
... Se formó una nube que los cubrió y salió de la nube una voz:
“Este es mi Hijo, el amado; escúchenlo”. (Marcos 9, 2–10).
El relato de la "Transfiguración de Jesús" fue desde el comienzo muy popular entre los primeros discípulos. No es un episodio más. La escena, narrada por Marcos, es grandiosa.
Los tres discípulos que lo han acompañado hasta la cumbre de la montaña (Simón Pedro, Santiago y Juan) quedan sobrecogidos, estremecidos. No saben qué pensar de todo aquello. El misterio que envuelve a Jesús es demasiado grande. Marcos dice que Simón Pedro, Santiago y Juan estaban asustados.
La escena culmina de forma sorprendente: ... Se formó una nube que los cubrió y salió de la nube una voz: “Este es mi Hijo, el amado; escúchenlo”. Todo el movimiento de Jesús, es decir, la comunidad de discípulos en torno a Jesús nació escuchando su llamada. Su Palabra, recogida más tarde en cuatro pequeños escritos (Evangelio), fue engendrando nuevos seguidores. La Iglesia vive escuchando su Evangelio.
Este mensaje de Jesús, encuentra hoy muchos obstáculos para llegar hasta los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Al abandonar la práctica religiosa, muchos, muchísimos han dejado de escucharlo para siempre. Ya no oirán hablar de Jesús si no es de forma tan casual o muy distraída.
Por lo general, tampoco quienes se acercan a las parroquias o grupos parroquiales pueden apreciar fácilmente la Palabra de Jesús. Su mensaje se pierde entre otras prácticas, costumbres y doctrinas. Es difícil captar su importancia decisiva. La fuerza salvadora de su Evangelio queda a veces bloqueada por nuestro propio lenguaje y por nuestros propios comentarios, que frecuentemente están ajenos a su espíritu.
Sin embargo, también hoy, lo único decisivo que podemos ofrecer como Iglesia Católica a la sociedad actual es la Buena Noticia proclamada por Jesús, y su proyecto del Reinado de Dios. No podemos seguir reteniendo la fuerza transformadora, transfiguradora, de su Palabra.
Tenemos que hacer que su Palabra corra limpia, viva y abundante por nuestras Pequeñas Comunidades y sobre toda la Comunidad Parroquial. Que llegue hasta los hogares, que la puedan conocer quienes buscan un sentido nuevo a sus vidas, que la puedan escuchar quienes viven sin esperanza.
Tenemos que aprender a leer juntos el Evangelio. Familiarizarnos con los relatos de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Ponernos en contacto directo con la Buena Noticia de Jesús. De aquí empezará la renovación que necesita hoy nuestra Iglesia. Debemos poner con más fidelidad la Buena Noticia de Jesús (Evangelio) en el centro del cristianismo.