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Lecturas del Domingo 26º del Tiempo Ordinario - Ciclo ADomingo, 27 de septiembre de 2020

MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos hermanos al encuentro fraterno de los cristianos: la mesa del Señor. Celebramos el XXVI Domingo del Tiempo Ordinarios y la Sagrada Liturgia, en su pedagogía nos invita a volver nuestro corazón a Dios. La conversión, no sólo es un don de Dios, también es una decisión humana en la cual, la mayor recompensa es el amor mismo de Dios, su cercanía y amistad. No se trata de un premio de lotería, se trata de un premio de amor.

Sabiendo que Dios nos llama a todos por igual a su amor, iniciemos nuestra acción de gracias.

 

MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA

San Pablo en su carta nos dice: «Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo». Para seguir esta invitación, el cristiano debe buscar a Cristo, el cual es el espejo de perfección; para ello, ha de volver su corazón a la Palabra de Dios, a la caridad fraterna y la oración constante; no obstante, se puede preguntar cada uno, ¿qué recompensa recibiré? Y la respuesta está dada no en bienes y poderes, sino en el amor.

Escuchemos atentos.

 

PIMERA LECTURA

Lectura de la profecía de Ezequiel (18,25-28):

Así dice el Señor:

«Comentáis: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.

Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.

Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna

Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.

Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna


El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.

Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los Filipenses (2,1-11):

Hermanos:

Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.

No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.

Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.

Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO  

Lectura de Santo Evangelio según san Mateo (21,28-32):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue.

Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue.

¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»

Contestaron:

«El primero.»

Jesús les dijo:

«Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

Palabra del Señor.

 

HOMILÍA

¿COMO NOS TRATA DIOS? ¿CÓMO TRATAS A DIOS?

Cuentan que San Pedro y Dimas, el buen ladrón, ambos murieron crucificados y los dos fueron al cielo y los dos vivían en la misma calle, situación que molestaba mucho a San Pedro.

Un día que Dios pasaba por allí, San Pedro se atrevió a increpar a Dios.

“Sabes que Dimas y yo vivimos en la misma calle, en casas parecidas, y tienes que saber que yo dejé todo para seguirte: barca, redes, esposa e hijos y morí crucificado en Roma. Este Dimas no fue cristiano ni diez minutos. No entiendo por qué lo tratas como a mí”, le increpó San Pedro.

Dios le contestó: “Pedro, olvídame. Tu barca se caía a pedazos, tus redes estaban llenas de agujeros, tu mujer era un fastidio y la querías muy lejos, tus hijos eran unos rebeldes que te molestaban...”

No me cuentes esas historias, “yo más santo y cumplidor que...” porque te conozco muy bien.

Sí, Pedro, el de la primera hora, y Dimas, el de la última hora, sin merecerlo, ambos recibieron la misma paga, el don de la salvación. Seguro que Dimas lo ha entendido, ¿lo habrá entendido también San Pedro y tantos San Pedros que hay en la vida cristiana?

El evangelio es siempre sorprendente. Las historias que cuenta Jesús son fantásticas, no se parecen en nada a los folios que sacan los predicadores para comentarlas y, muchas veces, ni las entienden ni les interesa entenderlas. A mí también me pasa lo mismo aunque me sacuden gozosamente.

Jesús no habla del relativismo moral ni del incienso ni de cómo celebrar el culto ni de tantas otras cosas propias de gente ociosa. Jesús habla de Dios desde la vida cotidiana, de su amor a su viña, su Reino, donde pueden trabajar todos, donde todos reciben el mismo salario, los Pedros y los Dimas, la vida eterna.

Dios no me debe nada, yo le debo todo a Dios.

Dios no es justo, es desmesuradamente generoso.

Dios es mi única garantía, mi gratis total.

En las conversaciones humanas un tema recurrente es el de los sueldos de miseria de muchos y el de los sueldos millonarios de unos pocos. Nadie está contento y hace méritos para cobrar más y vivir siempre indignado.

Jesús que crítica la meritocracia de todos los tiempos, predica la generosidad de Dios y de cómo deberían ser nuestras relaciones con Dios y con los hombres.

Las parábolas de Jesús, leídas con criterios humanos, nos cabrean por lo raquítico de nuestros criterios.

Sus parábolas son siempre modelo de contrastes.

 

ORACIÓN DE LOS FIELES  

Presentemos con esperanza al Señor de la vida nuestras oraciones y con fe digamos:

Acoge nuestra oración, Señor.

  1. Te pedimos, Dios de la misericordia, por tu Iglesia, para que fortalecida por tu Palabra de vida y tu Divino amor, trabaje con fidelidad por llamar a todos los hombres y mujeres a la bondad de tu Evangelio.
  2. Te pedimos, Dios resucitado, por el Papa Francisco; para que lo fortalezcas con la fuerza de tu Espíritu Santo y sepa dirigir a tu Iglesia hacia ti.
  3. Te pedimos, Señor de la esperanza, por nuestra nación; para que animada por la justicia, la paz y la reconciliación contribuya a construir fuentes de empleo y formas de vida dignas para sus habitantes.
  4. Te pedimos, Dios de bondad, por nuestros hermanos que sufren a causa de la enfermedad, el desempleo y la soledad; para que, animados por tu amor, sean sostenidos por tu providencia.
  5. Te pedimos, Señor clemente y misericordioso, por nuestra comunidad parroquial, para que permanezca unida en la oración, trabaje por consolidar tu Reino y esté a la altura de la dignidad de tu Evangelio.

 

EXHORTACIÓN FINAL

Hoy, Padre nuestro, oramos con la liturgia eclesial:

Hora de la tarde, / fin de las labores.

Amo de las viñas, / pago los trabajos de tus viñadores.

Al romper el día, / nos apalabraste.

Cuidamos tu viña, / del alba a la tarde.

Ahora que nos pagas, / nos lo das de balde.

Que a jornal de gloria / no hay trabajo grande.

Das al vespertino / lo que al mañanero.

Son tuya las horas / y tuyo el viñedo.

A lo que sembramos / dale crecimiento.

Tú que eres la viña, / cuida los sarmientos.

Amén.