TEXTO BÍBLICO: Mateo 25, 1 - 13
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
v. 1 El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.
v. 2 Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
v. 3 Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,
v. 4 mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
v. 5 Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.
v. 6 Pero a medianoche se oyó un grito: “Ya viene el esposo, salgan a su encuentro”.
v. 7 Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
v. 8 Las necias dijeron a las prudentes: “¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?”.
v. 9 Pero éstas les respondieron: “No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado”.
v. 10 Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
v. 11 Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: “Señor, señor, ábrenos”,
v. 12 pero él respondió: “Les aseguro que no las conozco”.
v. 13 Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Introducción
Esta parábola forma parte de una serie que Mateo coloca a continuación del discurso sobre la destrucción de Jerusalén y la manifestación gloriosa del Hijo del hombre (Mt.24, 1-31)
A continuación Jesús pronuncia varias parábolas que tienen como tema común, la vigilancia. Esta parábola de las diez jóvenes del cortejo es una de ellas.
En este relato se presenta el Reino de los Cielos como un banquete nupcial, donde el Señor es el novio y la esposa es la Iglesia amada (Is. 62, 4-5) y es una invitación a estar atentos y preparados para poder participar de esa fiesta, porque la venida del Señor no está limitada a un hecho futuro, al final de los siglos, sino que ya ha comenzado con su resurrección. A partir de entonces, el Señor está viniendo todos los días y el Reino se va haciendo presente.
Aportes para la lectura
v. 1 La parábola tiene el mismo comienzo que las incluidas en el capítulo trece de este Evangelio: “El Reino de los Cielos se parece a…”. En este caso la llegada del Reino es comparada con una fiesta de bodas.
En el judaísmo se representaba la felicidad definitiva con la imagen de un banquete: “Dios dará a todos los pueblos en esta montaña un banquete de carnes grasas, un banquete de vinos depurados, decantados”. (Is. 25, 6)
Para la gente común el banquete duraba días, generalmente siete, según el poder adquisitivo de la familia. Se respetaban las costumbres de la época, no se mezclaban las mujeres con los hombres y jamás se sentaban en la misma mesa. Las mujeres permanecían en un rincón, generalmente cerca del horno, preparando los alimentos.
Una boda en el pueblo judío era más un acontecimiento social que una ceremonia religiosa. La pareja quedaba unida formalmente desde los “desposorios” (compromiso) cuando se sellaba el contrato matrimonial y se pagaba la dote.
El rito de los desposorios se realizaba un año antes de la boda. La pareja comprometida era ya considerada marido y mujer. (María y José estaban comprometidos cuando nació Jesús)
El matrimonio se simbolizaba con el rito de tomar el novio a la novia, que se encontraba en casa de sus padres y llevarla a la suya. El novio, acompañado por sus amigos, iba al encuentro de la novia que le esperaba rodeada de sus mejores amigas. El novio cargaba a la novia en el burrito de la familia y todos juntos, cantando y bailando alegremente, regresaban a casa del novio, alumbrándose con lámparas y antorchas.
v. 2 En la parábola se menciona que hay diez jóvenes que esperan al novio. Son presentadas diciendo que cinco eran prudentes y cinco necias.
Estos nombres, prudentes y necias, se encuentran con mucha frecuencia en los libros sapienciales del Antiguo Testamento (Job, Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría y Eclesiástico). Quien vive y obra de acuerdo con la instrucción dada por la Sabiduría divina es el sabio, el prudente. En cambio, aquel que no se deja guiar por la Sabiduría es el impío, el necio. Mientras que los sabios y prudentes llegan a ser felices y adquieren inmortalidad, los necios viven mal, nunca llegarán a la felicidad y su fin será la destrucción (Sab.3, 1-11)
El uso de los términos “necias y prudentes”, pone a esta parábola en estrecha relación con la de las dos casas (Mt. 7, 24-27)
v. 3-4 Al describir la necedad de las cinco imprudentes, Jesús se centra en la imprevisión que les hizo no proveerse de aceite, como lo hicieron las prudentes que llenaron sus frascos.
