Pasar al contenido principal

“¡Preparad el camino del Señor!” Este adviento y siempre. 2° domingo de adviento

https://arquimedia.s3.amazonaws.com/63/ensenanza-domingo/juan-bautista-2jpg.jpg

Enseñanza para el II Domingo de Adviento

Evangelio: Marcos 1,1-8.  Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: .

"Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."" Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."

 

REFLEXIÓN:

Quien ha viajado con niños por carretera conoce la anhelante insistencia con la que tantas veces repiten sin cesar el famoso “¿Ya llegamos? ¿Falta mucho? ¿Ya llegamos?” Este espíritu inquieto y de ansiosa expectativa a veces desespera a los adultos, pero bien podríamos aprender algo de ellos: a esperar con ansias la meta deseada.

En nuestro caso como cristianos esa meta deseada que deberíamos esperar con ansias es la patria celestial, nuestro encuentro definitivo con Aquél que nos está preparando una morada eterna en la pre-sencia del Dios Trino — Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una de las finalidades del tiempo litúrgico del Adviento es precisamente despertar en nosotros este deseo anhelante de ver llegar a Jesucristo, el Mesías, a nuestras vidas y al mundo.

Los Padres de la Iglesia hablan de las “venidas de Cristo”. Vale la pena reflexionar en ello para prepararnos bien a celebrar la Navidad y para vivir constantemente en este hermoso espíritu de entrega y espera. Ellos explican que la “venida” de Dios se concentra en las dos principales venidas de Cristo: la de su encarnación y la de su vuelta gloriosa al fin de la historia. (cf. San Cirilo de Jerusalén, Catequesis 15, 1: PG 33, 870) El tiempo de Adviento se desarrolla entre estos dos momentos. Durante los primeros días del Adviento se subraya la anhelante espera de la última venida del Señor, quien viene a “juzgar a vivos y muertos”. Al acercarnos al día y al tiempo de la Navidad, nos iremos enfocando en la memoria de lo acontecido en Belén, reconociendo en Cristo la “plenitud del tiempo”. Pero entre estas dos venidas “manifiestas”, hay una tercera que San Bernardo llama “intermedia” y “oculta”: la que se realiza en el alma de los creyentes y es una especie de “puente” entre la primera y la última.

Escribe san Bernardo: “En la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última se manifes-tará como nuestra vida; en ésta está nuestro descanso y nuestro consuelo”. (Discurso 5 sobre el Adviento, 1)

Cristo viene a nosotros a cada instante, en nuestro diario vivir. El papa Benedicto XVI al comenzar el Adviento del 2006 dijo que con la liturgia del Adviento “la Iglesia da voz a esa espera de Dios profundamente inscrita en la historia de la humanidad, una espera a menudo sofocada y desviada hacia direcciones equivocadas. La Iglesia, cuerpo místicamente unido a Cristo cabeza, es sacramento, es decir, signo e instrumento eficaz también de esta espera de Dios”. (Homilía de Su Santidad Benedicto XVI: Celebración de las Vísperas del Primer Domingo de Adviento, 2 diciembre 2006)

El Catecismo de la Iglesia Católica, nos habla de esta “triple venida” del Señor y de la anhelante anticipación a la que Su venida nos invita. Hace refe-rencia al gran precursor o anunciador de Cristo, Juan Bautista, quien dedicó su vida a “preparar el camino del Señor” — ejemplo de humilde entrega y servicio que todos debemos imitar.

522 La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la “Primera Alianza”, (Hb 9:15) todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida.

523 San Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13:24) inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino. (cf. Mt 3:3) “Profeta del Altísimo” (Lc 1:76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7:26), de los que es el último (cf. Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (cf. Hch 1, 22;Lc 16,16); desde el seno de su madre ( cf. Lc 1:41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser “el amigo del esposo” (Jn 3:29) a quien señala como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. (Jn 1:29) Precediendo a Jesús “con el espíritu y el poder de Elías”, (Lc 1:17) da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio. (cf. Mc 6:17-29)

524 Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida (cf. Ap 22:17). Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: “Es preciso que El crezca y que yo disminuya”. (Jn 3:30)

Catecismo de la Iglesia Católica

Aprovechemos este tiempo de Adviento. Hagamos examen de conciencia para ver si, como niños y como el Pueblo de Israel, esperamos al Mesías con actitud gozosa y anhelante y si deseamos con ansias llegar a nuestra meta final.

Pidámosle al Señor que despierte o renueve en nosotros el deseo de conocerle a fondo, seguirle fielmente y servirle humildemente. Apartemos momentos para estar a solas con El, en medio del bullicio “navideño” que ya se empieza a sentir — que más bien es bullicio comercial y sobre-énfasis en lo material o pasajero. Acerquémonos a los demás, no para recibir tanto como para dar — para darnos a los demás como lo hicieron María y José, y más tarde Juan Bautista.

Despertemos en nuestro corazón el deseo de ser de Cristo y de ver a Cristo — cuando venga el día de Su segunda y gloriosa Venida, pero también en su “venida intermedia” en nuestras vidas diarias. Clamemos desde lo más profundo de nuestro ser ¡Maranatá! ¡Ven, Señor Jesús!, haciendo vida la invitación con la que termina La Biblia: “El Espíritu y la novia (la Iglesia) dicen: «¡Ven!»; y el que escuche diga: «¡Ven!» El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida… ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Apocalipsis 22:16-18, 22) 

 

 

Síguenos en nuestra FAN PAGE de FACEBOOK PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE TORCOROMA BOGOTÁ

 

Instagram