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Domingo 26º del Tiempo Ordinario30 septiembre de 2018

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Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. El portador del grupo es Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús, la excepción de Jesús y el monopolio de su acción liberadora.

 Juan y los demás vienen preocupados: un exorcista, no integrado en el grupo que sigue a Jesús, está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: "… porque no viene con nosotros".

 Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo… que nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia.

 Pero, ¿es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?

 Sus primeras palabras son rotundas: "No se lo impidan…". El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el grupo mismo de discípulos y apóstoles. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal.

 Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. Jesús no ha constituido su Iglesia para controlar su salvación mesiánica. Jesús no es rabino de una escuela cerrada… sino el Mesías de una salvación abierta a todos, ofrecida para todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien.

 No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. El modo de ver las cosas por parte de Jesús es bien diferente: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro".

 En la sociedad moderna hay muchas mujeres y varones que trabajan por un mundo más justo y más humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al Reinado de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Hemos de apoyarlos en vez de descalificarlos.

  Sergio Pulido Gutiérrez, Mons.

Canónigo Catedral Primada y Párroco San Luis Beltrán