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Lecturas Fiesta de Todos los SantosDomingo, 1 de noviembre de 2020

MONICIONES SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Queridos hermanos: Nos reunimos hoy, como una sola familia para celebrar la Solemnidad de Todos los Santos. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina majestad.

Hoy las tres lecturas se refieren a la fiesta que celebramos: el misterio de esa multitud innumerable de personas que ya gozan de Dios y siguen en comunión con nosotros.

Unidos, pues, a todos los santos, comencemos con gozo esta celebración. En pie y cantamos el canto de entrada...

 

MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA

Escucharemos el relato de las bienaventuranzas, camino a seguir para poder triunfar y formar parte del pueblo victorioso que nos narra el apocalipsis, llegando a ser semejantes a Dios, a quien veremos tal cual es, según lo describe San Juan en su carta. Escuchemos atentamente.

 

PIMERA LECTURA

Lectura del libro del Apocalipsis 7,2-4.9-14

Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»
Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»

Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»

Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»

Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.»

Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. 

Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Quién puede subir al monte del Señor?
Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. 

Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3,1-3

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,1-12

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»

Palabra del Señor.

 

HOMILÍA

Esta es la historia de dos hermanos que eran conocidos en la ciudad donde vivían por estar envueltos en toda clase de engaños y de vicios y que habían acumulado una gran fortuna gracias a sus malvadas artimañas.

Cuando murió el hermano mayor nadie se entristeció. Su hermano quiso despedirlo con un gran funeral. Pero como nunca hablan asistido a ninguna iglesia le resultaba difícil encontrar una que quisiera celebrar el funeral.

El hermano se enteró de que una iglesia estaba recaudando dinero para hacer grandes reformas, así que se puso en contacto con el reverendo.

"Reverendo", le dijo, "como sabe ni mi hermano ni yo nunca hemos asistido ni a su iglesia ni a ninguna iglesia. Y supongo que habrá oído toda clase de chismes sobre nosotros, pero deseo celebrar el funeral de mi hermano. Y si usted dice que mi hermano era un santo, le firmaré un cheque por cien mil dólares. Eso les ayudará a los arreglos de su iglesia”.

Después de pensarlo un rato, el pastor le dijo que celebraría el funeral, pero tenía que pagar por adelantado. Y así lo hizo.

El día del funeral la iglesia estaba a rebosar. La gente acudió por curiosidad para ver lo que el pastor decía de aquel ladrón y blasfemo.

El servicio comenzó con cantos y lecturas bíblicas. En la homilía el pastor pronunció una larga letanía de todas las fechorías de aquel individuo: egoísmo, avaricia, corrupción, mujeriego, bebedor...

El hermano menor, sentado en el primer banco, empezó a sudar y a ponerse nervioso pues el pastor no estaba cumpliendo lo pactado. Después de diez minutos de denigrar a su hermano el pastor concluyó su homilía diciendo: "Si, amigos, este hombre era un desastre y un perfecto estafador, pero comparado con su hermano, era un santo".

La palabra santo no forma parte del vocabulario de los hombres de hoy.

Bonhoeffer decía que no quería ser ni santo ni pecador. Quería ser hombre.

Los santos para nuestros contemporáneos son personas de otro planeta, una especie en vías de extinción.

Mane-Noél escribió este hermoso texto:

"¡Qué contenta estoy de que Dios no sea santo!

Si un santo hubiera creado el mundo, habría creado la paloma, pero no habría creado la serpiente.

Habría creado la paloma, pero no la habría creado "macho y hembra".

No se habría atrevido a crear el Amor.

No se habría atrevido a crear la primavera que la sangre de toda carne altera.

Y todas las flores habrían sido blancas. Alabado sea Dios.

Dios las ha hecho de todos los colores.

Dios no era santo.

En su obra atrevida, no se ha preocupado de las disciplinas y de la edificación de los santos y si hubiera sido hombre en lugar de Dios, habría incurrido en la censura de los santos...

Sin embargo, eres santo, oh Dios mío, santo santificas a los santos... y es tu grandeza la que me da seguridad y me impide temblar cuando los santos me sublevan al reducir todos los caminos a su ruta única".

En los últimos años hemos asistido a las canonizaciones en masa.

