MONICIONES V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos, hermanos a la celebración del día del Señor. Hoy nos encontramos en el Quinto domingo del Tiempo Ordinario; en él, somos invitados a meditar en la acción de Dios en nuestra vida, a la presencia de la fe en nuestra existencia y cómo esta fe ilumina nuestras decisiones y proyecto de vida. Demos gracias al Dios que nos llama a su amor e iniciemos nuestra celebración.
MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA
La Palabra de Dios nos ubica en la existencia misma del cristiano, en su proyecto de vida y servicio. En el libro de Job nos encontramos con el hombre que reconoce que su caducidad está en las manos de Dios. Con San Pablo notamos que esta existencia adquiere sentido en la decisión por el Evangelio, lo cual combina la oración y el servicio que es anuncio, como lo hizo Jesús. Escuchones.
PIMERA LECTURA
Lectura del libro de Job (7,1-4.6-7):
Habló Job, diciendo: «El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero; Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba.
Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha.»
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel.
Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,16-19.22-23):
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
Palabra del Señor.
HOMILÍA
Hace unos años un joven profesional circulaba por una calle de Harlem. Iba orgulloso en su flamante Mercedes recién estrenado. De repente vio un niño entre dos coches y cuando pasaba a su lado un ladrillo se estrelló contra la puerta de su nuevo coche.
Dio un frenazo y salió furioso. Cogió al niño y comenzó a gritarle todo tipo de amenazas.
Perdone, señor, decía el niño, no sabía qué hacer y le tiré el ladrillo porque nadie paraba. El niño lloraba desconsoladamente mientras señalaba el suelo. Es mi hermano, se ha caldo de la silla de ruedas y no lo puedo levantar ¿Me podría ayudar, El Joven lo levantó y lo sentó en su silla de ruedas.
El ejecutivo montó en su Mercedes y nunca lo arregló. El impacto del ladrillo le recordarla siempre a no viajar tan rápido y a que le tuvieran que tirar un ladrillo para prestar ayuda al caído en el camino de la vida.
¿Cuántos ladrillos nos tienen que tirar a nosotros para frenar nuestro ritmo y ver a los hermanos caídos?
Nosotros no nos queremos manchar las manos. No queremos denunciar el mal. No queremos correr riesgos y seguimos hacia adelante.
Aquel joven, ese día, recibió la pedrada no en el coche, sino en el corazón y lloró con el niño y sanó una vida humana con un sencillo gesto.
El evangelio de Marcos es el evangelio de las piedras que lanzan a Jesús los necesitados. Jesús frena se detiene y levanta a los caídos.
Marcos nos narra un día cualquiera de la vida de Jesús, un sábado cualquiera.
Por la mañana en la casa de oración: proclama la palabra, enseña con autoridad y actúa con poder expulsando un espíritu malo.
A mediodía de la casa de oración a la casa de Simón. Curación y comida. Al atardecer servicio de sanación.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se fue a un lugar solitario y se puso a orar.
Así serian la mayoría de los días de Jesús.
ORACIÓN
Abrir el corazón de par en par a Dios. Darle gracias por el nuevo día. Pedirle fuerza para enfrentarse a la vida. Pedirle sabiduría para hacer su voluntad. Pedirle amor para encajar las pedradas y sentir compasión por los necesitados.
La oración es comunicación con Dios, es el lenguaje del amor.
Cuando nos paseamos por la calle vemos a las personas, celular en mano, comunicándose con sus padres, amigos, novios... necesidad imperiosa de estar conectados.
El mundo de Jesús es su Abba, su padre, y la oración es su celular, su medio de conexión con Dios. La oración es la manera de decir a su Padre me importas, te quiero.
Durante el día, la predicación.
"Vamos a los pueblos vecinos y yo también predicaré allí, pues para esto he venido"
Jesús recorre caminos y calles y casas de oración predicando el Reino de Dios. Y sana a los enfermos, echa los malos espíritus y les manda callar.
Predicación y servicio: sanar, perdonar, liberar, hacer personas nuevas y libres.
Simón y Andrés interrumpen su oración y le dicen: ¿qué haces aquí solo?, ¿con quién hablas?, ¿por qué pierdes el tiempo?
"Todos te buscamos".
¡Qué hermosa afirmación si fuera verdad! ¿Quién busca a Jesús? ¿Para qué le buscan?
-Unos le buscan para ponerle a prueba.
-Otros le buscan para pedirle un milagro.
-Otros para traicionarle.
-Otros para matarle...
Todos te buscamos. Eso lo podemos decir todos los que estamos aquí. Más difícil nos resulta decir por qué o para qué le buscamos.
Le buscamos porque estamos enfermos, tenemos problemas, tenemos miedo a morir, porque es bueno y lo puede todo...
Jesús nos invita no sólo a buscarle sino a imitarle. Quiere que un día cualquiera de nuestra vida sea como uno cualquiera de su vida: el celular de la oración, la predicación de la palabra y de la vida, y el servicio. La suegra de Pedro, una vez sanada se puso el delantal y les sirvió. La esencia del seguidor es el servicio
ORACIÓN DE LOS FIELES
A cada petición contestaremos:
Sana, Señor, nuestro corazón.
- Por la Iglesia, para que permanezca santa y católica en medio de las dificultades del mundo y, bajo el amparo de San José, descubra tu rostro en la oración constante y el servicio a todas las personas.
- Por nuestra ciudad, para que, fortalecida por tu Espíritu Divino sea fortalecida para enfrentar la corrupción, la pandemia, la inequidad social y las enfermedades que la aquejan.
- Por nuestros hermanos enfermos, para que, a ejemplo de la suegra de Pedro, no cesen de esperar en ti y sean signo de salvación y esperanza en medio de tu pueblo.
- Por quienes han decidido anunciar el Evangelio mediante la consagración por los consejos evangélicos o los ministerios de la Iglesia, para que, su oración y misión sean fecundas en tu amor.
- Por nuestra comunidad parroquial, para que celebre tu presencia en los sacramentos, sane sus heridas y se anime en la caridad; de modo que permanezca fiel a la incitación que le haces a servirte en santidad.
EXHORTACIÓN FINAL
Te damos gracias, Padre, porque Jesús pasó haciendo
el bien y curando a los oprimidos por la enfermedad.
Él cargó con nuestras dolencias, sanándonos con su dolor.
Y con sus milagros a favor de los pobres y enfermos
inauguró la esperada salvación del reino de Dios
para el hombre que tú amas con ternura de padre.
El ejemplo de Jesús nos estimula al compromiso cristiano
a favor de la liberación de los más necesitados.
Concédenos, Padre, imitar la madurez de su diálogo contigo,
la profundidad de su oración y la generosidad de su entrega.
Así avanzaremos en el soporte humano para una fe adulta.
Amén.
MONICIÓN AL OFERTORIO
La suegra de Pedro sirvió a Jesús con alegría una vez fue curada. Junto al Pan y el vino pongamos sobre el altar a todos nuestros hermanos enfermos, y a nosotros mismos, para que sirvamos con alegría y generosidad.
Presentemos nuestras ofrendas en la Mesa del Señor.