,
porque cuando amamos y compartimos,
estamos testimoniando tu resurrección en un mundo nuevo de amor y fraternidad.
Amén.