Etim.: Marta: "señora; jefe de hogar".
Fiesta: 29 de julio (a partir de 2021 se conmemorará a Marta junto a sus hermanos María y Lázaro)
Marta es mencionada en dos evangelios, el Lucas y el de Juan
Veamos los relatos.
Marta y María
Yendo de camino, entró Jesús en un pueblo. Una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras; Marta, ocupada en los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Maestro, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en los quehaceres? Dile que me ayude».
El Señor le respondió: «Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y no se la quitarán» (Lc 10, 38-42).
Resucita a Lázaro
Había un enfermo llamado Lázaro, de Betania, el pueblo de María y su hermana Marta. María era la que había ungido al Señor con perfumes y le había secado los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro estaba enfermo. Las hermanas le enviaron un mensaje: «Señor, tu amigo está enfermo».
Al oírlo, Jesús comentó: «Esta enfermedad no ha de terminar en la muerte; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús era amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que estaba enfermo, prolongó su estadía dos días en el lugar. Después dice a los discípulos: «Vamos a volver a Judea».
Le dicen los discípulos: «Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y quieres volver allá?»
Jesús les contestó: «¿No tiene el día doce horas? Quien camina de día no tropieza porque ve la luz de este mundo; quien camina de noche tropieza porque no tiene luz».
Dicho esto, añadió: «Nuestro amigo Lázaro está dormido; voy a despertarlo».
Contestaron los discípulos: «Señor, si está dormido, sanará».
Pero Jesús se refería a su muerte, mientras que ellos creyeron que se refería al sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto. Y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Vayamos a verlo».
Tomás –que significa mellizo– dijo a los demás discípulos: «Vamos también nosotros a morir con él».
Cuando Jesús llegó, encontró que llevaba cuatro días en el sepulcro. Betania queda cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para darles el pésame por la muerte de su hermano. Cuando Marta oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Marta dijo a Jesús: «Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que lo que pidas, Dios te lo concederá».
Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará».
Le dice Marta: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».
Jesús le contestó: «Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Lo crees?»
Le contestó: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo». Dicho esto, se fue, llamó en privado a su hermana María y le dijo: «El Maestro está aquí y te llama». Al oírlo, se levantó rápidamente y se dirigió hacia él. Jesús no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde lo encontró Marta. Los judíos que estaban con ella en la casa consolándola, al ver que María se levantaba de repente y salía, fueron detrás de ella, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando María llegó a donde estaba Jesús, al verlo, cayó a sus pies y le dijo: «Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto».
Jesús al ver llorar a María y también a los judíos que la acompañaban, se estremeció por dentro y dijo muy conmovido: «¿Dónde lo han puesto?»
Le dicen: «Ven, Señor, y lo verás».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!» Pero algunos decían: «El que abrió los ojos al ciego, ¿no pudo impedir que éste muriera?»
Jesús, estremeciéndose de nuevo, se dirigió al sepulcro. Era una caverna con una piedra adelante. Jesús dice: «Retiren la piedra».
Le dice Marta, la hermana del difunto: «Señor, huele mal, ya lleva cuatro días muerto».
Le contesta Jesús: «¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?» (Jn 11, 1-40)
Unción en Betania
Seis días antes de la Pascua Jesús fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Le ofrecieron un banquete. Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María tomó una libra de perfume de nardo puro, muy costoso, ungió con él los pies a Jesús y se los enjugó con los cabellos. La casa se llenó del olor del perfume.
Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Por qué no han vendido ese perfume en trescientas monedas para repartirlas a los pobres?» ─lo decía no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón; y, como llevaba la bolsa, robaba de lo que ponían en ella─.
Jesús contestó: «Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura. A los pobres los tendrán siempre entre ustedes, pero a mí no siempre me tendrán» (Lc 12, 1-8).
Hay muchas semejanzas entre la imagen de Marta en uno y otro evangelio. Por ejemplo, la familiaridad de las conversaciones entre Jesús y los miembros de esta familia. Es evidente que existe entre ellos una amistad muy profunda. En ambas fuentes, Marta sirve con frecuencia a Jesús. En el evangelio de Juan aparece como verdadera discípula cuando afirma que Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios.
