En nuestras catequesis y, sobre todo, a la hora de plantearnos la Iniciación Cristiana nos preguntamos con frecuencia la aportación que nos puede proporcionar la vuelta al catecumenado antiguo. No se trata naturalmente de repetir al pie de la letra aquella experiencia pastoral, sino de inspirarnos en ella para los diversos caminos catequéticos actuales. Teniendo en cuenta el deseo conciliar de restaurar el catecumenado y escuchando voces de pastores y teólogos que nos invitan a retomar el catecumenado, nos queremos detener hoy en nuestro diálogo sobre este tema tan importante. Propongo dos miradas, dos enseñanzas, que pueden complementarse y que nos animan, cada una con un ritmo diferente, a volver al catecumenado.
I – La enseñanza del Cardenal Kurt Koch
El Cardenal Kurt es Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. En El desafio de la nueva evangelización, obra de equipo dirigida por George Augustin, publica un artículo titulado ¿Misión o des-misión de la Iglesia? En un apartado de este artículo, bajo el título Débil conciencia de catecumenado, nos invita a retomar lo esencial del antiguo catecumenado para afrontar el desafío de la nueva evangelización. Leer, meditar y dialogar sobre este artículo nos vendrá muy bien en nuestras parroquias y comunidades. Estas son sus palabras:
1 – El catecumenado primitivo En la Iglesia primitiva, el catecumenado era el camino originario y específico para llegar a ser cristiano y para la iniciación eclesial’. Los candidatos al bautismo debían participar en una catequesis bautismal de tres años cuyo objetivo era iniciar cuidadosamente a los catecúmenos en el saber de la fe judío-cristiana y en la forma de vida de la fe en la comunidad de la Iglesia. Detrás de ello latía la convicción deque uno llega a ser cristiano tras un largo camino de transformación, purificación y conversión que debe ser recorrido paso a paso. Por eso, la Iglesia primitiva partía con toda naturalidad de que la vida cristiana no arraiga por sí sola en los candidatos al bautismo, sino que debe ser aprendida y ejercitada. De modo análogo daba por sentado que el mal es poderoso y que es necesario luchar para propiciar la llegada del reinado de Dios. La trascendencia existencial que se atribuía al catecumenado en la Iglesia primitiva se pone de manifiesto, por ejemplo, en la comparación que establece san Agustín entre la iniciación cristiana y la elaboración del pan: así como el grano esparcido por los montes es recogido, trillado y molido, mezclado con agua para formar la masa y finalmente cocido en el fuego, así también los catecúmenos deben pasar por la molienda de la preparación al bautismo, ser bautizados con agua y convertirse en el fuego del Espíritu Santo en un pan, esto es, en el cuerpo de Cristo.
2 – Declive del catecumenado Pero con el cambio constantiniano primero y luego ya plenamente con la declaración del cristianismo como religión oficial del Estado, alrededor del siglo y era ya imposible contener el declive de la institución pastoral del 2 catecumenado. Este giro fundamental tuvo como principal consecuencia que «el abarcador catecumenado para no bautizados [fuera reemplazado] por la instrucción de los niños una vez ya bautizados». Mientras que en la Iglesia primitiva la iniciación precedía a la celebración de los sacramentos, luego del giro constantiniano la celebración del sacramento era lo primero y la iniciación a la fe —que debía realizarse en la triada pastoral formada por la familia, la escuela y la catequesis— seguía al bautismo.
