¿Tu casa tiene espacio para Dios? Se sigue extendiendo el tiempo de cuarentena y la sed de sacramentos también aumenta.Los fieles acostumbrados a visitar la iglesia con regularidad no pueden acercarse, y eso genera desconsuelo, una especie de desamparo. Los cristianos, privados de la Eucaristía, se dan cuenta de la gracia que era la comunión para ellos. ¿Qué queda ante la imposibilidad física de acudir al templo? ¿La vida cristiana está condenada a languidecer cuando es imposible reunirse con los demás para orar?
Todos sabemos que una iglesia es un lugar sagrado que nos recuerda que, en este sitio de oración, hay que vivirlo todo intentando orientar todas las cosas y todas las decisiones hacia la gloria de Dios.
¿Y si transformamos nuestra casa en templo?
Anímate a poner en práctica la adoración en tu casa, porque no hay vida cristiana sin vida sacramental. No hay que bajar la guardia, el poder de Dios no conoce límites, y puede comunicar los tesoros de la vida de Cristo sin estar atado por ningún condicionamiento humano. Cuando se hace físicamente imposible ir a la Iglesia es importante no desfallecer.
Hay que ver también en estas circunstancias la providencia amorosa de Dios que lo gobierna todo para nuestro bien. Son momentos en los que, a la par que se fomenta el deseo de recibir los sacramentos se puede agradecer el inmenso tesoro de gracia que en innumerables ocasiones se ha acercado a nuestra alma.
En este video que subí a mi cuenta de Instagram expongo cuatro ideas para convertir tu casa en un templo, espero que las puedas poner en práctica:
1. Busca un lugar especial en tu casa
Nos dice san Pablo en Corintios: «¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?». Tenemos la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones y esto nos ayuda a tener una presencia más continua. Pero ayuda que podamos contar en casa con un espacio que nos ayude a ser más conscientes de esa presencia. Hay varias formas de hacerlo, aquí te compartimos los pasos que debes seguir para crear un pequeño altar en casa.
Las actividades diarias que realizamos en nuestros hogares nos brindan oportunidades de rendir amor, servicio, obediencia y cooperación. Si queremos equiparar el hogar a un templo, ¿qué es lo que hace del hogar un lugar sagrado? Encontré en un diccionario el término sagrado definido como: «Perteneciente o dedicado a Dios, digno de reverencia, dedicado a una persona, objeto o finalidad». Si nos esforzamos por vivir así en nuestros hogares será más fácil que se vaya convirtiendo en un templo.
2. Dedica tiempo concreto a la oración
Dice Jesús que: «Mi casa será llamada casa de oración». Los cristianos experimentamos de manera muy concreta la comunión de los santos, ese vínculo misterioso que une a todos los bautizados en la oración silenciosa y el cara a cara con Dios.
Es importante redescubrir cuán preciosa puede ser la costumbre de leer la Palabra de Dios, de recitar el rosario en familia, escuchar la misa on line o de consagrar tiempo a Dios, en una actitud de entrega de uno mismo, de escucha y adoración silenciosa.
Dice el Card. Sarah que: «Habitualmente, valoramos la utilidad de una persona con relación a su capacidad de influencia, de acción, es decir, de agitación. De repente, todos estamos al mismo nivel. Desearíamos ser útiles, servir para algo. Pero lo único que podemos hacer es rezar, animarnos mutuamente, apoyarnos los unos a los otros. Es el momento de redescubrir la oración personal y de volver a escuchar a Jesús diciéndonos: «Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará» (Mt 6, 6).
3. Desea la Eucaristía
Cuenta santa Catalina de Siena en sus Diálogos que una persona quería recibir la Eucaristía, pero no le fue posible recibir sacramentalmente a Jesucristo. Cuando ya había perdido toda esperanza de comulgar, le sobrevino una gracia extraordinaria. Sumergida en ese éxtasis espiritual, su unión con Dios era superior a la del alma al cuerpo.
En ese estado recibió la Comunión directamente de Dios, sin mediación de criatura alguna. Y en señal de que en verdad se había cumplido su deseo, se le concedió que sintiera, además, de modo admirable, el gusto, sabor y olor de la sangre y cuerpo de Cristo crucificado.
El Señor está presente en nuestras ciudades y pueblos. Puedes visitarle con la imaginación y decirle muchas veces que quisieras recibirle. Recuerda que los sacerdotes seguimos celebrando la misa en soledad. Es ahora cuando podemos medir la inmensa grandeza del sacrificio eucarístico, que no necesita una asistencia numerosa para dar fruto. Por la misa, el sacerdote llega al mundo entero.
4. Bendice en todo momento
Es el momento de vivir de fe, que quiere decir «abandonarse» en la verdad misma de la Palabra del Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente «¡cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!» (Rom 11, 33).
Las circunstancias de la pandemia, junto con la limitación que impone en la participación de los actos de culto, puede ser un llamado a vivir con renovada intensidad aquella frase de la Sagrada Escritura: «El justo vive de la fe».
Hay que manifestar la fe en el hogar con la oración, pero también con manifestaciones externas que hagan más patente nuestra fe. Ha llegado el momento de redescubrir la oración en familia, de que los padres aprendan a bendecir a sus hijos. Que levantemos un plegaria para bendecir los alimentos y que nos despidamos de los que queremos diciendo ¡Dios te bendiga!