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3-ene.-2025, viernes antes de la Epifanía

Queremos con Juan Bautista proclamar que tú eres nuestro Salvador y guía aquel, que quita el pecado del mundo.

Hoy es buen día para agradecer lo que vamos recibiendo del Señor. 

Buen día para expresarte nuestros sentimientos y ofrecerte nuestros corazones abiertos para llenarlos de todo lo que nos quieras regalar. Ojalá cada día sigamos recibiendo de ti lo que quieres que hagamos y al final tengamos 365 satisfacciones de lo realizado. 

Por ahora, Señor, hemos emprendido la travesía de la esperanza, nuestro equipaje lleva lo necesario para amar, porque en el llevamos tu presencia, tu bondad y tu misericordia. Concédenos la gracia de seguir escuchando tu Palabra, meditándola y haciéndola vida en nuestras vidas. Que esta misma palabra sea nuestro aliciente para sentir tu apoyo e ir a nuestros hermanos expresando Alegría y optimismo por la vida. En el camino hay siempre dificultades, tentaciones y desánimos, pero contando contigo las podremos superar. Queremos con Juan Bautista proclamar que tú eres nuestro Salvador y guía aquel, que quita el pecado del mundo. 

Un muy bendecido viernes. Vivámoslo en servicio y disponibilidad. BENDIGAMOS A TODOS CON LOS QUE COMPARTIREMOS ESTE DÍA. 

PALABRAS DEL SANTO PADRE

El evangelista Juan, a diferencia de los otros tres, no describe el evento, sino que nos propone el testimonio de Juan el Bautista. Fue el primer testigo de Cristo. Dios lo había llamado y preparado para esto. El Bautista no puede frenar el urgente deseo de dar testimonio de Jesús y declara: «Y yo lo he visto y doy testimonio» (v. 34). Juan vio algo impactante, es decir, al Hijo amado de Dios en solidaridad con los pecadores; y el Espíritu Santo le hizo comprender la novedad inaudita, un verdadero cambio de rumbo. De hecho, mientras que en todas las religiones es el hombre quien ofrece y sacrifica algo para Dios, en el caso de Jesús es Dios quien ofrece a su Hijo para la salvación de la humanidad. Juan manifiesta su asombro y su consentimiento ante esta novedad traída por Jesús, a través de una expresión significativa que repetimos cada día en la misa: «¡He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (v. 29). (…) Aprendamos de Juan el Bautista a no dar por sentado que ya conocemos a Jesús, que ya lo conocemos todo de Él (cf. v. 31). No es así. Detengámonos en el Evangelio, quizás incluso contemplando un icono de Cristo, un “Rostro Santo”. Contemplemos con los ojos y más aún con el corazón; y dejémonos instruir por el Espíritu Santo, que dentro de nosotros nos dice: ¡Es Él! Es el Hijo de Dios hecho cordero, inmolado por amor. (Ángelus, 19 de enero de 2020)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.