SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO - CICLO C (DICIEMBRE 5 DE 2021)
MONICIÓN DE ENTRADA
Queridos hermanos, les damos la más cordial bienvenida a la celebración de la Santa Misa dominical. Iniciamos hoy la segunda semana de Adviento -todavía en su "etapa escatológica", de cara al futuro último- con la mirada puesta, de nuevo, no sólo en la Navidad de este año, sino en la venida gloriosa de Cristo al final de la historia.
Hoy se nos invita a la alegría por Jesús, a quien esperamos, y a preparar los caminos del alma para recibirle. En esa esperanza, comencemos esta celebración eucarística cantando juntos... de pie.
MONICION ÚNICA PARA TODAS LAS LECTURAS
Dispongámonos ahora a escuchar la Palabra de Dios que hoy nos invita a preparar el camino del Señor.
La palabra de los profetas quiere levantar al pueblo de su postración anunciándole que Dios está a punto de cambiar su suerte. Baruc y Juan Bautista tratan de concienciar a sus oyentes para que preparen el camino al Señor retirando de él todo obstáculo e impedimento.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Baruc (5,1-9):
Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción que llevas,
y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te concede.
Envuélvete en el manto de la justicia de Dios,
y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno,
porque Dios mostrará tu esplendor
a cuantos habitan bajo el cielo.
Dios te dará un nombre para siempre:
«Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad».
En pie, Jerusalén, sube a la altura,
mira hacia el oriente y contempla a tus hijos:
el Santo los reúne de oriente a occidente
y llegan gozosos invocando a su Dios.
A pie tuvieron que partir, conducidos por el enemigo,
pero Dios te los traerá con gloria,
como llevados en carroza real.
Dios ha mandado rebajarse a todos los montes elevados
y a todas las colinas encumbradas;
ha mandado rellenarse a los barrancos
hasta hacer que el suelo se nivele,
para que Israel camine seguro,
guiado por la gloria de Dios.
Ha mandado a los bosques y a los árboles aromáticos
que den sombra a Israel.
Porque Dios guiará a Israel con alegría,
a la luz de su gloria,
con su justicia y su misericordia.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor hizo volver a los caustivos de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Recoge, Señor, a nuestro cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,4-6.8-11):
Hermanos:
Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy.
Ésta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena la obra, llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.
Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús.
Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,1-6):
En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tretarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio ttetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Voz del que grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
los valles serán rellenados,
los montes y colinas serán rebajador;
lo torcido será enderezado,
lo escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios».
Palabra del Señor.
HOMILÍA
El Evangelio de este domingo se ocupa por entero de la figura de Juan el Bautista. Desde el momento de su nacimiento, Juan el Bautista fue saludado por su padre Zacarías como profeta: «Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos» (Lc 1, 76).
¿Qué hizo el Precursor para ser definido como un profeta, es más, «el mayor de los profetas» (Lc 7, 28)? Ante todo, tras la estela de los antiguos profetas de Israel, predicó contra la opresión y la injusticia social. En el Evangelio del domingo siguiente le oiremos decir: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». A los publicanos [recaudadores de impuestos. Ndt.], que tan frecuentemente desangraban a los pobres con requerimientos arbitrarios, les dice: «No exijáis más de lo que os está fijado». A los soldados, inclinados a la violencia: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas» (Lc 3, 11-14). También las palabras sobre los montes que hay que rebajar, los barrancos por colmar y los pasos tortuosos por hacer rectos, podríamos hoy entenderlas así: «Toda injusta diferencia social entre riquísimos (los montes) y paupérrimos (los barrancos) debe ser eliminada o al menos reducida; los caminos tortuosos de la corrupción y del engaño deben ser enderezados».
Hasta aquí reconocemos fácilmente la idea que actualmente tenemos del profeta: alguien que impulsa al cambio; que denuncia las deformaciones del sistema, que apunta su dedo contra el poder en todas sus formas –religioso, económico, militar- y se atreve a gritar en la cara del tirano: «¡No te es lícito!» (Mt 14, 4).
Pero Juan el Bautista hace también una segunda cosa: da al pueblo el «conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados» (Lc 1, 77). ¿Dónde está, podríamos preguntarnos, la profecía en este caso? Los profetas anunciaban una salvación futura; pero Juan el Bautista no anuncia una salvación futura; indica a uno que está presente. Él es quien apunta su dedo hacia una persona y grita: «¡Aquí está!» (Jn 1, 29). «Aquello que se ha esperado durante siglos y siglos está aquí, ¡es Él!». ¡Que estremecimiento debió recorrer aquel día el cuerpo de los presentes que le oyeron hablar así!
Los profetas tradicionales ayudaban a sus contemporáneos a superar el muro del tiempo y mirar el futuro, pero él ayuda a superar el muro, aún más grueso, de las apariencias contrarias y permite descubrir al Mesías oculto tras el aspecto de un hombre como los demás. El Bautista inauguraba así la nueva profecía cristiana, que no consiste en anunciar una salvación futura («en los últimos tiempos»), sino en revelar la presencia escondida de Cristo en el mundo.
¿Qué tiene que decirnos todo esto a nosotros? Que también debemos mantener juntos esos dos aspectos del ministerio profético: compromiso por la justicia social por una parte, y anuncio del Evangelio por otra. No podemos partir por la mitad esta tarea, ni un sentido ni en otro. Un anuncio de Cristo, sin el acompañamiento del esfuerzo por la promoción humana, resultaría desencarnado y poco creíble; un compromiso por la justicia, privado del anuncio de fe y del contacto regenerador con la palabra de Dios, se agotaría pronto, o acabaría en estéril contestación.
Nos dice también que anuncio del Evangelio y lucha por la justicia no deben quedarse como cosas yuxtapuestas, sin vínculo entre sí. Debe ser precisamente el Evangelio de Cristo el que nos impulse a luchar por el respeto del hombre, de forma que se haga posible a todo hombre «ver la salvación de Dios». Juan el Bautista no predicaba contra los abusos como agitador social, sino como heraldo del Evangelio, «para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lc 1, 17).
ORACIÓN UNIVERSAL
AYUDANOS SEÑOR
- Por el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes y diáconos; para que, a ejemplo de Juan Bautista, prediquen el perdón de los pecados y la reconciliación de los hombres con Dios, Roguemos al Señor.
- Por toda la iglesia; para que sea signo luminoso del advenimiento de Cristo al mundo, Roguemos al Señor.
- Por todos los cristianos; para que hagamos un esfuerzo grande en la preparación espiritual durante este adviento, Roguemos al Señor.
- Por los enfermos, los marginados, los ancianos y los necesitados; para que en su lento caminar encuentren en nosotros la ayuda necesaria para llegar hasta Dios, Roguemos al Señor.
- Por nosotros; para que nos ayudemos mutuamente a preparar el camino para la venida del Mesías, Roguemos al Señor.
EXHORTACIÓN FINAL
Peregrinos en el desierto de la vida, te bendecimos,
Dios de la liberación, con todas las fuerzas que nos quedan,
porque tu aurora despunta en la raya de nuestro horizonte.
Líbranos, Señor, de estancarnos en el engañoso oasis del pasado,
y haz que caminemos hacia el futuro con pleno realismo,
discerniendo el azaroso presente y los valores de tu reino,
porque tan estéril resulta un ciego conservadurismo a ultranza
Como hacer, por sistema tabla rasa de todo el pasado.
Manténnos firmes, Señor, en la tentación y el equilibrio
de una esperanza inquieta y de un amor joven y activo,
para convertir nuestro corazón a los valores de tu reino.
Amén.