Eucaristías por todos los Santos - 1 de noviembre de 2024.
Las Eucaristías de las 7:00 a.m. y 6:00 p.m. del día viernes 1 de noviembre - Día de todos los Santos, son comunitarias.
Pueden realizar sus intenciones en la Oficina Parroquial en los horarios de: martes a viernes de 9:00 a.m. a 12:00 p.m. y de 2:00 p.m. a 5:00 p.m. y el sábado de 9:00 a.m. a 12:00 p.m..
“No teman ser santos. Sigan a Jesucristo, que es la Fuente de la libertad y de la luz. Ábranse al Señor para que Él ilumine sus caminos.” San Juan Pablo II
"Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone…" - Hebreos 12,1.
“No debemos perseguir la santidad con la finalidad de ser grandes santos. La meta de los santos es acercarse a Dios todo lo que puedan, no por ellos mismos sino por Dios. El objetivo es honrar y glorificar a Dios, olvidándose completamente de ellos mismos.” – Madre Angélica.
"Santifícate a ti mismo y santificarás a la sociedad." - San Francisco de Asís.
"No se puede ser santo a medias. Se es santo por completo o no se es santo.” - Santa Teresa de Lisieux.
“No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro." – San Agustín.
¿Qué es la Fiesta de Todos los Santos?
Es un día en que se honra a todos los santos que están en el Cielo: los reconocidos por la Iglesia como santos y los que no han sido canonizados. La fiesta se estableció en Roma a instancias de la cesión del Panteón (templo dedicado a todos los dioses) que el emperador hizo a favor de la Iglesia y la dedicación de este a Santa María y todos los mártires. Esta acción siguió el principio “Christus vincit! Christus regnat! Christus imperat!” (Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera). A lo largo del Mediterráneo, muchas iglesias fueron edificadas sobre lugares paganos, santificándolos así para Cristo. La Iglesia celebra el día de Todos los Santos el 1° de noviembre.
Originalmente era la fecha de la dedicación del Panteón, el 13 de mayo del año 609, y la fecha de una fiesta que ya existía en Oriente. Más tarde se la trasladó a la fecha en que se la celebra hoy en día según el calendario romano, seguida del día de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, es decir, todos los justos que han fallecido y se encuentran en el Purgatorio.
¿Qué diferencia hay entre la fiesta de Todos los Santos y la de Todos los Fieles Difuntos?
En la fiesta de Todos los Santos se honra a las personas que ya están en el Cielo. La fiesta de Todos los Fieles Difuntos, en cambio, nos invita a rezar por todas las almas que se encuentran en el Purgatorio y que, por lo tanto, no han alcanzado el Cielo todavía.
¿Qué es en realidad un santo?
En palabras de la Madre Angélica: “Los santos son personas comunes que aman a Jesús, tratan de imitarlo y son fieles a sus deberes de estado durante su vida; se sacrifican por el prójimo y se mantienen ajenos al mundo en su mente y su corazón”. Un santo canonizado es una persona que, luego de un estudio minucioso por parte de la Iglesia, es formalmente reconocido como alguien que ya está con Dios en el Cielo. Esto incluye a los ángeles santos, los justos de la Antigua Ley (el Rey David, los profetas, etc.), hombres y mujeres santos mencionados en el Nuevo Testamento (María, José, los Apóstoles, etc.), y las personas reconocidas por la Iglesia de los primeros años que incluyeron sus nombres en el canon de la Misa (de ahí, canonización). En el segundo milenio, este proceso de “canonización” se volvió más formal.
¿Todas las almas que están en el Cielo son santas?
Sí. La Iglesia ha declarado santos a algunas personas, pero hay incontables personas en el Cielo que no han sido reconocidas por la Iglesia, tanto en los primeros siglos como formalmente luego, por el proceso de canonización.
¿Existen santos que estén vivos?
La palabra “santo” se usa en más de una carta, a los Efesios por ejemplo (cf Ef 1,1, Fil 1,1), para referirse a los justos de varias iglesias. La Iglesia, sin embargo, le da un uso más formal a la palabra; quienes están vivos, pueden, estrictamente, perder su estado de gracia por pecados graves o incluso morir en ese estado. Por eso, la palabra “santo” se reserva normalmente para quienes han perseverado en una vida justa hasta su muerte y han sido reconocidos tales por la Iglesia, con el objeto tanto de honrarlos como de ofrecerlos como modelo de seguimiento de Cristo para la Iglesia.
