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La Iglesia católica frente al Plebiscito

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El próximo 2 de octubre Colombia va a enfrentar una de las encrucijadas más complejas de su historia en el plebiscito donde el constituyente primario aprobará o…

En esta coyuntura histórica, hay quienes piensan que las Iglesias deberían señalar con claridad y vehemencia sus opciones frente a esta votación transcendental para nuestro futuro. Otros ven como un exabrupto el hecho de que los pastores de algunas Iglesias hayan determinado cuál debe ser la dirección del voto de sus fieles.

¿Qué deben hacer o qué han hecho los pastores de la Iglesia católica frente a este asunto? Esta no es una pregunta de poca monta si tenemos en cuenta que cerca del 75 por ciento de la población de Colombia se declara católica. Por lo tanto, una toma de posición oficial de las autoridades de la Iglesia podría inclinar la balanza en una dirección o en la otra.

El 8 de julio de 2016, al terminar la 101ª Asamblea Plenaria de los obispos de Colombia, en el Mensaje Final firmado por el arzobispo de Tunja y presidente de la Conferencia Episcopal, se dieron algunas orientaciones al respecto, pero que dejan en libertad a los católicos para que voten en conciencia. A la hora de hablar del voto sobre el Acuerdo entre el Gobierno y las FARC, los obispos dejaron abiertas las puertas del sí y las del no:

“Convocamos al pueblo colombiano a participar en la consulta sobre los Acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión, como ejercicio efectivo de la democracia y con el debido respeto de lo que la mayoría finalmente determine”.

¿Por qué los obispos de Colombia -que en otros temas suelen ser más concretos en sus orientaciones a la comunidad católica- no toman una posición definitiva sobre el plebiscito? ¿Se trata de una prueba de que dentro del episcopado hay posiciones divergentes en lo que tiene que ver con los acuerdos de La Habana? ¿Esta posición de los obispos es un distanciamiento consciente y explícito de un modelo de Iglesia donde se mezclaban las razones religiosas con las políticas?

Tratándose de un plebiscito que no es partidista sino que consulta al pueblo sobre la aceptación o no de unos acuerdos que se han ido construyendo a lo largo de cuatro años de conversaciones entre el Gobierno Nacional y las FARC, ¿no deberían los obispos tomar una postura a favor de la paz que cierre el espacio a posiciones guerreristas y violentas que van en contra de la moral católica?

Por ejemplo el arzobispo de Cali, monseñor Darío Monsalve, dio unas declaraciones que desataron la ira de quienes van a votar en contra del Acuerdo de paz: “Todo ciudadano honesto dará su voto por el sí” afirmó Monsalve en una entrevista de hace pocos días. Las respuestas y los reclamos no se hicieron esperar y la confrontación pareció polarizarse todavía más.

La Iglesia y la política

La historia de Colombia está marcada por una relación a veces muy estrecha entre la Iglesia católica y alguno de los partidos políticos tradicionales. Por ejemplo hacen parte de las causas de la violencia de Colombia las declaraciones de obispos, como el de Santa Rosa de Osos, monseñor Miguel Ángel Builes, quien en 1931 afirmó que el liberalismo era “esencialmente malo”. También se recuerdan las posturas de monseñor Ezequiel Moreno, obispo de Pasto, y canonizado por Juan Pablo II, que en el año 1901 expresaba su desacuerdo con posiciones tolerantes ante los enemigos de Jesucristo:

“Esos católicos tolerantes, condescendientes, blandos, dulces, amables en extremo con los masones y furiosos enemigos de Jesucristo, guardan todo su mal humor para los que gritan ¡viva la Religión! y la defienden sufriendo continuas penalidades y exponiendo sus vidas. Para ellos estos últimos son exagerados e imprudentes, que todo lo comprometen, con perjuicio de los intereses de la Iglesia”.

Estos compromisos de la Iglesia a favor de un partido y en contra de otros son hoy motivo de crítica severa por parte de la gran mayoría de los obispos. Hoy los líderes de la Iglesia no quieren limitar la libertad de los católicos en las decisiones que deben tomar en conciencia, pero piden, eso sí, que se informen suficientemente bien y busquen de modo claro el cese de la violencia que ha marcado las relaciones políticas de Colombia en los últimos 60 años.

La pregunta no es si estamos de acuerdo con la guerra o con la paz. La pregunta del plebiscito, que en pocos días será divulgada, se refiere a la postura frente a los acuerdos de paz que se han firmado en La Habana.

Seguir buscando la paz

Dicho lo anterior, van quedando claras dos cosas en medio de esta discusión:

• Los católicos no tienen la obligación religiosa de votar por el sí o por el no, como una imposición proveniente de la autoridad legítima de la Iglesia, que representan los obispos. Y esto, más que una limitación, debería ser un motivo de orgullo y beneplácito, porque estamos comenzando a superar una etapa de la Iglesia cuando los obispos sentían la obligación de señalar a sus hermanos la dirección de sus decisiones en el ámbito político.

En cierto sentido, hay un reclamo de los creyentes para que se les reconozca su mayoría de edad y se respete su obligación de tomar decisiones en el mundo de la política, regidos por los principios cristianos, pero aferrados a su propia conciencia y no al mandato del obispo.

• Los argumentos que los obispos de Colombia han querido proponer a los creyentes y a los hombres y mujeres de buena voluntad están orientados a buscar fundamentalmente el bien común, sin parcializaciones o polarizaciones partidistas, como queda claro en el Mensaje Final de la 101ª asamblea plenaria del mes de julio de 2016, antes citado:

“A este punto, conviene que se tenga presente que la política tiene como tarea el bien común y que la paz social es la mayor conquista de esa tarea; justamente por ello no puede ser politizada ni instrumentalizada, convirtiéndose en causa de polarización”.

La paz social es la mayor conquista de la política y la tendremos que seguir buscando sea cual sea el resultado del plebiscito, como un imperativo ético que trasciende las distintas posiciones religiosas y políticas de los colombianos. Tenemos que aprender a aceptarnos y reconocernos en nuestras diferencias sin estigmatizaciones o descalificaciones que alimentan de alguna manera la violencia que queremos erradicar.

Tal vez esta es la postura más novedosa que la Iglesia ha querido proponer en su pronunciamiento del 25 de agosto de 2016, frente a la firma de los acuerdos en La Habana:

“Entramos en una etapa de debate sobre los acuerdos, por tanto invitamos a los líderes políticos, organizaciones ciudadanas, responsables y animadores de los medios de comunicación y al pueblo colombiano en general a promover una reflexión serena, en clima de diálogo y respeto, animada en todo momento por el compromiso con la construcción de la paz, pensando siempre en el bien del país, por encima de intereses sectoriales o particulares”.

Los expertos en procesos de paz afirman que la única forma de satisfacer el dolor de las víctimas es recociendo la verdad, haciendo justicia, ofreciendo reparación y dando garantías de no repetición. Habría que añadir que todo este ciclo de violencias solo se cerrará cuando los colombianos decidamos perdonarnos los unos a los otros y nos comprometamos con la construcción de un país donde haya respeto y tolerancia por el que piensa distinto. Y este proceso comienza ya.

 

 

 

 

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