La santidad lejos de estar reservada a una élite triste y ascética se ha hecho más cercana y, aparentemente, más al alcance de todos los pobres cristianos. Para ser santo no hay miles de caminos, sólo hay uno, responder al amor de Dios viviendo el evangelio. Es decir, amando a los demás. Los santos no son ni héroes ni modelos para nosotros. Lo único que debemos imitar es la libertad con que se entregaron al seguimiento de Jesús.

Pero a pesar de tanta canonización, ser santo en la gloria de Bernini no tiene nada que ver con ser santo a los ojos de Dios que nos mide a todos con un rasero diferente.

Yo he conocido a muchos hombres y mujeres que nunca serán declarados santos pero que para mí lo son mucho más que otros que están en el santoral. Hombres y mujeres que viven su vida cristiana con gran autenticidad y que predican con su vida y su palabra el evangelio del amor. Alegrémonos de que el camino de la santidad oficial se haya aligerado de tanto polvo y tantos obstáculos.

"Vuestros caminos no son mis caminos".

"Pensáis como los hombres no como Dios".

No me interesa nada estar en el santoral. Sí me interesa estar registrado en el libro de la vida.

Los cristianos no somos como los atletas que sólo viven para el record y la victoria y se olvidan de los demás.

La santidad no es escalar el Everest cada día. Es vivir la cotidianidad en la presencia de Dios, creyendo, amando, orando, riendo, sirviendo y luchando contra el mal en todos sus disfraces y aceptando nuestros pecados y nuestras grandes limitaciones como oportunidades para descubrir la misericordia de Dios.

Los santos son los bendecidos por Dios, los que viven la bendición de las bienaventuranzas a la luz de la vida de Jesucristo.

Somos santos y estamos llamados a serlo más. Y tenemos que caer en la cuenta de que estamos rodeados de santos.

"iQué suerte, chica, la de poder vivir cerca de un santo así, de un santo vivo, de carne y hueso, y poder besarle la mano! Cuando vuelvas a tu pueblo escríbeme mucho, mucho, y cuéntame de él". San Manuel Bueno, mártir.

Los santos viven junto a Dios y no se olvidan de nosotros. "Yo pasaré mi cielo haciendo el bien en la tierra" decía Santa Teresa de Lissieux.

Para la iglesia ortodoxa santos son todos los que están en el cielo. Y los santos oficiales son los reconocidos por la comunidad local.

Para los protestantes, como para San Pablo, santos son todos los cristianos.

La iglesia anglicana que reconoce a los santos tradicionales, no tiene un proceso de canonización, son declarados santos por la opinión popular.

El Islam también tiene sus santos, los amigos de Alá. Los sufí son santos.

El hinduismo los llama mahatma.

 

Señor, te proclamamos admirable y el único santo.

Señor te damos gracias porque nos santificas y nos aceptas como somos.

Señor, no queremos competir contigo, pero queremos que, día a día, nos vistas con tu gloria y tu santidad.

Ayúdanos a reírnos de los santos de cartón. Amén.

 

 

ORACIÓN UNIVERSAL  

A cada petición contestaremos:

"Escúchanos, Padre"

  1. Por la Iglesia de Dios, para que sea la sal de la tierra y la luz del mundo, y dé testimonio de la vida nueva que nos viene por Cristo Jesús. Roguemos al Señor...
  2. Por los hombres y mujeres, para que la propuesta del Evangelio nos ayude a encontrar la felicidad auténtica. Roguemos al Señor...
  3. Oremos hoy especialmente por nuestros difuntos: amigos y familiares, para que gocen para siempre de la plenitud de la vida con Dios. Roguemos al Señor...
  4. Por cada uno de nosotros, los aquí reunidos, para que, con todos los santos y santas de Dios, avancemos por el camino de la fe para conseguir con ellos la felicidad eterna. Roguemos al Señor...

 

 EXHORTACIÓN FINAL

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación bendecirte, Dios santo, uno y trino, con todos tus santos, porque nos concedes celebrar hoy la gloria de la asamblea festiva de todos los bienaventurados en la patria definitiva del cielo. Hacia ella, aunque peregrinos y forastero en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y por la esperanza, y gozosos por la gloria de los mejores hijos de tu Iglesia, los santos, nuestros hermanos, en quienes encontramos ejemplo de vida cristiana que imitar y ayuda para nuestra debilidad. Por eso, unidos a todos los santos y al coro de los ángeles, te glorificamos repitiendo sin cesar: santo, santo, santo.

 

Amén.

 

 

 

 

 

 

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