¿Existen santos no católicos?
La Iglesia canoniza únicamente a católicos como modelos para los fieles, pero reconoce que quienes desconocen la verdad de la fe católica también pueden vivir por Cristo y morir por Cristo. En el siglo veinte, la cantidad de no católicos mártires bajo los regímenes nazi y soviético se calcula en varios miles, así como los innumerables millones que vivieron fielmente su fe y su amor por Jesús. Esos justos también están con Dios y, al igual que los católicos, cualquier imperfección en su comunión con Cristo y Su Iglesia ha sido sanada perfectamente en el Purgatorio.
¿Debemos rezar a los santos?
Sí. Así como pedimos a nuestros amigos y familiares que recen por nuestras intenciones, también les pedimos a quienes están más cerca de Dios –los santos, los ángeles y en especial la Santísima Virgen- que recen por nosotros. “No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.” (Lc 20,38).
¿Los santos pueden escuchar nuestra oración?
Sí; aunque no tienen oídos para escuchar, en Dios podemos rezarles y ser “escuchados”, así como podemos rezar a Dios.
¿Quién es el miembro más estimado de la Comunión de los Santos?
La Madre de Dios, María, es la santa de mayor honor. De hecho, es la Reina de los Cielos y de los Santos.
¿No es idólatra rezar a los santos?
No es idolatría porque los católicos no adoran a los santos cuando les rezan. Adoran solo a Dios Trino: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. De hecho, es pecado adorar a cualquiera que no sea a Dios. Los teólogos llaman latría a la adoración que se debe solo a Dios.
Sin embargo, la palabra ‘adorar’, en varios idiomas, puede prestarse a confusión. En Gran Bretaña, por ejemplo, para referirse a personajes importantes, se usa la palabra worship (adorar) con el significado de reverenciar u honrar a esa persona debido a la dignidad de su cargo. David honró a Saúl de esa forma, por ejemplo, porque Dios lo había hecho rey de Israel. Esa adoración es derivada, tiene origen en el Padre, como enseña San Pablo (Ef 3,14-15), análoga a la que el Decálogo manda tener hacia los padres (Dt 5,16).
Lamentablemente, hay idiomas en que no se registran palabras de la sutileza que aporta el latín, idioma que usa la Iglesia. El término teológico de la Iglesia es dulía, derivado de la palabra latina que se refiere a ceremonia. Es la reverencia y el respeto que se debe a todos los siervos fieles de Dios (Mt 24,21-23), a los ángeles y los santos que Dios mismo honra con coronas de gloria (Prov 16,31; 1 Tim 4,8; 1 Pe 5,4; Ap 4,4). Los honramos y nos unimos a ellos en la honra a Dios, fuente de toda santidad (Ap 4,9-11).
¿Es bíblico rezar a los santos?
Las Sagradas Escrituras nos muestran que los santos interceden por los seres humanos en la tierra. Por ejemplo, leemos en el libro del Apocalipsis 6,9-10:
Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron. Se pusieron a gritar con fuerte voz: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?» Entonces se le dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser muertos como ellos.
Vemos también que se menciona explícitamente que los ángeles acompañan las oraciones de los fieles en el libro del Apocalipsis, capítulo 8, e implícitamente la de los seres humanos en el capítulo 4, donde se relata la coronación de veinticuatro Ancianos que, en representación de las doce tribus y los doce apóstoles, los justos de la Antigua y la Nueva Alianza, comparten la función real y sacerdotal de Cristo.
“Otro Ángel vino y se puso junto al altar con un badil de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono. Y por mano del Ángel subió delante de Dios la humareda de los perfumes con las oraciones de los santos.” (Ap 8,3-4; cf. Tobías 12,15-22).
¿Está mal adorar a los santos?
Sí, la adoración es solo para Dios. Si se adora alguna cosa o a alguien que no sea Dios, se peca contra el primer mandamiento. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma lo siguiente en su párrafo 2113:
La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios.
¿Por qué los católicos rezan a los santos?
Los santos, que se encuentran ya en la visión Beatífica, están en mejor situación que nosotros para rezar por nosotros. Ya no pueden pecar y están en una relación más cercana con Dios, lo que les permite interceder bien por nuestras intenciones. Además, el hecho de que en el libro del Apocalipsis (capítulo 6) se los presente rezando por nosotros y portando coronas (capítulo 8) como símbolo de la función real y sacerdotal de Cristo demuestra que la obra que realizan por el reino no culmina con la muerte.