Las fiestas en el contexto cultural de Jesús eran realmente largas y por lo tanto se necesitaba mucho aceite para avivar las llamas de las antorchas.
La imprevisión que les hizo carecer de ese elemento, puso de manifiesto que a las cinco necias no les importó en demasía aquella fiesta de bodas, dándole escasa valoración.
Si se considera que la fiesta de bodas era el símbolo de la Alianza de Dios con su Pueblo, las jóvenes muestran su necedad despreocupándose de lo que era realmente importante.
v. 5 En el relato se menciona que las jóvenes se quedaron dormidas. Y esto les sucede a todas, tanto a las prudentes como a las necias.
v. 6-7 Cuando se anuncia la llegada del esposo no se reprocha a nadie por el hecho de haberse dormido, pero las necias al despertarse se dan cuenta de la falta de aceite. Las jóvenes prudentes representan a los que siempre están preparados para la fiesta, de manera que nunca podrá tomarlos por sorpresa la llegada del novio. Las necias son los que viven como si su vida fuera eterna, como si nunca se fuera a terminar y entonces dejan siempre para después su conversión.
v. 8-9 Pretenden remediar su imprevisión por medio del pedido de una “ayuda”. Quieren aprovecharse de este modo de la prudencia de las otras (Prov.13, 9)
La parábola hace referencia a la negativa de las sensatas a compartir el aceite. No lo hace para que la atención se centre en su “falta de solidaridad”, sino para indicar que la preparación requerida para participar del “banquete” es personal e insustituible.
Por eso, aunque las jóvenes prudentes hubieran sido las más generosas del mundo, en la parábola no pueden prestar a nadie su preparación (aceite), que se ha ido adquiriendo en el transcurso de la vida.
Si bien es cierto que el consejo de ir a proveerse de aceite lo dan las prudentes, lo cumplen las insensatas. Lo hacen a medianoche (hora impropia). El grito las había exhortado a otra cosa (salir al encuentro del esposo), que era, en última instancia, realizar aquello para lo que se encontraban allí.
v. 10-12 Mientras van en busca de un negocio abierto, el esposo llega y la puerta de la sala de bodas se cierra una vez que han entrado aquellas jóvenes que estaban preparadas. Y cuando llegan ya no tienen la posibilidad de entrar en la fiesta. “Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero” (Ap.19, 9)
v. 13 No se sabe cuando será la llegada definitiva del señor que anuncia el Evangelio. Tal vez sea dentro de unos días o quizá dentro de muchos millones de años. Pero, sin embargo, la parábola llama a estar atentos y vigilantes y adquirir todo lo necesario para encontrarnos con El.
Aportes para la meditación
¿Busco ser sabio, a la manera que Jesús nos indica?
¿Estoy siempre atento a las venidas del Señor?
¿Preparo mi vida para ese encuentro con el Señor? ¿Es para mÍ un motivo de gozo saber que un día disfrutaré de su banquete eterno?
Aportes para la oración
En la oración, el diálogo se realiza, en primer lugar, en intimidad personal con el Señor, luego se pone en común (en el caso de hacerlo comunitariamente). Damos solamente dos ideas posibles para estos pasos: Una pequeña oración, o un signo.
Señor,
danos la prudencia necesaria
para estar siempre esperándote,
para encontrarme contigo en cada una
de las veces que vienes a mí.
Si el encuentro se desarrolla a nivel comunitario puede servir hacer un signo: regalarle una lámpara pequeña de juguete a cada integrante, invitarlos a colocarla en su casa al lado de la Palabra de Dios para que nos recuerde que debemos estar siempre preparados para escuchar la Palabra del Señor.
Contemplación - Acción
En el último paso de la Lectura Orante nos parece bueno recomendar que dejemos unos buenos minutos para contemplar todo lo que el Señor nos ha dicho con su Palabra, lo que le hemos dicho a través de la oración, y sobre todo descubrir a qué nos comprometemos, quÉ acción para transformar nuestro pequeño mundo realizaremos. Siempre debe ser algo muy concreto y en coherencia con lo que el Señor nos pide en su Palabra.
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