3 – Situación actual Hoy volvemos a encontramos en una situación nueva y fundamentalmente distinta~ que el papa Benedicto XVI ha diagnosticado en el sentido de que la mayoría de los cristianos actuales se encuentran «de hecho en estado de catecumenado», afirmandot además que esto «debemos tomarlo de una vez en serio en la pastoral»4 . En la situación actual, las vías de transmisión de la fe y de iniciación a ella y los lugares de aprendizaje a ellas asociados (la familia, la parroquia y la escuela), resultado todo ello de una evolución histórica, se debilitan progresivamente o han desaparecido por completo. Amén de que en muchas familias apenas tiene lugar ya la socialización primaria en la vida eclesial, también en la escuela se torna cada vez más precaria la transmision de la fe; e incluso la catequesis, que siempre había sido capaz de desempefiar un papel subsidiario, ahora difícilmente puede edificar sobre fundamentos de fe ya existentes. A pesar de estos trascendentales cambios, el centro preponderante del trabajo pastoral sigue estando ocupado por la sacramentalización de la vida humana, no por la evangelización, que en una situación misionera debería pasar sin duda a primer pla- no. La Iglesia únicamente podrá responder a esta situación si la habitual pastoral de iniciación eclesial recupera su originaria dimensión catecumenal, esto es, vinculada al primer anuncio y a la evangelización. La socióloga del cristianismo francesa Daniéle Hervieu-Léger subraya con razón que la categoría tradicional de «católico practicante» no resulta ya representativa en las actuales circunstancias pastorales, ya que en el mejor de los casos solo es aplicable a una pequeña minoría, mientras que la mayoría deben ser considerados «peregrinos» y «conversos». Se trata de personas que, más que ser cristianos, se encuentran en camino de llegar a serlo. Peregrinos y conversos no son todavía cristianos convencidos, sino personas que buscan sus convicciones existenciales y que solo se convierten en cristianas merced al encuentro con personas y comunidades cristianas convencidas.
4 – Necesidad de un cambio pastoral En esta situación tan difusa, la pastoral de la Iglesia debe partir, como ya postuló con razón en la década de 1960 el hoy cardenal Walter Kasper, «de la primacía pastoral de la palabra frente al sacramento». Con ello se anuncia un «cambio de paradigma pastoral», consistente sobre todo en que, a diferencia de lo que ocurría en siglos anteriores en una situación mareada por el estatus de Iglesia oficial, la principal directriz de la pastoral no puede ser ya la administración masiva de los sacramentos; el lugar de esta debe ser ocupado más bien por la «prioridad pastoral de la evangelización» y, con ella, de la 3 transmisión de la fe, lo que al mismo tiempo es condición previa para la pastoral sacramental.
II – La enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica
Para situar las palabras del Cardenal Kart en sus justos términos nos interesa conocer la opinión al respecto de la Iglesia Católica en su doctrina magisterial. Nos dirigimos por tanto al Catecismo de la Iglesia Católica y nos detenemos en los números 1229 – 1233.
1 – El camino de la iniciación cristiana ―Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística‖ (nº 1229).
2 – Modelos diferentes de este camino a lo largo de la historia ―Esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las circunstancias. En los primeros siglos de la Iglesia, la iniciación cristiana conoció un gran desarrollo, con un largo periodo de catecumenado, y una serie de ritos preparatorios que jalonaban litúrgicamente el camino de la preparación catecumenal y que desembocaban en la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana‖ (nº 1230).
3 – La impronta que ha marcado el bautismo de los niños ―Desde que el Bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración de este sacramento, ésta se ha convertido en un acto único que integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis‖ (nº 1231).
4 – La restauración del catecumenado por el Concilio Vaticano II ―El Concilio Vaticano II ha restaurado para la Iglesia latina, "el catecumenado de adultos, dividido en diversos grados" (SC 64). Sus ritos se encuentran en el Ritual de la iniciación cristiana de adultos (1972). Por otra parte, el Concilio ha permitido que "en tierras de misión, además de los elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden admitirse también aquellos que se encuentran en uso en cada pueblo siempre que puedan acomodarse al rito cristiano" (SC 65)‖ (nº 1232). 4
5 – Situación actual ―Hoy, pues, en todos los ritos latinos y orientales, la iniciación cristiana de adultos comienza con su entrada en el catecumenado, para alcanzar su punto culminante en una sola celebración de los tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía. En los ritos orientales la iniciación cristiana de los niños comienza con el Bautismo, seguido inmediatamente por la Confirmación y la Eucaristía, mientras que en el rito romano se continúa durante unos años de catequesis, para acabar más tarde con la Confirmación y la Eucaristía, cima de su iniciación cristiana‖ (nº 1233). Abrámonos sin miedo al catecumenado o, al menos, a las catequesis con inspiración catecumenal. Los objetivos que pretende este medio pastoral son importantes. Los podemos resumir así:
a) Maduración de la conversión y de la fe.
b) Experiencia del Espíritu e inmersión en el misterio.
c) Vinculación más estrecha a la iglesia y experiencia de comunidad.
d) Aceptación responsable de la misión.
Si conseguimos estos objetivos no habremos trabajado en vano. Que el Señor nos ayude.
Tomado de: Archiburgos.es
Autor: P. Florentino Gutierrez
Fecha: Marzo 9 de 2014