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FIESTA DE PENTECOSTÉS (MAYO 23 de 2021)

MONICIÓN DE ENTRADA

Sean bienvenidos, queridos hermanos, a la gran fiesta de Pentecostés, que nos hará testigos, al igual que al grupo de los apóstoles, de la venida del Espíritu Santo.

«Pentecostés», en griego, significa «día quincuagésimo» o «cincuenta días después». El 50 es un número que ya los judíos tenían asimilado desde hace siglos como símbolo de plenitud: una semana de semanas, siete por siete más uno. Es cuando celebraban, después del Éxodo, la fiesta de la recolección agrícola y la alianza que sellaron con Yahvé en el monte Sinaí, guiados por Moisés, a los cincuenta días de su salida de Egipto.

Los cristianos celebramos hoy, después de la Pascua-Resurrección de Jesús, su donación del Espíritu a la comunidad apostólica precisamente a los cincuenta días. No como fiesta independiente, sino como culminación de la Pascua.

Que el Espíritu Santo nos mueva hoy a iniciar con gozo esta solemne celebración, cantando juntos…

 

MONICION ÚNICA PARA TODAS LAS LECTURAS

Como culmen de la Pascua se produce el envío del Espíritu Santo en Pentecostés. Y de ello hablan las lecturas que hoy hacemos, cada una desde su perspectiva. Tanto el evangelio como el libro de los Hechos de los Apóstoles nos ofrecen su propia versión de este acontecimiento, resaltando diversos aspectos de un mismo misterio. Más allá de toda diferencia existe, no obstante, una coincidencia de fondo: en ambos casos se resalta que el Espíritu es el don que el Señor hace a sus discípulos para que puedan continuar su misión. El salmo nos invita a entender este momento como una “nueva creación”, y Pablo, por su parte, nos recuerda que la acción del Espíritu se manifiesta de múltiples maneras, pero todas ellas son para el bien de la comunidad.

Pongamos atención a la Palabra que se nos proclamará a continuación.

 

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11):

AL cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.

Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo:

«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

 

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

 

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13):

Hermanos:

 

Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.

Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.

Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Palabra de Dios.

 

Secuencia

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor.

 

HOMILIA

Cuentan que un domingo la madre de Goyo entró en su habitación y le gritó: "Goyo, es domingo. Es hora de levantarse. Es hora de ir a la iglesia".

Goyo, medio dormido y de mal humor, le contestó: "No tengo ganas de ir. Hoy me quedo en la cama".

"¿Qué es eso de que no quieres ir? Vamos, date prisa", le volvió a gritar su madre.

"No quiero ir. No me gusta la gente que viene a la iglesia y, además, yo no les caigo nada bien".

"No digas tonterías, hijo. Déjame que te dé dos razones por las que tienes que ir. La primera es que ya tienes 40 años y la segunda, no lo olvides, es que tú eres el párroco".

Los apóstoles, a pesar del mandato del Señor, "Id y predicad el evangelio"…, tan pronto como se ven solos se esconden y encierran en el cenáculo. Son unos cobardes. Saben que no les caen nada bien a sus compatriotas y saben que el mensaje de la Resurrección, difícil de entender, va a ser rechazado por la gente.

Saben que predicar el Dios de Jesucristo a los que lo han crucificado es altamente peligroso.

Saben que el nuevo espejo religioso en el que hay que mirarse distorsiona la imagen del pasado y abre a nuevas vistas.

Y los apóstoles de ayer como los de hoy ante el vértigo de la indiferencia y, a veces, de la hostilidad e incomprensión optamos por ocultarnos tras las sábanas de nuestros reductos.

Por eso hubo un Pentecostés. Por eso siempre es Pentecostés. Sin la presencia del Espíritu que entra en la habitación de nuestro corazón seguiríamos dormidos y la iglesia encerrada en su cenáculo y en sus sacristías.

La historia de la Torre de Babel leída a la luz de Pentecostés es una historia de bendición y de salvación.

Aquellos hombres se sentían seguros y unidos dentro de sus muros.

La confusión, creada por el Espíritu, les fuerza a salir y a dispersarse para ser uno en la multiplicidad de las lenguas y uno en la diversidad de la geografía humana.

No fue un castigo de Dios sino la estrategia divina para que aquellos hombres alcanzaran todo su potencial humano y religioso.

Pentecostés es pasar de la seguridad del cenáculo, Torre de Babel, a la multiplicidad de lugares y de lenguas para que en todo el mundo y en todas las lenguas de la tierra sea proclamado el evangelio con la fuerza del Espíritu que sopla donde quiere.

El don del Espíritu Santo es lo que posibilita a la iglesia dejar de ser algo local, Jerusalén, para convertirse en algo global, universal.

Las razas y diferencias ante el mensaje de la Resurrección se hacen irrelevantes. Y Pentecostés es el signo y el sello que lo demuestran.

Ahora nos queda el Espíritu Santo que es el sustituto de Jesús en su ausencia.

"Cuando se rompe un frasco de perfume, su olor se difunde por todas partes, al romperse el cuerpo de Cristo en la cruz, su Espíritu, que mientras vivía poseía en exclusiva, se derramó en los corazones de todos". San Hipólito

"Sin el Espíritu Santo,

Dios queda lejos,

Cristo permanece en el pasado,

el evangelio es letra muerta,

la iglesia, pura organización,

la autoridad, tiranía,

la misión, propaganda,

el culto, mero recuerdo,

el obrar cristiano, es moral de esclavos".

Sólo la presencia y poder del Espíritu Santo puede vivificar, dinamizar, liberar y divinizar todo el hacer eclesial y humano.

 

ORACIÓN DE LOS FIELES

Queridos hermanos, invoquemos con fe a Dios Padre, para que nunca falte al mundo el don de su Espíritu Santo, diciendo juntos:

PADRE, CONCÉDENOS TU SANTO ESPÍRITU.

  1. Por la Iglesia, comunidad de creyentes reunidos por el Espíritu Santo, para que el fuego del Espíritu la haga signo tangible de la presencia del Señor entre los hombres, lugar visible de su amor, instrumento eficaz de su salvación. Oremos.
  2. Por el Santo Padre Francisco, los obispos, los sacerdotes y diáconos, para que el Espíritu de fortaleza y de ciencia los haga guías iluminados y maestros auténticos de la verdad del Evangelio para el pueblo de Dios, peregrino por este mundo. Oremos.
  3. Por nuestros gobernantes, para que, dejándose guiar por el Espíritu Santo de sabiduría, su mente y conciencia sean iluminadas y así busquen el diálogo para solucionar las diferencias políticas y sociales, luchando por la unidad de nuestros pueblos. Oremos.
  4. Por los que sufren, por los que están solos y abandonados, para que el Espíritu consolador visite sus corazones, para que la caricia de la presencia de Dios en todos coraje, fuerza y esperanza. Oremos.
  5. Por nosotros, para que el soplo del Espíritu traiga novedad a nuestra vida y nos dejemos modelar y guiar por Él. Oremos.