¿Por qué pedimos a los santos que intercedan por nosotros?
En la Constitución DogmáticaLumen gentium, en su párrafo 49, se afirma:
Por lo mismo que los bienaventurados están más íntimamente unidos a Cristo, consolidan más eficazmente a toda la Iglesia en la santidad, ennoblecen el culto que ella ofrece a Dios aquí en la tierra y contribuyen de múltiples maneras a su más dilatada edificación. Porque ellos, habiendo llegado a la patria y estando «en presencia del Señor», no cesan de interceder por El, con El y en El a favor nuestro ante el Padre, ofreciéndole los méritos que en la tierra consiguieron por el «Mediador único entre Dios y los hombres, Cristo Jesús», como fruto de haber servido al Señor en todas las cosas y de haber completado en su carne lo que falta a los padecimientos de Cristo en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia. Su fraterna solicitud contribuye, pues, mucho a remediar nuestra debilidad.
El Catecismo de la Iglesia Católica hace referencia al pasaje citado arriba así como a dos citas de santos sobre el tema (párrafo 956):
“No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida” – Santo Domingo, moribundo, a sus frailes.
“Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra.” – Santa Teresa del Niño Jesús.
¿Por qué existen los santos?
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “La comunión de los santos es precisamente la Iglesia”. (CIC 946)
Y en su párrafo 50, Lumen gentum explica:
Mirando la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo, nuevos motivos nos impulsan a buscar la ciudad futura y al mismo tiempo aprendemos el camino más seguro por el que, entre las vicisitudes mundanas, podremos llegar a la perfecta unión con Cristo o santidad, según el estado y condición de cada uno. En la vida de aquellos que, siendo hombres como nosotros, se transforman con mayor perfección en imagen de Cristo, Dios manifiesta al vivo ante los hombres su presencia y su rostro. En ellos El mismo nos habla y nos ofrece un signo de su reino, hacia el cual somos atraídos poderosamente con tan gran nube de testigos que nos envuelve y con tan gran testimonio de la verdad del Evangelio.
¿Por qué tienen santos los católicos?
En el párrafo 50, Lumen gentium afirma: “La Iglesia de los viadores, teniendo perfecta conciencia de la comunión que reina en todo el Cuerpo místico de Jesucristo, ya desde los primeros tiempos de la religión cristiana guardó con gran piedad la memoria de los difuntos…”
Dios nos ha bendecido, como Iglesia en la tierra, con la comunión de los santos. Los santos interceden por nosotros a la vez que nos ofrecen un maravilloso ejemplo de piedad cristiana.
¿Por qué son importantes los santos para los católicos?
La Constitución Dogmática Lumen gentum afirma en su párrafo 50:
Porque así como la comunión cristiana entre los viadores nos acerca más a Cristo, así el consorcio con los santos nos une a Cristo, de quien, como de Fuente y Cabeza, dimana toda la gracia y la vida del mismo Pueblo de Dios [159]. Es, por tanto, sumamente conveniente que amemos a «¡los amigos y coherederos de Cristo, hermanos también y eximios bienhechores nuestros; que rindamos a Dios las gracias que le debemos por ellos; que «los invoquemos humildemente y que, para impetrar de Dios beneficios por medio de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que es el único Redentor y Salvador nuestro, acudamos a sus oraciones, protección y socorro». Todo genuino testimonio de amor que ofrezcamos a los bienaventurados se dirige, por su propia naturaleza, a Cristo y termina en El, que es «la corona de todos los santos», y por Él va a Dios, que es admirable en sus santos y en ellos es glorificado.
¿Cuántos santos hay en la Iglesia Católica?
En el Martyrologium Romanum (2004) oficial de la Iglesia lista a varios miles de santos y beatos por su nombre; pero también reconoce a decenas de miles como “compañeros” de mártires que figuran sin nombre. Por ejemplo, el caso de los mártires de Vietnam, Andrés Dung-Lac y compañeros (que se estima fueron entre 130 mil y 300 mil los mártires en esa persecución). Todos son considerados canonizados y todos reciben honra, a pesar de que solo se nombre a alguno de ellos. Es decir que se desconoce el número de los canonizados, al igual que el de los santos que no han sido canonizados, que es incontable porque todo el que está en el Cielo es santo.
