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Santos de hoy: Santa María Crucificada de Rosa

Santa Cristiana, San Maximino abad, San Valeriano obispo, San Urbicio

El 14 de abril de 1944, a la edad de 33 años, Pierina Gilli entra al Convento, como postulante de las Siervas de la Caridad y es enviada como enfermera al Hospital de los Niños en Brescia.

 

Pierina fue atacada por la meningitis. Es el comienzo de las graves tribulaciones relacionadas con la primera fase de las apariciones desde finales de 1944 hasta finales de 1947.

 

Recluida en aislamiento en la enfermería del Ronco cayó en un estado de inconsciencia durante el cual recibió los últimos Sacramentos. Se esperaba su muerte, cuando en la noche del 17 de diciembre de 1944 se le apareció Santa María Crucificada de la Rosa, la Fundadora de las Siervas de la Caridad, quien le aplico en la cabeza y en la espalda un ungüento especial y la sano, requiriendo no obstante una larga convalecencia.

 

Enviada de vuelta a casa por la fragilidad de su salud, ofreció este sacrificio por la salvación de las almas consagradas del Instituto.  

 

La noche de 23 al 24 de noviembre cuando se le apareció de nuevo a Pierina, Santa María Crucificada de la Rosa; pero esta vez con la Virgen quien portaba tres espadas clavadas en el pecho. 

 

El ano siguiente, Pierina fue atacada por muy fuertes cólicos renales, cistitis bastante dolorosa, hasta llegar a un colapso cardiaco. El 12 de marzo de 1947, había perdido el conocimiento y estaba en el final de su vida. Con las Monjas estaban presentes la madre y las hermanas, en espera de verla expirar. Sin embargo, la vieron levantarse de improviso y sentarse en la cama, tender los brazos hacia una dirección y hablar con una persona invisible, después de los cual cayo nuevamente sobre la cama y abrió los ojos como si se despertara de un sueno. Estaba efectivamente curada, tanto que tres días después reinicio las labores. Lo que había ocurrido fue narrado por la misma Pierina. Se le había aparecido Santa María Crucificada de la Rosa con estas palabras:

 

“El Señor quería llevarte al Paraíso, sin embargo te deja todavía en la tierra. Ofrecerás tus sufrimientos, hasta diciembre, por la conversión de una de nuestras Religiosas… ¿Aceptas esto?”

 

Pierina respondió generosamente: “Si”.

 

Continuo:

“Ante los hombres no tienes mas nada, pero tu tendrás siempre los mismos sufrimientos”.

 

Pierina pregunto: “¿Siempre la Cruz desnudad?”.

 

Respondió:

“Si, ¡el Señor a cambio de esto da la conversión de los pecadores!”

 

Y Pierina:

“¡Que Gracia! ¡Son todos salvos! ¡Gracias, gracias!”

 

A partir de este momento, comienzan para Pierina los sufrimientos más profundos y no solamente físicos. Sintiéndose comprometida por la conversión de aquella persona Religiosa, cometió la imprudencia de pedir al Señor que le hiciera sentir todo aquello que pasaba en aquella alma por convertir. Y he aquí que se siente cambiada: por dos meses prueba, a su pesar, una extraña indiferencia hacia las cosas sagradas y una aversión inexplicable hacia la Madre Superiora, el confesor y las otras Monjas.

 

Pasados estos dos meses, a principios de mayo, comienzan las persecuciones diabólicas que Pierina describe minuciosamente, día por día, en su diario. Evidentemente, los demonios quieren asustarla y desalentarla, con el fin de que abandonara aquellas almas. Pierina, de acuerdo con el confesor y la Superiora y confortada por las apariciones de Santa María Crucificada, duerme en el suelo sobre una colcha y ayuna tres días a pan y agua. Se le aparece repetidamente un demonio de aspecto monstruoso. Otros demonios la atacan y le pegan por todo el cuerpo. Las Monjas de turno constatan el forcejeo y las llagas en el cuerpo de Pierina, sin ver no obstante, a los demonios. Fueron ellas las primeras en percibir ruidos espantosos que revelaban la presencia de los demonios. Muchas veces el demonio se presento con la apariencia de una Monja para persuadir a Pierina de que suspendiera sus penitencias.

 

Además, Pierina es atormentada por ascárides en el estomago, lo cual le provocaba vómitos y nauseas que le asfixiaban. Estas persecuciones duran un mes y tienen su culminación la noche del primero de junio con la visión del Infierno, en la cual Pierina distingue, en tres secciones diferentes, tres categorías de Religiosos, almas consagradas y Sacerdotes, correspondientes a las tres espadas de la visión y las tres intenciones por las cuales debe orar y sufrir.

 

Más después de la visión del Infierno, aquella misma noche del primero de junio de 1947, a las tres y quince de la mañana, Pierina fue visitada – en la segunda aparición – por la Virgen, con tres espadas clavadas en el pecho.

 

La aparición, la cual será descrita con las palabras de Pierina en la segunda parte de este libro, tenia el propósito de confirmar el significado de los sufrimientos de Pierina y de proponer al Instituto de las Siervas, una devoción especifica en este sentido reparador.

 

En los días siguientes, Pierina continuo sintiendo dolores lacerantes de cabeza, de estomago, en el hígado; con síntomas de flebitis en la pierna izquierda, los cuales la mantenían a menudo en cama.

 

Desde el 11 de junio hasta el 12 de julio, casi diariamente, recibía la visita de Santa María Crucificada, quien la aconsejaba y la confortaba.

 

Pierina le dice a Santa María Crucificada: “¿Por qué me habéis dicho que seria sanada, mientras que todavía estoy enferma?”

 

La Santa responde: “¿No se puede acaso sufrir sin estar enfermo?”

 

Sufría inmensamente, por lo que me lamente de nuevo: “¿Por qué me decís que sano y entonces sufro aun como antes y mas que antes?”

 

La Santa responde: “Nuestro Señor trata así a las almas para acostumbrarlas a desprenderse de si mismas.  Ama a Jesús y no te lamentes.”