Dichosos los que pudieron hospedar al Señor en su propia casa
Del oficio de lectura, 29 de Julio, Santa Marta
De los sermones de San Agustín, obispo (Sermón 103, 1-2,6)
Las palabras del Señor nos advierten que, en medio de la multiplicidad de ocupaciones de este mundo, hay una sola cosa a la que debemos tender. Tender, porque somos todavía peregrinos, no residentes; estamos aún en camino, no en la patria definitiva; hacia ella tiende nuestro deseo, pero no disfrutamos aún de su posesión. Sin embargo, no cejemos en nuestro esfuerzo, no dejemos de tender hacia ella, porque sólo así podremos un día llegar a término.
Marta y María eran dos hermanas, unidas no sólo por su parentesco de sangre, sino también por sus sentimientos de piedad; ambas estaban estrechamente unidas al Señor, ambas le servían durante su vida mortal con idéntico fervor. Marta lo hospedó, como se acostumbra a hospedar a un peregrino cualquiera. Pero, en este caso, era una sirvienta que hospedaba a su Señor, una enferma al Salvador, una criatura al Creador. Le dio hospedaje para alimentar corporalmente a aquel que la había de alimentar con su Espíritu. Porque el Señor quiso tomar la condición de esclavo para así ser alimentado por los esclavos, y ello no por la necesidad, sino por condescendencia, ya que fue realmente una condescendencia el permitir ser alimentado. Su condición humana lo hacía capaz de sentir hambre y sed.
Así, pues, el Señor fue recibido en calidad de huésped, él, que vino a su casa, y los suyos no lo recibieron; pero a cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, adoptando a los siervos y convirtiéndolos en hermanos, redimiendo a los cautivos y convirtiéndolos en coherederos. Pero que nadie de vosotros diga: «Dichosos los que pudieron hospedar al Señor en su propia casa». No te sepa mal, no te quejes por haber nacido en un tiempo en que ya no puedes ver al Señor en carne y hueso; esto no te priva de aquel honor, ya que el mismo Señor afirma: Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Por lo demás, tú, Marta –dicho sea con tu venia, y bendita seas por tus buenos servicios–, buscas el descanso como recompensa de tu trabajo. Ahora estás ocupada en los mil detalles de tu servicio, quieres alimentar unos cuerpos que son mortales, aunque ciertamente son de santos; pero ¿por ventura, cuando llegues a la patria celestial, hallarás peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz, muertos a quienes enterrar?
Todo esto allí ya no existirá; allí sólo habrá lo que María ha elegido: allí seremos nosotros alimentados, no tendremos que alimentar a los demás. Por esto, allí alcanzará su plenitud y perfección lo que aquí ha elegido María, la que recogía las migajas de la mesa opulenta de la palabra del Señor. ¿Quieres saber lo que allí ocurrirá? Dice el mismo Señor, refiriéndose a sus siervos: Os aseguro que los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Santa Marta en la tradición de la Iglesia
Sobre la vida de santa Marta después de la resurrección de Jesús no existen datos históricamente seguros, aunque según la leyenda de la Provenza, Marta fue con su hermana a Francia y evangelizó Tarascón. Se dice que allí fueron halladas, en 1187, las que podrían ser sus reliquias, todavía veneradas en su santuario.
Santa Marta se celebra el 29 de julio (antiguamente con el adjetivo “virgen”, hoy eliminado), y de ella se reza el oficio de Santas Mujeres. Sus atributos más comunes son el acetre e hisopo de agua bendita, el dragón (en Filipinas es un cocodrilo, por un milagro local), una lanza que termina en cruz, la antorcha (la luz de la fe), el libro (los evangelios), y en ocasiones un cesto o bandeja con frutos, en recuerdo de su hospitalidad. Es patrona del hogar, de las amas de casa, la hostelería, cocineras, lavanderas... tareas asociadas con su papel en los relatos bíblicos, donde se la muestra como una mujer servicial. Hay sitios donde se acostumbra a poner en la boca del dragón (la tarasca que amansó), dentro del acetre o a los pies de Marta un papel con el nombre de los hombres rebeldes (los maridos infieles y difíciles).
Los primeros en dedicar una celebración litúrgica a santa Marta fueron los franciscanos en 1262, el 29 de julio.
Referencias:
Salesman, P. Eliécer, Vidas de los Santos # 3
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día
http://www.corazones.org/santos/marta.htm
https://preguntasantoral.blogspot.com/2012/07/santa-marta-leyenda-culto-y.html
https://www.es.catholic.net/op/articulos/32035/marta-de-betania-santa.html#modal