También es posible que haya muchos más ángeles santos que personas santas. Los Padres de la Iglesia que trataron el tema sostenían, basados en el capítulo 12 del libro del Apocalipsis, que un tercio de los ángeles cayó; y según la justedad de la Justicia Divina, los seres humanos tomarían esos lugares.
¿La veneración es lo mismo que la adoración?
No: la veneración indica un profundo respeto, no es adoración. La palabra ‘venerar’ viene del latín venerari, que significa ‘amar’. Veneramos (amamos, respetamos) a los santos, pero a solo a Dios adoramos, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
De hecho, la Iglesia entiende que el cuarto mandamiento (el quinto mandamiento según algunas enumeraciones protestantes) no obliga a honrar solamente a nuestros padres naturales sino a todos aquellos que la Providencia ha puesto en un lugar de autoridad en nuestra vida, tanto natural como espiritual: padres y madres espirituales, autoridades de la sociedad civil, de la Iglesia, en la tierra y en el Cielo. San Pablo dirá a los Corintios que él era su padre según el Evangelio (1 Cor 4,15; 2 Cor 12,14-15). Los católicos llaman “Padre” a los sacerdotes.
¿Por qué veneramos a los santos?
Veneramos (honramos y respetamos) a los santos porque son nuestros amigos en el Cielo. Ellos interceden por nosotros mejor que cualquier otra persona que viva en la tierra porque están en la presencia de Dios.
Además, los santos son excelentes modelos de vida de nuestra vocación cristiana. Vemos la valentía de los mártires, la sabiduría de los Doctores de la Iglesia; vemos la fuerza, la inocencia, la piedad y la tenacidad en sus vidas. Como expresó el Papa San Clemente I: “Sigan a los santos porque quienes los siguen será santos”.
¿Las estatuas son una forma de idolatría?
Claro que no. De la misma forma como alguien tiene fotos colgadas de su familia, las estatuas de los santos nos recuerdan sus historias y nos ayudan a emular su santidad. Como se ama a los santos como a amigos del Cielo, es lógico pensar que se los quiere recordar con frecuencia.
El Concilio de Trento afirmó:
Además de esto, declara que se deben tener y conservar, principalmente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen madre de Dios, y de otros santos, y que se les debe dar el correspondiente honor y veneración: no porque se crea que hay en ellas divinidad, o virtud alguna por la que merezcan el culto, o que se les deba pedir alguna cosa, o que se haya de poner la confianza en las imágenes, como hacían en otros tiempos los gentiles, que colocaban su esperanza en los ídolos; sino porque el honor que se da a las imágenes, se refiere a los originales representados en ellas; de suerte, que adoremos a Cristo por medio de las imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos; y veneremos a los santos, cuya semejanza tienen… (Concilio de Trento, Sesión XXV, Decreto 2).
¿Qué es una reliquia de un santo?
Las reliquias de primer orden de un santo son sus restos mortales, como la carne, los huesos o la sangre. Las reliquias de segundo orden son artículos de uso frecuente del santo. Las reliquias de tercer orden son cosas que han sido tocadas por reliquias de primer orden. También existen reliquias que están asociadas a Jesús, como la Cruz verdadera y otros instrumentos de su Pasión.
Para evitar abusos en esta materia, la Iglesia controla la distribución de las reliquias con fines legítimos. Se requiere una documentación eclesiástica formal de su autenticidad para que se pueda exponer una reliquia a la veneración popular.
¿Por qué conservan reliquias los católicos?
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “El sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado, en todo tiempo, su expresión en formas variadas de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia: tales como la veneración de las reliquias …” (CIC 1674).
Además de las enseñanzas de la Tradición católica, las Sagradas Escrituras también mencionan claramente las reliquias. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, leemos el siguiente relato:
“Dios obraba por medio de Pablo milagros no comunes, de forma que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos.” (Hch 19,11-12)
Es importante notar que es Dios, no San Pablo, quien recibe el crédito de estos Milagros. Dios elige realizar el milagro a través de las reliquias de un santo.
En el capítulo 5, el libro de los Hechos relata:
“Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo... Y solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón, pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio. Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una multitud de hombres y mujeres. ... hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos.” (Hechos 5,12-15).
En este caso, la gente esperaba que con que apenas la sombra de Pedro les llegara podrían quedar sanados.
Es evidente que los santos están asociados con esos milagros. En el Evangelio de San Juan (Jn 14,12), Jesús dice: “En verdad, en verdad os digo, el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre”.
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