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#Evangelio - Ser lo que en realidad somos (23 de febrero)

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En la lectura del evangelio de la misa dominical venimos siguiendo las enseñanzas de Jesús en el sermón de la montaña, el domingo pasado iniciamos la lectura de una…

En el evangelio de hoy (Mateo 5, 38-48) leemos las dos últimas antítesis de la serie. La semana pasada leímos las antítesis sobre el homicidio, el adulterio, el divorcio y los juramentos; en este domingo Jesús nos propone las antítesis referentes a la no violencia y al amor a los enemigos. Después de la sexta antítesis, el Maestro ofrece la conclusión a la serie, conclusión que está relacionada con la introducción que leímos el domingo pasado.

En el sermón de la montaña Jesús nos viene revelando que el ser humano está llamado a la comunión profunda en el amor con Dios y que, a partir de esta comunión en el amor, en el ser humano se va dando un proceso de conversión que llevará a la persona a parecerse cada vez más al Padre del cielo.

Cuando el discípulo de Jesús asume la gracia y se deja transformar por ella abandona el estilo de ‘justicia de los fariseos’ que creen que la salvación es la recompensa al actuar cumpliendo escrupulosamente leyes y normas y pasa a ver la necesidad de estar unido a Dios para poder ser luz.

La serie de antítesis puede interpretarse desde la ‘justicia de los fariseos’ y encontrar unas fórmulas para resolver nuestra vida cristiana; pero no caigamos en ello y mejor contemplemos el conjunto de las seis antítesis y centremos nuestra interpretación a partir de la introducción y de la conclusión de la serie.

En la última antítesis, la referente a la no violencia, Jesús propone tomarnos en serio la renuncia a toda violencia y no simplemente contentarnos con no sobrepasar la barrera con la que la ley «ojo por ojo y diente por diente» controla la actitud vengativa.

Las recomendaciones de no oponer resistencia, ofrecer la otra mejilla y entregar toda la ropa no se pueden entender como actos para los que uno se programa; de ser así, estaríamos atrapados en la casuística y por lo mismo impedidos para acoger la propuesta de Jesús que nos impulsa a ser creativos.

Las recomendaciones de las dos últimas antítesis las hemos de recibir como una actitud de permanente protesta contra la violencia que deshumaniza y convencernos que la cotidianidad del discípulo está determinada por el Reino. Aquí Jesús está pidiendo de nosotros una conducta diferente a lo que a diario encontramos en muchas relaciones entre los hombres.

Fijémonos que tanto la antítesis sobre el amor a los enemigos, como la referente a la no violencia, no vinculan recompensa alguna ni se proponen con alguna recomendación de tipo sapiencial. La motivación para asumir un nuevo modo de comportamiento es sencillamente la filiación divina: «Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto».