Esperanzadora mañana la que nos regalas Señor, para vivirla en fe y optimismo e iniciar nuestras labores en tus manos. Hoy nos iluminas con tu palabra y nos invitas a saber tener corazón agradecido.
Pablo y Bernabé, al volver a Antioquía y “evaluar” lo que habían hecho, después de pasar por momentos difíciles y haber tenido desencantos, se fijan no en los inconvenientes, sino en los logros de la fe abierta a los gentiles. Con frecuencia, nuestras evaluaciones actuales —sofisticadas y bien elaboradas— se fijan más en los inconvenientes, en las dificultades, para ser conscientes, para buscar soluciones.
Muchas veces en sentido de humildad no damos importancia a los logros y a lo que tenemos, sino que recalcamos más en lo negativo y en lo que nos hace falta, en las dificultades, pero parece que no supiéramos encontrar soluciones satisfactorias. ¿No tendríamos que fijarnos en lo conseguido, en los éxitos por pequeños que nos parezcan, en la bondad y el amor, en la riqueza de la salud y lo mucho o poco que tenemos? Ayúdanos a confiar en Ti, que nos das muchas veces más de lo que necesitamos.
Confiamos en Ti, que nos invitas a la valentía y a la firmeza, porque estando tú a nuestro lado no tiembla ni se angustia nuestro corazón. Confiamos en Ti, que amas al Padre y te sabes amado por el Padre, en una comunión que orienta y da la victoria a nuestras vidas. Que digamos no al temor o la desesperanza, venga de donde venga; que te digamos: confiamos en Ti, esperamos en Ti y aguardamos en Ti. Danos tu Espíritu de Paz, de Amor de Fortaleza, para que seamos confiados y fieles discípulos colaboradores de tu amor. Amén.
Un muy alegre y confiado martes en el Señor.
LAS PALABRAS DE LOS PAPAS
Es un don que hay que pedir: saber ver la certeza de la Pascua en cada tribulación de la vida y no desanimarnos recordando, como escribía otro gran padre oriental, que «el mayor pecado es no creer en las energías de la Resurrección» (San Isaac de Nínive, Sermones ascéticos, I, 5). ¿Quién, pues, más que ustedes, puede cantar palabras de esperanza en el abismo de la violencia? (…) desde Tierra Santa hasta Ucrania, desde el Líbano hasta Siria, desde Oriente Medio hasta Tigray y el Cáucaso, ¡cuánta violencia! Y sobre todo este horror, sobre la masacre de tantas vidas jóvenes, que deberían provocar indignación, porque, en nombre de la conquista militar, son personas las que mueren, se alza un llamamiento: no tanto el del Papa, sino el de Cristo, que repite: «¡La paz esté con ustedes!» (Jn 20,19.21.26). Y especifica: «Les dejo la paz, les doy mi paz. No como la da el mundo, yo se la doy a ustedes» (Jn 14,27). La paz de Cristo no es el silencio sepulcral después del conflicto, no es el resultado de la opresión, sino un don que mira a las personas y reactiva su vida. Recemos por esta paz, que es reconciliación, perdón, valentía para pasar página y volver a comenzar. Los pueblos quieren la paz y yo, con el corazón en la mano, digo a los responsables de los pueblos: ¡encontremos, dialoguemos, negociemos! La guerra nunca es inevitable, las armas pueden y deben callar, porque no resuelven los problemas, sino que los aumentan; porque pasarán a la historia quienes siembran la paz, no quienes cosechan víctimas; porque los demás no son ante todo enemigos, sino seres humanos (…) (Papa León XIV - Discurso a los participantes al Jubileo de las Iglesias Orientales, 14 de mayo de 2025)