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MISA DE NOCHE BUENA (DICIEMBRE 24  DE 2022)

HOY NOS HA NACIDO EL SALVADOR

MONICIÓN DE ENTRADA

Queridos hermanos, tengan todos muy buenas noches. Les damos la más cordial bienvenida a la casa de Dios para festejar, junto a la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad, esta gran noche, la «Noche Buena».

Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Por eso este templo está bellamente preparado, para contemplar cómo esta noche, la oscuridad se ve iluminada por una luz que irrumpe en las tinieblas y parte la historia en dos, para dar paso a la gran salvación prometida desde el Antiguo Testamento.

Todos nosotros, unidos en una sola asamblea, radiantes de gozo, abramos nuestro corazón a Cristo, que es «La luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo».

Que la Paz que el niño que nace nos trae, reine en nuestros corazones hoy y siempre, y nos permita celebrar, radiantes, esta gran fiesta, que comenzamos con el canto de entrada. De pie, cantemos todos.

 

MONICIÓN PARA TODAS LAS LECTURAS

Introduciéndonos en el misterio de la Navidad, el profeta Isaías anuncia jubiloso el fin de la dominación enemiga gracias al nacimiento del “príncipe de la paz”.  San Pablo nos da esperanza en una salvación universal y señala a Jesús como aquel que ha venido a mostrarnos el camino del bien.

Por último, el evangelio según san Lucas narra, en clave teológica, el nacimiento del Mesías esperado, del príncipe de la paz anunciado. Acojamos esta palabra en nuestros corazones y escuchemos con mucha atención.

 

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 9,1-3, 5-6

El pueblo que caminaba en tinieblas
vio una luz grande;
habitaban tierras de sombras,
y una luz les brilló.

Acreciste la alegría,
aumentaste el gozo:
se gozan en tu presencia,
como gozan al segar,
como se alegran
al repartirse el botín.

Porque la vara del opresor,
el yugo de su carga,
el bastón de su hombro,
los quebrantaste como el día de Madián.

Porque la bota que pisa con estrépito
y la túnica empapada de sangre
serán combustible, pasto del fuego.
Porque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado:
lleva al hombro el principado,
y es su nombre:
Maravilla de Consejero,
Dios guerrero,
Padre perpetuo,
Príncipe de la paz.
Para dilatar el principado
con una paz sin límites,
sobre el trono de David
y sobre su reino.
Para sostenerlo y consolidarlo
con la justicia y el derecho,
desde ahora y por siempre.

El celo del Señor lo realizará.

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre.

Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.

Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque.

Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo.

Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

Palabra de Dios

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 1-14

En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.

Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.

También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.

Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo:

«No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:

«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».

Palabra del Señor.

 

HOMILIA

DIOS CON NOSOTROS

Antes que nada, feliz Navidad. Todos anhelamos que esta fiesta de la Navidad, en medio de un mundo tan convulsionado, nos dé serenidad y alegría para comprender la bondad de Dios. Este es nuestro deseo.

Decía hace unos años el Papa Benedicto hablando de la Navidad, que el primero que afirmó con claridad que Jesús nació el 25 de diciembre fue Hipólito de Roma, en su comentario al libro del profeta Daniel, escrito alrededor del año 204. Algún exegeta observa, además, que ese día se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo de Jerusalén, instituida por Judas Macabeo en el 164 antes de Cristo.

La coincidencia de fechas, añadía el Papa, significaría entonces que, con Jesús, aparecido como luz de Dios en la noche, se realiza verdaderamente la consagración del templo, el Adviento de Dios a esta tierra.

Sin embargo, la fiesta de Navidad, se empezó a celebrar como tal en el siglo IV, cuando tomó el lugar de la fiesta romana del “Sol invictus”, el sol invencible; así se puso de relieve que el nacimiento de Cristo es la victoria de la verdadera luz sobre las tinieblas del mal y del pecado. Pero el que le dio un intenso clima espiritual fue San Francisco y su pesebre viviente. Probablemente San Francisco se inspiró para celebrarlo en su peregrinación a Tierra Santa y en el pesebre de Santa María la Mayor en Roma.

Este primer belén devolvió a la cristiandad la intensidad y la belleza de la fiesta de la Navidad y educó al pueblo de Dios a captar su mensaje más auténtico, su calor particular, y a amar y adorar la humanidad de Cristo.

Después de este preámbulo que nos introduce en la significación de esta fiesta, podemos resaltar algunos temas que nos ayuden a reflexionar en este día tan especial.

