Cuando el Papa Benedicto XVI clausuró el Congreso Eucarístico Italiano en Bari, el 29 de Mayo de 2005, contó que en Abitinia, pequeña localidad de la actual Túnez, 49 cristianos fueron sorprendidos el domingo mientras, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía, desafiando las prohibiciones imperiales. Tras ser arrestados, fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa la respuesta que un cierto Emérito dio al procónsul que le preguntaba por qué habían transgredido la orden del emperador. Él respondió: “Sine dominico non possumus”, es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir.
Después de atroces torturas, los 49 mártires de Abitinia fueron asesinados. Con la efusión de su sangre, confirmaron su fe.
Aunque hoy no existan prohibiciones del emperador, para nosotros es cada vez más un reto vivir de acuerdo con las enseñanzas de nuestro Salvador.
Nuestro mundo, más plural, más diverso y encerrado en las tendencias del subjetivismo y del individualismo, nos hace pensar en el reto de conformar nuestra vida con Aquel que nos mueve a dar lo mejor de cada uno de nosotros y a construir comunidad. Pero no lo podemos lograr encerrados en nosotros mismos y de modo autorreferencial, como nos lo ha dicho el Papa Francisco, sino mediante la recepción cada vez más clara y consciente de que quien dinamiza nuestra existencia es Jesucristo en su Palabra y en la Eucaristía.
Por eso, podemos decir, con el vocero de los 49 mártires de Abitinia que en la actualidad “sine dominico non possumus”, porque la fuerza para ser discípulos y misioneros definitivamente viene de Aquel a quien recibimos especialmente cada domingo en la Eucaristía.