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Lecturas del Domingo 7º del Tiempo Ordinario - Ciclo ADomingo, 23 de febrero de 2020

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Levítico 19,1-2.17-18

EL Señor habló así a Moisés:

«Di a la comunidad de los hijos de Israel:

“Sean santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy santo.

No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado.

No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Yo soy el Señor”».

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

El Señor es compasivo y misericordioso.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura.

El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

El Señor es compasivo y misericordioso.

Como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen.

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3,16-23

Hermanos:

¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?

Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo son ustedes.

Que nadie se engañe. Si alguno de ustedes se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio.

Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia». Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos».

Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es de ustedes: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es de ustedes, ustedes de Cristo Y Cristo de Dios.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,38-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Han oído que se dijo:

“Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo les digo: no hagan frente al que los agravia.

Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

Han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”.

Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

Porque, si aman a los que los aman, ¿qué premio tendrán?

¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto».

Palabra de Dios.

 

HOMILIA

El capítulo 5 del evangelio de Mateo que hemos proclamado estos tres domingos es el evangelio de "se dijo a los antiguos, pero yo les digo". Una cosa es la religión y otra cosa muy distinta es la vida animada por el espíritu de Jesús. Una cosa es lo que hacen los gentiles, lo ordinario, y otra cosa muy distinta es lo que nosotros, los seguidores de Jesús, estamos convocados a vivir, vivir lo extraordinario.

¿A qué huele la religión? La religión huele a mandamientos, a cumplimiento, a hipocresía, a aburrimiento, a esclavitud.

¿A qué huele el espíritu de Jesús?

Huele a generosidad, a perdón, a amor, a alegría, a alabanza, a corazón abierto y desbordante, a paz en medio de la tormenta.

La religión es lo viejo, lo de siempre, lo ordinario, el espíritu de Jesús es lo siempre nuevo, lo extraordinario.

En 1956 los padres adoptivos de un niño de siete años llevaron al niño al médico y este les dijo: el ojo de su hijo tiene glaucoma y no tiene curación. Hay que sacarle el ojo. La madre se desmayó y cuando volvió en sí le dijo al médico: Sáqueme uno de mis ojos y trasplánteselo a mi hijo.

El médico alabó su generosidad, pero le dijo que era imposible y la madre gritó desesperada pensando en el futuro de su hijo.

Ni la madre ni el médico sabían que la puerta estaba entreabierta y que el niño estaba escuchando la conversación.

Este niño, años más tarde, escribió: desde aquel día la expresión ojo por ojo me sabe a amor, no a odio y proporcionalidad civilizada.

La expresión "ojo por ojo y diente por diente" a todos nos resulta familiar y hasta la repetimos alguna vez en lugar de nuestro "donde las dan, las toman".

¿Estamos los seres humanos programados para el ojo por el ojo? ¿Estamos programados para la venganza? ¿Estamos programados para amar a los enemigos? ¿Estamos programados para tener siempre razón? ¿Estamos programados para ver al prójimo como un virus que hay que combatir?

El hombre carnal es hostil a Dios, dice San Pablo y lo es también a los demás.

La venganza es dulce y el perdón es siempre escaso. El presidente de USA quería a Osama Bin Laden "dead or alive" y los Navy Seals se lo entregaron muerto.

Preguntaba un domingo el cura a sus feligreses ¿alguno de ustedes no tiene ni un solo enemigo? Un señor de 90 años levantó la mano y dijo: yo no tengo enemigos. ¿Y cómo puede ser usted la excepción? Porque los he enterrado a todos.

El evangelio de Jesús que hemos proclamado, que es mucho más exigente y hermoso que las leyes de la religión, quiere programarnos, a través del espíritu, para que vivamos de otra manera nuestra relación con Dios y con los hermanos.

Nosotros nos resistimos a todo, no basta aceptar pasivamente unas normas, el cristiano es el que se deja programar por el espíritu de Jesús, el que no apaga el Espíritu, el que se somete a la única ley que importa, la del reino que anunciaba Jesús.

La programación de Jesús es interior, es la del corazón. El evangelio de hoy la resume en estas frases hermosas, que tienen que dejar de ser consignas para hacerlas verdad en la vida de cada día.

"Pongan la otra mejilla", "caminen dos millas, "amen a sus enemigos".

Y para finalizar el programa nos dice: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".

Perfección que no significa que llevemos ya la aureola de la santidad alrededor de la cabeza, perfección que es un proceso muy lento de crecer cada día como hijo de Dios, proceso para alcanzar la madurez cristiana.

Bonhoeffer, el mártir en los campos de concentración escribía: Dios no nos quiere ni santos ni pecadores, nos quiere hombres.