En la alegría de un nuevo despertar te damos gracias, Señor, por el don de la vida y ante todo por el descanso reparador que nos has regalado. En este domingo dedicado a Ti, nos invitas en tu palabra a vivir responsablemente y ante todo a estar en vigilancia.
Tener la lámpara encendida es sinónimo de estar vigilantes ante la llegada inminente de tu Reino, del cual estamos llamados a participar desde ahora. Es una cualidad personal que no puede ser compartida, ni prestada ni vendida. Un ejercicio continuo (la vigilancia), que nos hace permanecer fieles a tu llamada.El Reino definitivo tarda, y para unos llegará antes, para otros después. No está sujeta tu venida definitiva a los cálculos humanos, para cuando estemos preparados. Nos invitas a que esta vigilancia sea para nosotros una exigencia completa para que no caigamos en lo insensato, sino en lo vigilante, esperanzado, porque Tú, Señor, de la historia vendrás definitivamente. Con esta parábola nos estás invitando a ser constantes, pues en cualquier momento se puede producir tu llamada. Hoy nos invitas a abrir nuestros ojos y reconocerte en los acontecimientos vividos. Esto requiere estar vigilantes, tener encendida nuestra lámpara, en el aquí y ahora, en nuestra familia, en nuestra comunidad, a través de los distintos hechos vividos, sean dolorosos o alegres.
El Reino de Dios “está dentro de nosotros”, no tenemos que buscarlo fuera. No es algo material, es una forma de existencia, una manera de responder ante las distintas circunstancias de la vida.
Estemos vigilantes, pues el Señor está presente de una u otra manera en los distintos acontecimientos de nuestra vida. Y esa vigilancia ha de ser serena y confiada en la búsqueda: el Reino está más cerca de lo que pensamos. El buscarlo ya es poseerlo. Seamos como las doncellas prudentes y mantengamos las lámparas de la fe y las alcuzas de la esperanza con suficiente aceite de Caridad. Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos. Muy feliz y alegre Domingo.
8-nov.-2020 domingo de la 32.ª semana del TO