QUINTO DOMINGO DE CUARESMA - CICLO C (ABRIL 3 DE 2022)
MONICIÓN DE ENTRADA
Queridos hermanos, sean bienvenidos a la Casa de Dios para celebrar la Misa Dominical en el Quinto Domingo de Cuaresma.
Celebrar la Eucaristía es, por una parte, recordar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Pero celebrar la Eucaristía también es recordar y renovar nuestro compromiso cristiano con Jesús y con el Evangelio.
Comencemos cantando. De pie…
MONICION ÚNICA PARA TODAS LAS LECTURAS
Este último domingo de Cuaresma insiste en presentarnos a un Dios que siempre es capaz de actuar de modo novedoso: abre ante el pueblo exiliado en Babilonia un camino de libertad en medio del desierto; cambia la suerte del salmista; empuja a Pablo hacia una meta de perfección que le será dada tras la resurrección de los muertos; da una nueva oportunidad a la mujer adúltera y le regala un futuro de libertad y plenitud.
Atentos Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías (43,16-21)
Esto dice el Señor, que abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, la tropa y los héroes: caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo.
Me glorificarán las bestias salvajes, chacales y avestruces, porque pondré agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido, a este pueblo que me he formado para que proclame mi alabanza».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Recoge, Señor a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (3,8-14)
Hermanos:
Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una Justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos.
No es que ya haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacía el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11)
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
- «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
- «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
- «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
- «Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
- «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Palabra del Señor.
HOMILIA
En este quinto domingo de Cuaresma, el evangelio nos presenta el episodio de la mujer adúltera (cf. Jn 8,1-11), que Jesús salva de la condena a muerte.
Conmueve la actitud de Jesús: no oímos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino solamente palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» (v. 11). Y, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? Ésa es su misericordia. Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito. «Grande es la misericordia del Señor», dice el Salmo. [...] Misericordia, esta palabra cambia todo.
Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo.
Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta Isaías, cuando afirma que, aunque nuestros pecados fueran rojo escarlata, el amor de Dios los volverá blancos como la nieve.
Es hermoso, esto de la misericordia. [...] No olvidemos esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar. Nunca. “Y, padre, ¿cuál es el problema?” El problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón.
No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos.
ORACIÓN UNIVERSAL
A Dios, que obra en nuestras vidas la salvación y que es la fuente de nuestras alegrías, oremos sabiendo que Él siempre nos escucha. Digamos juntos:
PERDÓNANOS Y ESCÚCHANOS, SEÑOR
- Para que la Iglesia sea a los ojos del mundo signo de esperanza, acogiendo a todos, animando, consolando, roguemos al Señor.
- Para que nuestra sociedad, injusta e hipócrita, que busca lo que la escandaliza y fomenta lo que luego condena, asuma su culpa y procure el remedio, roguemos al Señor.
- Para que los delincuentes y marginados encuentren en todos la ayuda la ayuda fraterna para salir de su postración, roguemos al Señor.
- Para que nuestros adolescentes y jóvenes pueden descubrir la llamada de Dios a la vida religiosa y sacerdotal, roguemos al Señor.
- Para que no nos creamos sin pecado y no nos erijamos en jueces de los demás, como acusadores de la mujer adúltera, y aprendamos de Cristo a ser comprensivos, roguemos al Señor.
EXHORTACIÓN FINAL
Es justo bendecirte, Padre, porque en Jesús de Nazaret
dejaste al descubierto la hipocresía que nos corroe por dentro.
¡Pobre mujer adúltera! Todos la señalaban con el dedo, todos,
pero Jesús la perdonó y le devolvió su dignidad perdida.
Qué lección para nosotros, fiscales aficionados y baratos,
que denunciamos y encasillamos fácilmente a los demás.
Tú, en cambio, brindas siempre una segunda oportunidad.
Ante ti, Señor, todos somos imperfectos y pecadores;
reconocerlo es nuestra salvación, la única salida airosa.
Rehabilitados por tu perdón como personas e hijos tuyos,
estamos alegres y te damos gracias por siempre, Señor.
Amén.