En primer lugar, el asombro ante este misterio, el dejarnos envolver por la magnitud de este acontecimiento. Dios, el creador de todo se ha presentado en nuestras vidas, en nuestras calles… para comunicarnos su propia vida. A veces buscamos portentos y milagros y no nos asombramos, no nos maravillamos, ni nos detenemos ante un misterio tan grande. Hemos perdido la capacidad de sorprendernos y este tiempo de navidad es un tiempo de adoración para contemplar las maravillas que obra Dios en nuestro mundo y en nuestra vida. Sin asombro la vida se vuelve rutinaria y perdemos la capacidad de ver las novedades de Dios en nuestro mundo y en nuestra vida. Sólo cuando sabemos recogernos podemos acoger lo que cuenta en la vida. Sólo si dejamos el estruendo del mundo fuera de nuestras casas nos abrimos a escuchar a Dios, que habla en silencio.

Otro aspecto importante a recordar en Navidad es vivir a Dios como regalo, como don. En la oración de las ofrendas de la Misa de la Aurora la Iglesia reza: “Acepta, Señor, nuestra ofrenda en esta noche de luz, y por este misterioso intercambio de dones, transfórmanos en Cristo, tu Hijo, que ha elevado al hombre hasta ti en la gloria”.

Dios, haciéndose carne, ha querido convertirse en un regalo para los hombres, se entregó por nosotros; Dios ha hecho de su Hijo único un don para nosotros, tomó nuestra humanidad para donarnos su divinidad. Este es el gran regalo para cada uno de nosotros. Es un gran regalo para que vivamos la vida como pura gratuidad, como un regalo que Dios nos ofrece cada día. No busquemos la felicidad en las cosas materiales, pues no la encontraremos. Dios en nuestro don en esta Navidad.

Y finalmente quisiera que este día sirviera de meditación para captar que Dios no se contenta con hablar, sino que se sumerge en nuestra historia y asume sobre sí la fatiga y el peso de la vida humana. El Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre, nacido de la Virgen María, en un tiempo y en un lugar específico, en Belén durante el reinado del emperador Augusto, bajo el gobernador Quirino; creció en una familia, tuvo amigos, formó un grupo de discípulos, dio instrucciones a los apóstoles para continuar su misión, completó el curso de su vida terrena en la cruz. Dios no se detuvo en las palabras, sino que nos mostró cómo vivir, compartiendo nuestra propia experiencia, excepto en el pecado. Este desvivirse por los demás es nuestra ofrenda en esta Navidad.

Y para terminar me gustaría resaltar que la Navidad es un tiempo para desterrar los miedos: «No tengáis miedo. Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo». «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor».

Este es el mensaje de la Navidad para todos: sólo salva el amor encarnado en la fragilidad de nuestra existencia. Nosotros celebramos este día el fundamento y la raíz de esa verdad: sólo salva un Dios que ama infinitamente al ser humano y se encarna entre nosotros en ese Niño de Belén. Feliz Navidad para todos.

 

 

ORACIÓN DE LOS FIELES

Queridos hermanos, en esta Noche Santa en que se manifestó la bondad y el amor del Salvador a todos los hombres, oremos a Dios confiando plenamente en su misericordia. A cada intención respondemos:

«RECUÉRDANOS, SEÑOR, TU GLORIOSA VENIDA.»

  1. Por la Iglesia, para que, contemplando cada día el misterio del Verbo presente en la historia, sea cada vez más el lugar donde el hombre pueda encontrar, como ante la gruta de Belén, la belleza de Dios. Oremos.
  2. Por el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que la celebración del Misterio del Amor infinito de Dios, hecho cercanía en su Hijo que ha nacido, les haga renacer al Evangelio vivido, proclamado y compartido con todos los hombres de buena voluntad. Oremos.
  3. Por todos los pueblos, para que escuchando el anuncio de los ángeles, emprendan nuevos caminos de concordia y todos aprendamos a vivir en la paz que nos trae Cristo que nace. Oremos.
  4. Por todos los que en esta noche sufren por la ausencia de sus seres queridos, por la enfermedad o la angustia, para que sean consolados por la presencia salvadora del Señor. Oremos.
  5. Por todos nosotros, para que recibamos con un corazón agradecido el inmenso amor de Dios manifestado en el Niño de Belén, y nos convirtamos en testigos de ese mismo amor. Oremos.

 

EXHORTACIÓN FINAL

Recibe, Señor, nuestras súplicas, y junto con ellas la ofrenda de nuestros corazones, para que los colmes de paz, alegría y santidad.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.